Luka Doncic, el primero de su especie

Comparar suele ser injusto para los dos lados. Ni el joven suele llegar al cielo, ni el cielo suele tener demasiado que ver con el joven. Es ley de vida, lo entiendo. Y todos, absolutamente todos (no me salvo), hemos comparado jugadores en más de una ocasión. Pero en el caso de Luka Doncic deberíamos hacer un esfuerzo por evitar el ridículo. No hemos visto nunca un talento como Doncic en el baloncesto europeo. Nunca a los 18 años. Jamás.

Sí, Petrovic era poco menos que el dios europeo vestido de jugador de baloncesto (pudo ser el Jordan de este lado del charco). Sí, Nowitzki es un jugador irrepetible y el mejor europeo NBA de la historia. Y sí, Pau Gasol acabará su carrera casi con toda seguridad como el mejor jugador FIBA de la historia. Tampoco me olvido del talento de Bodiroga, la velocidad de Parker, los tempranos hitos de Ricky, los puntos de Galis y Marciulionis, los triples de Stojakovic, las bombas de Navarro, la dura magia de Divac, la confianza de Jordan en Kukoc o el gran Arvydas Sabonis. Pero Luka Doncic no es ninguno de ellos y ninguno de ellos fue Luka Doncic. No hablo de tantos, de nivel o de talento, sino de convicción, de posibilidades y de cabeza. Qué cabeza...

Puntos, rebotes, asistencias, tapones, transiciones, canastas en el último segundo, triples desde ocho metros sobre bote y con paso atrás... A sus 18 años, todavía ni elegible para un draft de la NBA que le espera desde hace tiempo, el mayor talento esloveno de la historia se hace grande entre los mayores. No le pierde la cara al duelo, compite hasta el último aliento y suma sin parar en todas las facetas del juego. Ayer, ante la Letonia de Porzingis (el otro gran talento europeo de los últimos años, con cartel de estrella NBA a los 22), Doncic dio una lección. No numérica, que también (27 puntos y nueve rebotes). Una lección de baloncesto.

Lo que más impresiona de este diamante del mundo de la pelota naranja no son sus impactantes estadísticas, sino su rol, su cabeza (IQ) y el respeto que provoca en compañeros y rivales a su corta edad. Doncic entiende el baloncesto y el baloncesto entiende a Doncic. Ayuda, coloca, dirige, ataca (ayer encaró una y otra vez a Porzingis cuando éste tenía problemas de faltas y ganó), divide, hace equipo... Todo con carácter e intensidad, entre los genes y las ganas. Y con sonrisa final: la ilusión del niño.

Le falta algo de velocidad en la reacción y pulir detalles (los nervios de aquel partido ante Fenerbahce, el final de temporada en general...). Pulir detalles, a los 18 años. Quizás no somos conscientes de lo que eso significa. Desde los 16 en el Real Madrid y ahora comparte título con Dragic en una Eslovenia invicta que amenaza otra final de la Selección. Luka Doncic es el primero de su especie.