Riesgo a campo abierto

El recuerdo del Bayern de Guardiola transmite cierta confianza al madridismo en la pegada de su equipo. Los goles a balón parado de Ramos y aquel contragolpe indómito de Bale y Cristiano ventilaron a los alemanes en tres fogonazos mortales, pero suponer que esa contundencia sigue siendo una garantía es un riesgo muy elevado. El Madrid se ha acostumbrado a no dominar los partidos, a no controlar el ritmo de juego, a vivir de los fogonazos en el área rival y a aguantar como bien se pueda las llegadas del contrario. El centro del campo no da abasto para imponerse, agarrar la pelota y mantenerla. Superados en número y en disposición en el césped, curran y corren sin poder llegar a todo, condicionados por la naturaleza ofensiva de la BBC.

Si exceptuamos el de Eibar, en los últimos partidos los de Zidane han pasado siempre apuros en el marcador. El Alavés, el Betis, el Athletic y el Nápoles llegaron con cierta frecuencia a la portería blanca y solo la falta de contundencia de los delanteros rivales evitó problemas mayores para el equipo blanco. Pero, cuidado, el Bayern Múnich tiene dinamita. Mucha.