En Riazor se ganó Zizou el respeto de su vestuario

EI 26 de abril Zinedine Zidane dio un golpe de autoridad en Riazor. Si alguien dudaba hasta ese día de la capacidad del francés para tomar decisiones sin pensar en posibles daños colaterales, desde esa noche nunca más titubeó sobre la personalidad de ZZ. El Madrid venía de perder tres días antes el Clásico en el Bernabéu, con la famosa foto de Messi tras marcar el 2-3. A los blancos les quedaban seis partidos de Liga por jugar y un simple empate les dejaba sin el título si el Barça no fallaba...

Pero Zidane tenía una fe ciega en su plantilla (plantillón) y por eso no varió un centímetro la hoja de ruta que había trazado para la visita al feudo del Deportivo. Rotación extrema. Nada menos que nueve habituales suplentes: Casilla, Danilo, Nacho, Kovacic, James, Isco, Lucas Vázquez, Morata y Asensio. Sólo estaban de salida dos titulares considerados fijos: Marcelo (Coentrao ni estaba ni se le esperaba) y Varane, que además regresaba tras una lesión muscular.

El equipo respondió al desafío con grandeza ante un Depor que semanas antes había chafado al Barça buena parte del título al derrotarle sin paliativos en Riazor (2-1).

El Madrid salió como una moto. Al cuarto de hora ya ganaba 0-2 (Morata y James). La goleada tenística (2-6) la completaron Lucas Vázquez, James, Isco (que estuvo soberbio) y Casemiro (salió en los últimos minutos). En el vestuario hubo fiesta como si hubiesen levantado la Liga esa noche. En realidad, así era. Zidane se ganó el respeto de toda la plantilla, de la planta noble y de la afición. Aquí mando yo. Y una sonrisa...