El tercer tiempo

Unidos y juntos. El filósofo Gabilondo, con el que coincidí en los congresos de la Ser en Córdoba, dijo el viernes esa frase en sede parlamentaria, en Madrid, donde ocupa el liderazgo de la oposición a Cristina Cifuentes: “Reclamo la osadía de la mesura”. Se explica: en tiempos en que se pone de moda el grito, la mesura es mejor, más civil. Además, dijo, refiriéndose a lo que sucede en Cataluña, que estaremos mejor “unidos y juntos”. “Seremos más y seremos mejores”. Todo se puede aplicar al fútbol, y yo lo aplico. La mesura conviene a la grada y a los futbolistas y la unión en el campo hace mejores a éstos.

“¡Vitolo, muérete!” Vitolo se desvió del Sevilla a la Unión Deportiva Las Palmas, de su tierra, para recalar luego en el Atlético, su propietario. Los equipos son propietarios de futbolistas, como si Arturo Pérez-Reverte fuera propiedad de Alfaguara. Suena a comercio de seres humanos. Al Sevilla ese destino de su ídolo le sentó muy mal. Y a la grada llegó el eco; y cuando la UD jugó en el Sánchez Pizjuán con su futbolista provisional el graderío ensayó lo peor: “¡Vitolo, muérete!” Personas seguramente cultas y respetuosas en la vida de diario deseándole la muerte a un semejante. Vaya por Dios, qué dirá la Macarena.

La curva del árbitro. El árbitro se hizo el loco y no puso en el acta semejante barbaridad contra Vitolo, que por fortuna tan solo se lesionó. En el acta, bagatelas; el presidente del Sevilla, afectado como responsable de esos gritos indecentes, dijo que la afición estuvo de 10. Vi ayer en la sección de Maroto a Sánchez Arminio, árbitro de los árbitros, pegado al móvil, exhibiendo su curva, que parece una escultura de Brancusi o un cuerpo de Botero. Llamando por su móvil. Es imposible no pensar que este hombre quizá no escucha por ese celular los ecos del insulto y se mantendrá al margen del insulto de Sevilla.

Einstein en el Madrid. A alguien le escuché estos días que el fútbol es la teoría de la relatividad manejada por un tonto, pues los futbolistas grandes se hacen pequeños y los pequeños se hacen grandes. Y eso está ocurriendo en el Madrid. Amanece Ceballos y ya es el salvador, como en el Barça, como en el Atlético, como en cualquier equipo: basta que tengan una tarde mejor que otros para que ya se disparen las cotizaciones. Calma. A Isco lo despreciaban y ahora es el salvador. A Costa lo vendieron y ahora viene a hacerle sombra al salvador Griezmann. Y tiene razón Zidane: no se pongan (los periodistas) nerviosos con Cristiano. ZZ es Einstein.

Girona-Barcelona. Bien lo dice el AS: en este tiempo de suicidios metafóricos, el Girona-Barcelona parecía una premonición, y ahí estaba Puigdemont para hacerla visible, como un wishful thinking, como la expresión de un deseo. Ahora al Espanyol-Barça se le añaden otros partidos de rivalidad regional catalana. Pero todo indica que esos enfrentamientos seguirán siendo de LaLiga. Quién sabe. En todo caso, al Girona se le fueron los disparos a su propio corazón. Messi adoptó la mesura, frente a un marcador desmesurado. Su energía vale oro, hasta cuando mira. De momento, imbatible. Ni Einstein hubiera adivinado eso en agosto.

Seguridad atlética. Ya a Simeone se le ve menos, se le oye mejor, es más adecuado su tono al de un triunfador tranquilo. LaLiga lo tiene en alza, y es posible que si se consolida ahí, donde está, sea el que primero le romperá al Barça el encantamiento. La razón es futbolística, estrictamente; por fin al Aleti lo asiste sobre todo la técnica, no la pasión ni el exabrupto. Hay que temer que la sentimentalidad exacerbada de Costa desvíe esta actitud mucho más neutra de las pasiones del equipo. Siento decirlo, pero temo, que diría el filósofo, esa desmesura, el colesterol malo del fútbol.