Una mujer de 33 años vive sin smartphone y cuenta todos sus beneficios en su día a día: “Uso mapas de papel”

Cuesta imaginar la vida sin tecnología, y especialmente sin los teléfonos inteligentes o smartphones que nos acompañan desde hace años en nuestro día a día y nos permiten tener en la mano todo tipo de funciones, pero esa es la vida de una mujer francesa de 33 años de edad que decidió prescindir de este tipo de aparatos. ¿Puede ser viable vivir así en la actualidad con cada vez más trámites y funciones que, prácticamente, nos obligan a depender de su uso?

Éléna es residente en la ciudad francesa de Orleans, en la zona dentro del país a orillas del río Loira. Una mediadora cultural de 33 años de edad que declara “no le veo el sentido” a tener un smartphone, formando parte del 13 % de franceses que se resisten a tener uno de estos aparatos. En su caso, no ha tenido que adaptarse a la vida sin un teléfono inteligente, y es que nunca ha tenido uno, lo que ha tenido que adaptarse es a un mundo en el que los smartphones son la norma. “Cada año la sociedad está menos adaptada a la gente como yo”, declara Éléna.

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Una decisión cada vez más complicada

Un ejemplo de la desconexión de Éléna y una sociedad cada vez menos preparada para ello, es que para subir su bicicleta a un tres de la región necesita un billete especial, y la reserva del mismo tan solo se puede hacer por internet, lo que resulta un enorme inconveniente para ella: “Me veo aún más obligada a planificarlo todo con antelación”.

¿Y qué ocurre con las relaciones sociales? “En cuanto conozco a alguien nuevo, tengo que decirle que no tengo smartphone. Así que no tiene sentido que me envíen fotos, mensajes de texto largo o emojis... Me saturan el teléfono y no puedo verlos”. La joven declara que no es “antitecnología”, aunque tiene un pequeño teléfono al que no presta mucha atención, y que solo lo usa “para avisar” por si llega tarde a algún sitio u ocurre algo.

Para Éléna, no disponer de smartphone significa una mayor libertad: “No quiero depender de él y sentirme abrumada por los grupos de chat en línea. No quiero sentirme obligada a responder a alguien en un segundo. Quiero ser libre”. Además, parece tener claro que “cuanto más conectados estamos, menos contacto humano tenemos con los servicios sociales. Me temo que esto creará aún más desigualdades”. Un estilo de vida que no desea imponer a nadie, y es que quiere “demostrar que se puede vivir sin smartphone, pero es sólo mi forma de vida. No digo que necesariamente tengas que seguirme”.

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