Torres: la emocion de ser el Atleti

Fernando Torres. Tú eres Atleti. Aquel primero, aquel en el que asomaste, de la mano de Luis y sus consejos. El chico que había jugado a fútbol sala, aquel al que una mano de abuelo llevó al Calderón. Poco tardaste en saltar al campo, en hacer que una afición se agarrara a algo, a la luz de tus pecas, en la negrura de Segunda. Emociona escucharte cómo lo vivías tú, tu necesidad de no fallarles. Cuánto te honra. Cómo te cuenta. Aquel chico que eras hoy tiene canas en la nuca pero abre la boca y sigue igual: llenando el aire de rojiblanco. Es imposible no emocionarse. Que no contagies desde dentro el sentir rojiblanco. Hasta Roncero alza una servilleta cantando Lololololo. “Es un héroe de La Roja”, explica. Sólo hay que mirar detrás de ti para comprobarlo, a esa foto, Casillas alzando la Copa al cielo de Sudáfrica. O esa otra en la que te buscas, la de Viena. Tu gol lo guarda también una vitrina en As. Es tu camiseta, el 9, aquel salto a Lahm.

Siete años lejos, tres desde que volviste. Y cómo trabajas, luchas por ganarte el sitio, en cada minuto que te dejan. Cambias el aire sólo con salir a calentar. Y lo notas. Lo dices. Que te llega, el cariño con que se pronuncia tu nombre, Lolololo. “Y es para mí como una Champions”, confiesas. O aquello otro. Tu vuelta, el Calderón lleno, sin fútbol, sólo por volver a verte, porque aquí estabas, tú, de nuevo, Torres, con la rojiblanca. Te emocionas, emocionas. Y dices que tú esto “no lo encontrarás en ninguna otra parte del mundo”. Pero esta afición tampoco lo hará, encontrar a uno de los suyos como tú. Porque tú, Fernando, eres el Atleti. Y no, nunca puedes terminarte por favor.