El récord histórico de goles en un partido de Asobal, los 52 que logró el miércoles el Atlético de Madrid frente al Octavio de Vigo, con esa diferencia final de 25, nada menos (52-27), está generando su pequeña polémica, incluso hay quienes opinan que Talant Dujsebaev no tuvo un comportamiento deportivo por permitir que sus jugadores se enseñaran con el equipo rival por abusón. Incluso hilando, se va más lejos, y se dice que es malo para la Liga descubrir tanta diferencia.
Con ser incierto que una Liga que se precie no debería permitir tanta diferencia, lo que no sería justo, ni profesional, ni asumible, sería privar a los aficionados que fueron al partido, unos 1.200 de pago, del esfuerzo que se pide a los que juegan. Es decir, quien paga manda, y si se ha pagado por un espectáculo de sesenta minutos, es imprescindible jugar esa hora a la máxima intensidad.
Si Talant hubiese decidido que por decoro del resultado tenía que levantar el pistón de sus jugadores, hubiese estado hurtando a su afición del premio de esa noche por ir a Vistalegre. Es obvio que los 52 goles se salen de los parámetros habituales, pero tampoco se puede engañar a quien paga su entrada. Esta es la diferencia entre un equipo que aspira a ser campeón de Europa y otro, con muchos jóvenes, que acaba de ascender, y que se presenta con bajas.
No creo que nadie tenga que rasgarse las vestiduras, ni que se pueda siquiera insinuar que un entrenador debe contemporizar, porque si eso fuese así, de alguna manera estaría amañando el resultado, y si se le permite para que no marque tanta diferencia, habría que pedírselo siempre, porque a lo peor el descenso se decide por diferencia de goles.
El caso es que este Atlético de Madrid, que no anda bien en defensa por la lesión de Dinart y por la pérdida de Viran Morros, aunque va mejorando a medida que pasan las jornadas gracias a la polivalencia de Kallman y a que Jurkiewicz asume un nuevo rol más importante, sublima el ataque. Es curioso, pero si hubiese que buscar un parangón a los rojiblancos en el mundo del fútbol, no cabe duda que se parecen al Real Madrid, por la velocidad de sus acciones, por la verticalidad de su juego, y por la facilidad goleadora, con una media superior a los 35 goles por partido.
Por otra parte, y con estos cuarenta días de competición, se empiezan a ver ligeros errores que el Atlético debería corregir para mejorar la afluencia de espectadores y el aspecto de su grada. Lo primero, buscar una hora fija para acostumbrar a sus seguidores, que no estén perdidos entre todas las posibilidades horarias que ofrece el día. El miércoles, ante el Octavio, no se llegó a los 1.500 espectadores, pero es que a veces parece que el programador está en contra del aficionado: jugar a las nueve de la noche, en un día laborable, prácticamente es un suicidio para el que va, porque además esta temporada se han alargado los partidos con eso de aumentar el descanso, y con los tiempos muertos. Con lo cual, son dos horas, y dado que aparcar en la zona es un triunfo, queda fiarse del transporte público, y no todos los padres permiten a sus hijos ciertos horarios.
Además, este coliseo rojiblanco, que difícilmente se llenará, pero que es de las canchas que mejores asistencias recibe por ahora, tiene una desgracia añadida: al ser tan grande, y estar tan aislada la afición desparramada por las gradas, da la impresión de frialdad cuando es una de las aficiones más bullangueras del campeonato.
Por lo que respecta a la localización de la prensa…pues uno tiene la impresión de que en los días de partido televisado hay alguna cosilla que sobra, porque con todo el espacio que queda libre para las previas de los compañeros de la tele, no parece lógico que se instalen los focos y la publicidad precisamente delante de la tribuna de prensa, para los que nos sentamos allí hagamos esfuerzos por parecer jirafas por la manera de estirar el cuello para salvar los obstáculos que se ponen a la vista. Aunque esto, claro, es un detalle menor.
PD.
Hace tiempo Juan de Dios Román, cuando aún no era presidente de la Federación Española, me corrigió la expresión de bloqueo que yo utilicé cuando un defensor de España desvió un lanzamiento de un rival. Blocaje, me dijo Juan, sin mayor intención. No dije nada. Pero como no tenía muy claro que fuese blocaje, que se emplea fundamentalmente en fútbol cuando un portero atrapa un balón, y como en mis años de jugador de voleibol utilizábamos (y se utiliza) bloqueo para evitar que los balones rematados llegasen al suelo, pues decidí tirar de diccionario para salir de dudas. Y, por esta vez, la RAE me daba la razón: el bloqueo es evitar o desviar un lanzamiento, y el blocaje es atrapar un balón con las manos y el cuerpo.
Es posible que la palabra haya llegado al argot del balonmano a partir de un error, y por tanto, aunque la palabra blocaje sea aceptada de común cuando el muro desvía un lanzamiento, yo, por consideración al diccionario, emplearé las palabras en su justo significado, para que también las entiendan los que no están tan introducidos en el juego.
Con todo, mil gracias a quienes se preocupan por señalarme estos errores porque por ellos, en esta relación sinalagmática que nos permiten las técnicas modernas, cada día se aprenden cosas que no se saben, o se corrigen otras mal sabidas.