La fiesta se hizo grande en Iriondo

No llevaba buena cara Maxi. Eso de ver la mayoría de partidos del Mundial desde el banquillo, cuando comenzó el campeonato como titular, lo tenía irritado. Pero la Fiera sabe callar. Siempre lo hizo. Líder en Newell’s y clave para Sabella, el mediocampista argentino tuvo su momento de gloria en un día de mierda. El Topo López también le ayudó en su etapa barcelonesa, de ahí que las lágrimas postpartido fueran dedicadas a uno de los mejores periodistas que dio la Argentina y que un cúmulo de fatalidades nos arrancó para siempre.

Maxi cargó la pierna derecha y soltó con potencia para rubricar lo que sus compañeros habían comenzado. Maxi, aquel nene de la lepra rojinegra que llegó a Montjuïc con cara de asustado, fue el que puso a su país en la final. Y se celebró en Rosario, su ciudad, su lugar en el que los hinchas de Ñuls le paran para pedirle autógrafos y los de Central le obligan a acelerar el paso. Eso es así. Como también es que en la casa del barrio de Iriondo hubo celebración. Allí, los abuelos Beatriz y José los pusieron a todos firmes cuando no convirtió en la prórroga. Los yayos confiaban en él, el preferido, el que les hizo mil maldades, pero que ayer, pateando con acierto, invitó a la albiceleste a jugar el domingo ante Alemania. Suerte, Maxi.

Lo más visto

Más noticias