El Barcelona ha viajado hoy mismo (lunes) a Alemania para preparar sus partidos en la Final Four de Colonia. Es un arma de doble filo: por una parte, el equipo no se distrae y se mete en los partidos con mucho tiempo de antelación; por otra, lo mismo es presionar más de lo conveniente a un grupo que ya tiene horas de avión y noches de hotel para sacarle de casa con tanta antelación. Ya veremos lo que pasa en Colonia: si gana el Barça, lo mismo es gracias a esta acción; si cae en semifinales ante los rusos, lo mismo hay tentaciones de criticar esta salida tan anticipada de las huestes de Pasqui camino de Alemania. Es posible también que el Barça sea tan precavido que no quiera sustos de última hora, que se desate un vientecillo desde Islandia, inunde los cielos de Europa de ceniza, y se viese obligado a coger el autocar, y le ocurra como al equipo de Pep Guardiola ante el Inter en la Champions de fútbol.
Resulta que en el balonmano conviven muchos presentes distintos. En el fútbol prácticamente todos los equipos se desplazan en avión, y eso de hacer viajes de tres horas en autocar es cosa del siglo pasado. Pero en el balonmano más de una plantilla recorre España de norte a sur en dos días, uno para ir y otro para volver, y en el regreso todos los jugadores durmiendo medio encogidos en los asientos de los autocares preparados para un largo viaje, pero nada cómodos para gente grande y pesada.
Recuerdo a un gerente, que no voy a descubrir porque no tengo su permiso, que al ir a contratar a un jugador siempre le hacía ver que jugando en su equipo alargaba su carrera deportiva unos años…porque no es lo mismo ir y volver a cualquier sitio en poco más de cuatro horas, y cómodo, que perder dos días en autobús y levantarse cada mañana de domingo con tortícolis. Jackson, el genial francés del Portland, era de los que entendía que la vida es más feliz cuando se viaja de manera confortable.
Ahora bien, los cuatro equipos de la Final Four viajan con relativa comodidad, aunque el Ciudad Real acumula también cinco días en Doha, con sus dos desplazamientos. Ese cansancio añadido podría pasar factura, aunque la realidad debiera ser diferente: los rivales de los manchegos eran para entrenarse, y como no repartieron leña en exceso, tampoco hay que considerar como muy negativa esta experiencia. Es de pensar que Dujsebaev en Qatar practicase lo que quiere poner en práctica en Colonia, por lo menos en los ensayos de cada día.
Cuando hablo de viajes y peripecias siempre me acuerdo de aquellos desplazamientos bien en Asturias bien en Guipuzcoa en los viejos trenes de vía estrecha, que hacían paradas y paradas y más paradas….y los 20 kilómetros entre Zarautz y San Sebastián se hacían eternos en aquellos bancos de madera de cuarta categoría. Aquello si que era sufrir, aunque como éramos críos nos divertíamos, como cuando bajábamos desde Arriondas a Ribadesella en la fiesta de las piraguas. Pero aquello era pasarlo bien, y los jugadores, entrenadores y demás gentes de los equipos, a punto de las vacaciones deben estar ya más que quemados de tanto cambiar de asiento.
Y digo todo esto porque estamos ante la gran cita de la temporada, la final de la Champions League que este año se juega como en el baloncesto: los cuatro mejores frente a frente. Dos españoles (Ciudad Real y Barcelona) un alemán (Kiel) y un ruso (Medvedi). La pena para el balonmano es que esta primera Final Four se juegue en tiempos de crisis, porque es tan sugerente que con una economía más optimista, y con los precios actuales, habría legión de aficionados en este acontecimiento.
Como hay quien me pide un pronóstico, yo apuesto por una final española, y a partido único entre el Ciudad Real o el Barcelona, pues al cincuenta por ciento, porque la ventaja azulgrana de tener un rival más sencillo en semifinales, se compensaría por la carga de moral extra del campeón del mundialito al cargarse al representante alemán.
Ahora bien, en Colonia el Kiel es el que más se juega: no puede cerrar la temporada sin nada, una vez que acaba de perder la hegemonía en su país en beneficio del Hamburgo, al que eliminó el Ciudad Real en cuartos de final. Esa necesidad debe hacer más peligroso a un conjunto que vive en el Infierno del Norte, pero al que sus malas prácticas ha puesto en duda, porque no está claro que las denuncias de amaños de partidos sean inciertas. Claro que con los rusos las evidencias de compras son más evidentes, incluso el Valladolid aspira a que se le reconozca un título que le quitaron los rusos de manera más que sospechosa.
Pues frente a ese par de presuntos tramposos se miden los nuestros. Y sería bueno para la Asobal una final entre ambos, y también para el balonmano internacional, un mensaje del juego limpio, aunque a lo peor pase lo que pase en Colonia nadie extrae esa conclusión de lo que ocurra en los partidos.