Zidane entró en combustión

El Real Madrid ganó la última Liga con 93 puntos, una cifra similar a la obtenida por los campeones de las recientes ediciones. Su derrota con el Betis le coloca a siete puntos del líder, que no es un cualquiera. El Barça, que comenzó la temporada entre tambores de guerra, se encuentra en una posición tan imprevista como privilegiada. Siete puntos significan una gruesa diferencia cuando sólo se ha disputado el 7’5% del torneo. También suponen el 33% de los puntos que perdió el Madrid en 38 jornadas. Si esta edición de la Liga repite sus relatos anteriores, al equipo de Zidane le queda por gestionar una pequeña bolsa de puntos, alrededor de 14. Extrañó que en estas condiciones, Zidane interpretara el partido como una final desesperada. Llenó el campo de delanteros y descontrol cuando faltaban veinte minutos para terminar y el Madrid empataba el partido. Ni tenía que remontar, ni estaba apurado por el reloj, ni se jugaba el título.

Zidane, hombre de decisiones sensatas, ofreció ante el Betis una versión opuesta a la habitual. Más que impaciente, fue intempestivo. Recordó al fabuloso jugador, un prodigio de precisión y autoridad en el campo, que entraba insospechadamente en combustión y se autodestruía: fue expulsado en 14 ocasiones. El Madrid no había jugado bien contra el Betis, pero no le faltaron remates, llegadas al área y ocasiones de gol. En condiciones normales, o sea, con Cristiano Ronaldo más fino en el área, el Madrid hubiera ganado el duelo.

A falta de veinte minutos para el final del encuentro, el Madrid no necesitaba la heroica. Le quedaba tiempo y le sobraba equipo. El partido le pedía más retoques que aventuras, pero todo giró en un minuto. Ingresó Lucas Vázquez por el lesionado Marcelo y Borja Mayoral entró por Modric, que se sorprendió tanto como los aficionados. Había sido el mejor del equipo con mucha diferencia.

Modric pareció confundido cuando apareció su número. De hecho, se dirigió al lado contrario del campo, como si pensara que se había producido una equivocación. Durante un instante, se reunieron doce jugadores del Madrid en el campo. El árbitro avisó al banquillo madridista y arregló el jaleo. Modric abandonó el campo en medio de la sensación general de caos.

Ese momento escenificó lo que sucedería después. Si Zidane pretendió asustar al Betis con el mito de la remontada y el Bernabéu en llamas, se equivocó. Ni era necesaria la remontada (figuraba el 0-0), ni la hinchada entendió una operación que terminó con cinco delanteros en el campo: Cristiano, Bale, Mayoral, Lucas Vázquez y Asensio, sustituto de Isco minutos antes. El Madrid jugó unos enloquecidos 20 minutos. La media quedó reducida a Casemiro y Kroos. De la defensa se encargaron Carvajal, Varane y Sergio Ramos, con una particularidad: Carvajal y Sergio Ramos se dirigían constantemente al área rival.

El Betis no acusó el efecto pánico que le propuso Zidane. Al contrario, todas las decisiones de Quique Setién invitaron a una respuesta fuerte del Betis. El ingreso final de Joaquín fue toda una declaración de principios. Setién vio con claridad lo que el Bernabéu temía. El Madrid se estaba abocando sin ninguna necesidad al golpazo. El Betis se había expuesto más al sufrimiento con un Real Madrid natural: Nacho por Marcelo y muchos minutos por delante para un nuevo cambio.

Modric había dañado al Betis con sus conducciones, pases y dinamismo. En la delantera, Cristiano, Bale y Asensio son gente de fiar. Ese equipo tenía más orden, control y estabilidad defensiva que la extravagante versión que se vio en los últimos veinte minutos. No era la fecha, quinta jornada, ni el partido (con todos sus defectos, el Real Madrid alcanzaba el área rival con cierta frecuencia) para quemar las naves como si no hubiera un mañana.