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Tecnología

Europa quería eliminar la letra eñe y Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez la salvaron

La Comunidad Económica Europea quiso dejar a los hispanohablantes sin la eñe, suprimiéndola en todos los dispositivos electrónicos y estandarizando todos los teclados de los países miembros.

Mario Vargas Llosa en una imagen del 22 de mayo de 2019 in Madrid.
Carlos R. AlvarezWireImage

El Tratado de adhesión de España en la Comunidad Económica Europea se firmó en junio de 1985. Ese mismo año, el gobierno publicó tres reales decretos que ordenaban que todas las impresoras, teclados y pantallas de ordenadores vendidos en España incluyeran la eñe. Esa letra no existía en ninguno de los ocho idiomas oficiales de la CE y se quería evitar una estandarización que perjudicara a los hispanohablantes.

El temor del gobierno español se hizo realidad muy pronto. Desde 1989, comenzó a haber presiones por parte de empresas europeas para que los teclados en España fueran iguales que en el resto de Europa. La tesis era que incorporar la eñe en sus productos encarecía los costes, daba ventaja a los fabricantes españoles y violaba el acuerdo de libre comercio. La Unión Europea exigió en 1991 que España derogara los tres reales decretos que blindaban la eñe. El Ministerio de Industria se comprometió a suprimir la letra lo antes posible, pero desde otros estamentos del gobierno se puso el grito en el cielo. El ministro de Asuntos exteriores, Francisco Fernández Ordóñez resumió el problema con una obviedad palmaria: “Es más fácil fabricar computadoras con la eñe que modificar el idioma español, que existe desde hace siglos”.

El Ministerio de Cultura definió la exigencia como “una barbaridad”; la RAE la calificó como “un grave atentado” y comenzó una batalla mediática contra el atropello en la que Vargas Llosa y García Márquez se convirtieron en grandes protagonistas. Incluso desde algunas empresas tecnológicas no españolas se dijo que la desaparición de la eñe de los teclados era algo que no se podía ni plantear en el mundo latino.

Mario Vargas Llosa, que propuso organizar manifestaciones y sacar el mundo latino a la calle, dijo que “no es sólo una n con tilde lo que está en discusión. Se trata de un sonido soberano, que expresa un matiz muy definido, y que proviene de las profundidades de uno de los lenguajes culturales más importantes del mundo.

Gabriel García Márquez no se quedó atrás: Es escandaloso que la Comunidad Europea se haya atrevido a proponer a España la eliminación de la eñe sólo por razones de comodidad comercial. Los autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no es una antigualla arqueológica, sino todo lo contrario: un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos”.

La polémica alcanzó tales proporciones que en Bruselas intentaron dar marcha atrás y calificaron el disparate no como una imposición, sino como una recomendación. Por fin, en abril de 1993 el gobierno español se acogió a las excepciones de carácter cultural que prevé el Tratado de Maastricht y promulgó un Real Decreto que salvó a la eñe y la blindó no solo en los teclados, sino para cualquier uso futuro. De paso, también se protegieron los signos de apertura de interrogación y exclamación. Por si acaso.

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