Todos somos Neymar

Desde que el Mundial empezó, Brasil vivía una crisis de identidad. Era un país dividido entre la pasión por el fútbol y el asco por la corrupción de la FIFA. El equipo no jugaba bien, no convencía. Pero la tragedia de Neymar lo ha cambiado todo. La conmoción nacional por la pérdida calamitosa del único crack del equipo que de verdad representa el legado del fútbol brasileño, la magia, el arte, la fantasía, unió al país alrededor de su selección. Ahora, en Brasil, todos somos Neymar.

Aunque su ausencia sea irreparable, fuera de él puede ser una bendición. La chispa que faltaba para que Scolari, jugadores y afición se dieran las manos y marcharan juntos en la búsqueda de la redención en Maracaná. Ya no hay la presión y el favoritismo que aplastaban psicológicamente el equipo. Ya da igual como jueguen, ya no es la selección de Neymar. Ahora quien entra al campo es una nación vestida con la historia de la camiseta amarilla y que hará rugir la grada del Mineirão. Ahora, cueste lo que cueste, toca ganar.

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