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RALLYS | INTRAHISTORIA

Con Neuville en el tramo de Fafe: volando voy, volando vengo

AS vivió la experiencia de copilotar junto al piloto belga de Hyundai en el tramo conocido como 'la catedral’ y su famoso salto del Mundial de Rallys.

OportoActualizado a
Con Neuville en el tramo de Fafe: volando voy, volando vengo

La catedral de los rallys mostraba una cara diferente. Sin los 150.000 espectadores que ayer vibraron con el desenlace de la séptima prueba del Mundial en sus laderas parecía otra cosa. Pero ahí estaba, omnipresente, testigo mudo de la historia de la especialidad, el salto de Pedra Sentada que lleva a la meta del mítico tramo de Fafe.

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Nos recibe sonriente Thierry Neuville, el hombre que tras volar por ese paraje culminó el Rally de Portugal sólo 24 horas antes en segunda posición. Y, a su lado, imponente, el Hyundai i20 WRC con el que el belga lleva dos victorias en lo que va de año, marcha tercero en la general, y el coche que marcha en cabeza de la clasificación de marcas. También el coche con el que hace tres semanas el propio Neuville protagonizó un espectacular accidente en Chile, con siete volteretas incluidas, del que salió indemne milagrosamente…aunque de eso mejor ni acordarse.

Y, bajo su nombre, el de un humilde servidor que está a punto de experimentar en sus carnes lo que sufre Nicolas Gilsoul, su copiloto, durante 14 pruebas al año y sus correspondientes test. Sin más preámbulos, una vez ajustados los arneses, Neuville mete primera y se enfila hacia el tramo, que primero haremos en sentido contrario, hasta el cruce de asfalto, y después en su dirección correcta. Algo más de cuatro kilómetros de adrenalina y fuertes sensaciones. "¿Es tu primera vez?", me pregunta. "¡Qué va!", le contesto, a lo que pone cara de niño malo, aprieta los dientes, y nos catapulta colina abajo.

Tras saltar en sentido contrario me dice que "ahora viene lo más rápido". Una sucesión de curvas en las que se va a una velocidad de vértigo, pero que él negocia como si estuviera conduciendo un taxi, con total tranquilidad, a la vez que me va explicando lo que se me avecina. En un abrir y cerrar de ojos, que ha durado más de dos minuto pero ha pasado volando, llegamos al asfalto, donde cambiamos de sentido. "¿Vas al cien por cien?", le pregunto. "Voy rápido, pero no al máximo, porque el coche no está con los reglajes de diferenciales y aerodinámica idóneos", me contesta.

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Y de nuevo salimos catapultados ladera arriba. Curva a la derecha, curva a la izquierda, y en otro santiamén ya estamos de nuevo en el salto. Frena justo antes de llegar al rasante, y salimos volando unos 50 metros a unos 120 kilómetros por hora. "¡Yujuuuu!", no puedo reprimir el grito, justo antes de finalizar. Neuville explica que "ha sido un rally muy duro, sobre todo el viernes y el sábado, con temperaturas externas de hasta 36 grados, que eran 65 o más en el interior del coche. Por eso, bebo unos 7 litros de agua por etapa, y aún así pierdo algunos kilos cada día". Y así acabamos una experiencia única