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Impresiones de Xenoblade Chronicles 3: Monolith Soft vuelve a subir de nivel

Este mes llega el nuevo gran JRPG de Switch con no pocas expectativas que cumplir. ¿Conseguirá lograrlo? De momento, empieza con buen pie.

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Impresiones de Xenoblade Chronicles 3: Monolith Soft vuelve a subir de nivel

Es gracioso calificar de “impresiones” al resumen de nuestra experiencia con un juego después de más de treinta horas, pero si habéis probado algún Xenoblade anterior, sabréis que la palabra no está fuera de lugar: en este momento, aún no sabemos cuántas localizaciones nos quedan por ver, cuántos giros de guion depara la recta final o qué cifra lucirá en el contador tras los créditos. Pero sí sabemos, salvo tropiezo más adelante, que Monolith Soft ha vuelto a hacerlo. Que el estudio capitaneado por Tetsuya Takahashi revalida sus méritos para ser considerado como uno de los principales estandartes de Nintendo y de los JRPG en cualquier plataforma.

Aunque ya habrá tiempo de tratar en profundidad la forma en la que consigue —si lo logra hasta el final— cuajar la visión de conjunto. Hoy, como antesala del análisis, vamos a hablar de detalles más específicos. Asuntos que desde su anuncio o incluso antes preocuparon a seguidores de la saga. Porque la entrega original de Wii fue celebrada de forma casi unánime, pero desde entonces el recorrido ha sido más turbulento: el mundo abierto con más énfasis en las secundarias de Xenoblade X generó disparidad de opiniones; y el regreso a la historia épica en Xenoblade 2 vino acompañado por un componente “gacha” y un tono más erótico-festivo que tampoco agradó a muchos fans del original. Xenoblade 3 es una respuesta clara a esas quejas.

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Saldando cuentas con el rendimiento

Xenoblade 3 supone la maduración del estudio en Switch. Tanto en el tono narrativo, como en la gestión del contenido y la optimización del hardware. En 2017, Xenoblade 2 no se quiso perder el año del lanzamiento, pero su ambicioso apartado técnico acabó siendo lastrado por problemas de definición y estabilidad que ni siquiera los parches posteriores lograron solucionar por completo. Casi cinco años después, su mundo sigue siendo uno de los más densos y detallados en el catálogo de la consola (incluso tras la llegada de esta secuela), pero también de los que peor rinden en modo portátil.

Es un problema que Xenoblade 3 ha aliviado en gran medida. No del todo, la resolución dinámica sigue siendo necesaria para mantener la acción fluida cuando vemos muchos enemigos merodeando el horizonte, la pantalla se llena con los efectos de los ataques más devastadores o la climatología decide que toca mojar todo con la lluvia. Cuanto más lejos de la pantalla, menor nivel de detalle, a veces de forma notable. Pero hay un progreso claro en la calidad general de imagen, que tiende a lucir más en línea con (o incluso mejor que), por ejemplo, Dragon Quest XI S.

Captura en modo portátil
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Captura en modo portátil

Y ese es en un poco el quid de la cuestión. Dragon Quest XI fue un juego concebido para PS4 que luego se adaptó con concesiones a Switch. Xenoblade 3 es un proyecto first party creado desde cero para la híbrida, pero las concesiones también están ahí. A la hora de intentar exprimir cada gota posible de una máquina con especificaciones limitadas (el popping de hierba y enemigos sigue siendo aparente, y el framerate a veces también se resiente); y luego a la hora de intentar recrear en modo portátil una versión que no desmejore demasiado el resultado conseguido en dock.

Y en su mayor parte lo consigue, aunque por el lado del juego haya fluctuaciones, y por el lado de los jugadores vaya a haber diferentes grados de tolerancia a esos sacrificios. La idea general, a falta de ver qué depara la recta final, es que por ahora Xenoblade 3 nos parece perfectamente jugable y disfrutable en modo portátil. Pero eso no quita que haya que poner bajo aviso a los más susceptibles a irregularidades como emborronamientos y distorsiones en los contornos de objetos, cuerpos o pelo en movimiento que aparecen incluso en las secuencias más pausadas (ni siquiera el modo dock se libra siempre de ellas, aunque ahí aparecen de forma mucho más puntual).

Captura en modo portátil
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Captura en modo portátil

La disyuntiva entre profundidad y sobrecarga

Pero no solo el apartado gráfico ha sido mejor optimizado: casi todo en su jugabilidad también evidencia la disposición a escuchar críticas pasadas. La Definitive Edition del primer Xenoblade, lanzada hace un par de años en la propia Switch, ya integró un importante número de mejoras y conveniencias más allá de los retoques gráficos, como nuevos indicadores de misión para establecer objetivos, marcar rutas o indicar la posición de objetos y personajes innecesariamente esquivos en la versión de Wii.

