La lluvia, la cerveza y las lágrimas en una final líquida

Antes de les 3:00 de ese 16 de mayo de 2007 ya hacíamos cola en el aeropuerto de El Prat aún con las legañas en los ojos. No fue fácil conseguir una acreditación ante el aluvión de peticiones, así que tuve que buscarme la vida para comprar una entrada por 120 euros gracias a un consejero del Espanyol. Glasgow nos recibió vestida de gala: con esa lluvia fina y sigilosa, un contraste con el calor y el ruido de la afición perica por el centro de la ciudad. La cerveza entraba por la garganta, de donde salía la frase más repetida: “Esta no se escapa”.

Pericos ilustres, como el fotógrafo de AS Zaragoza Alfonso Reyes, enamorado del Espanyol, o Javier Tirado, compañero en el césped de esas ligas de bares con quien comí ese día. Ya teníamos un nudo en el estómago.

La afición del Espanyol, en Glasgow.

El reguero de pericos a Hampden fue inolvidable, como los prolegómenos en Tribuna, con Steven Iibbotson, Carlos Ferrer o Rubi, que volvió a llorar el domingo con el descenso del Sporting como hace diez años. O Santi Fernández y sus chicas del Femenino.

El torbellino de emociones llegó al clímax con el gol de Jónatas. Todos nos abrazábamos sin conocernos, como todos lloramos luego. No quedó más remedio que salir del estadio en busca del autobús de la prensa. Un camino bajo un diluvio en una final líquida.