Me alegro del triunfo del Barcelona en la pista del Kiel, y me alegro por muchas razones. Algunas no vienen al caso, como la de ser un equipo español, la de tener muchos internacionales españoles, o la de simplemente tener yo una buena relación personal con algunos de los profesionales que trabajan allí al margen de los propios jugadores o técnicos. Pues bien, me alegro porque ahora en la Champions nuestra Liga tiene una doble opción de volver a levantar la copa: el Ciudad Real y el Barcelona. Sí, siempre ha estado el Barcelona, pero más de uno pensábamos que tras la derrota en el Palau frente a estos del Kiel, el futuro Europeo de los azulgrana era más bien discreto.
También es posible que algún lector del blog se pregunte cómo se me ocurre descartar de entrada al Ademar y al Valladolid. Seguro que serán los muy forofos los que me echen esto en cara. En el deporte puede pasar cualquier cosa, pero tal y como está el corral, no parece que estos dos equipos tengan ahora mismo el peso suficiente como para colocarles en la quiniela de posibles campeones de la primera competición continental en la que ahora mismo sólo hay un póquer de nombres con el adjetivo de presumibles campeones: Ciudad Real, Kiel, Barcelona y Montpellier. Y falta un quinto, para el repóquer, claro.
Pero este triunfo del Barcelona también tiene otros mensajes: la próxima semana se juega en el Quijote Arena un apasionante Ciudad Real-Barça en la pugna por la Liga.
Hace un mes, el título estaba resuelto; pero ahora, tras el éxito en el Infierno del Norte, todo ha cambiado: el equipo azulgrana está en su velocidad de crucero, y pese a las bajas que se van a producir en su plantilla al finalizar la temporada (al menos seis) resulta que funciona, y que puede ganar en cualquier cancha. Ha logrado quitarse de encima el sambenito en Kiel, y ahora sólo tiene que poner otra pica en el Quijote.
Y hay más: por lo visto en los primeros partidos de febrero, el Ciudad Real gana pero no de la manera que lo hacía, pongamos, en noviembre. Da la impresión, por la tele claro, que su juego no es tan brillante, ni tan claro, ni tan efectivo; que no es capaz de sentenciar el partido y jugar con tranquilidad, como si su velocidad normal actual no fuese suficiente para mantener las diferencias.
Por tanto, en tres semanas hay que concluir que el Barcelona ha vuelto y que el Ciudad Real todavía no. Y la semana que viene se miden estas dos escuadras, y que en lo que va de temporada el Barça ya tiene dos títulos a costa de los manchegos. Es decir, febrero nos va a indicar si la Liga está decidida (si gana el Ciudad Real) o si vamos a vivir emociones fuertes (si vence el Barcelona).
Mientras disfruto con este regreso del Barcelona, que a lo mejor es que nunca se fue, si me sorprende el CAI Aragón. Yo apostaba por él en Europa, pero se ve que no, aunque queda la vuelta, la épica, el imposible. Lleva unas temporadas coqueteando con dar el salto, con meterse en el pelotón de cabeza, pero, por lo que sea, sigue con la aureola de dudas, aunque ahora Mariano Ortega tenga la disculpa de las lesiones. Pero al CAI hay que exigirle porque si da el salto es una ciudad, con afición suficiente, como para ser uno de los equipos de referencia en la Liga.
PD. También me alegro por el derbi gallego, que fue una fiesta, que Alejandro se llevo el aplauso largo, cariñoso y sentido de dos aficiones unidas por el mismo juego. Y ojalá ese aplauso le sirva a modo de transfusión positiva de moral para seguir luchando contra una enfermedad mortal. Y me alegro por Manolo Camiña, porque una vez más ha sabido estar al quite en los momentos en los que se agradece la amistad. Yo, por lo menos, hace tiempo que ya lo sabía.