Un Nerón con chándal y bigote

Existe una serie de personas en todos los ámbitos de la vida que tienen la suerte de que jamás se equivocan. Darían envidia de no ser unos ventajistas. Luiz Felipe Scolari es uno de ellos. Un Nerón con bigote y chándal que se ha sentado en su balcón de Teresópolis a tocar la lira y ver cómo arde el Imperio que se construyó a base de cuidar la pelota. Para Scolari, un señor cuyo ideal de belleza debe de ser una excavadora removiendo tierra en un solar, todo sigue perfecto. Lo dijo en caliente después de la humillación del Mineirao y lo repitió 24 horas después rodeado de sus pretorianos en Granja Comary, donde sacó unas estadísticas que avalan su trabajo al frente de Brasil.

De gente como el seleccionador brasileño dijo Lincoln que “puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Scolari sigue conduciendo un Ferrari en sentido contrario y cree que los equivocados son los otros, que los siete de Alemania fueron un accidente. Esa falta de decencia, de modestia y de autocrítica, lamentablemente, no es patrimonio del fútbol. Pero el fútbol es un buen escenario para desenmascarar a ese Nerón que todos tenemos al lado.

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