El Girona se estrena en Primera División

LaLiga empezó de luto, con minutos de silencio en todos los partidos y hasta en los entrenamientos. También hubo luto en otros deportes, desde Nadal a la Selección de baloncesto, expresiones del dolor compartido de todos por las víctimas de la atrocidad de La Rambla de Barcelona y su secuela en Cambrils. Pero la vida sigue. Lo que esa mala gente persigue es destruir nuestra forma de vida, y parte de ella son las inocentes distracciones que nos procura el deporte. Y dentro de él, la principal entre nosotros, por extensión en el tiempo e intensidad de emociones, es LaLiga. Ayer empezó, en Leganés y Valencia, visitadas por Alavés y Las Palmas.

Este campeonato presenta una novedad simpática: el Girona. Nunca antes había estado en Primera. Es el club número 62 en incorporarse. El miércoles pasé por allí, por conocer a la gente que lleva el club (Delfí Geli a la cabeza) y disfrutar con la ilusión del neófito con que encaraban las vísperas. Tan descuidados los teníamos que ese día me enteré de que en AS veníamos utilizando su escudo de hace diez años, sin la reforma que entonces se hizo. Ahora, en Primera, todos vamos a mirar de otra manera al club de una ciudad de alto nivel en muchos aspectos, sobre todo en calidad de vida. Sólo les faltaba esto, y ya lo tienen.

Acababan de ganar al Manchester City, bajo cuya sombra han construido este proyecto. Me contaron los preparativos. El campo se ha rebajado medio metro, para dar mejor espacio a la publicidad y de paso cambiar el drenaje que era de los tiempos de Mari Castaña. Dos gradas metálicas amplían la capacidad de 9.000 a 14.000 personas. El presupuesto ha pasado de diez millones a cincuenta (45 de televisión) que hay que manejar bien. Se ha alargado el contrato al entrenador, Machín, y a Pere Pons, jugador local, bandera del club. El primer rival, el Atlético, es de lujo. Esta noche, Girona vivirá una fecha especial. Y LaLiga también.