Son comodidades heredadas por Xenoblade 3, que ofrece la mejor interfaz hasta la fecha. La cantidad de menús y opciones puede intimidar al principio, y más al ver que se sigue ampliando con el paso de las horas —incluso retiene temporalmente cosas tan básicas como el cambio de hora para no saturar—. Pero casi todo termina siendo útil en un momento u otro, desde el rastro de luz que nos indica el camino hasta la posibilidad de personalizar accesos directos a submenús, la clara organización de las misiones o las dos versiones del mapa (a pantalla completa o superpuesto) que se completa sobre la marcha y permite identificar puntos de interés o acciones variadas.

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Avanzar por la trama no tiene complicación ni necesita gran parte de estas funciones. Pero antes, cuando dijimos que llevábamos más treinta horas, no nos referíamos a treinta horas de progreso principal. Probablemente en veinte podríamos llegar al mismo sitio si nos dedicásemos a seguir los indicadores rojos que marcan el camino (frente a los verdes de secundarias y amarillos de otras especiales). Pero una vez hechas las introducciones importantes, el juego se abre y empieza a ofrecer más y más alternativas. Misiones, recolecciones, personajes nuevos e incluso zonas de gran tamaño al margen de ese camino que nos llevará, algún día, hacia los créditos.

Ahí es donde entra el valor del mapa, los rastreadores y otras ventajas. Aun a falta de ver todavía un buen porcentaje del mismo, ya podemos asegurar que Xenoblade 3 es un juego enorme. No podría ser de otro modo llevando ese nombre. Pero también es un juego que sabe orientarnos a través de sus muchas posibilidades cuando se trata de la exploración y el cumplimiento de las tareas. No obstante, sí creemos que puede haber un punto potencialmente contencioso en la parte jugable, al menos para algunos jugadores. Y reside en el combate y el abanico de sistemas involucrados.

Captura en modo portátil
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Captura en modo portátil

Hoy no vamos a explicar todo porque, por un lado, aún tenemos horas de juego por delante; y por otro, profundizar requeriría un texto dedicado. Así que vamos a resumirlo así: en Xenoblade 3, los personajes siguen luchando con ataques automáticos y artes manuales como en los anteriores. Pero en Xenoblade 3, además de dar órdenes o depender de la IA, podemos controlar cualquier compañero en cualquier momento. Y también cambiar la clase de todos ellos para elaborar diferentes equipos (si queremos maximizar ataque o ser más precavidos y aumentar el número de los que tienen funciones curativas porque encima esta vez solo ellos reviven a los aliados caídos).

Pero la cosa sigue. Porque cambiar de clase cambia las artes normales, ejecutadas con el Joy-Con derecho, pero también sirve para aprender y colocar otras en la parte izquierda de la interfaz (ejecutadas con el Joy-Con izquierdo) que no solo se activan de forma independiente como las originales, también forman artes de fusión al cargar y ejecutar a la vez dos opuestas. Esto, además de aumentar la efectividad, sirve para aumentar el nivel de vínculo entre los dos personajes que, luego, se pueden fusionar temporalmente para luchar con una especie de mecha llamado Uróboro.

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Estos Uróboros tienen sus propias artes y un árbol de mejoras, que se unen a la personalización de los personajes en su forma normal: artes, bonus pasivos, accesorios o gemas que regresan desde el primer Xenoblade. También regresan, cómo no, los combos (desprotección, derribo, lanzamiento) y las cadenas que detienen la acción (quizá demasiado) para elegir ataques durante varios turnos. Y a eso se añaden más mecánicas, como la invocación de áreas que proporcionan beneficios acumulativos (recuperar vida, aumentar ataque, defensa, evasión...) si situamos a los personajes en ellas. Es bastante para procesar, tanto a la hora de gestionar menús como en medio del combate, cuando la pantalla se llena de enemigos, efectos y números.

A estas alturas, tras esas comentadas treinta horas, todo ha empezado a encajar de forma natural, pero la fricción inicial es difícil de evitar. E incluso a la larga, resulta cuestionable hasta qué punto necesita tantas variables, tanta personalización. Porque lo cierto es que Xenoblade 3 no es particularmente exigente, al menos en lo que llevamos jugado en modo normal, así que se pueden obviar partes de este entramado. También existe un modo fácil y otro difícil, intercambiables en cualquier momento, e incluso una opción de autobatalla activable y desactivable con un botón. Pero eso sí, contra jefes no funciona, y contra enemigos corrientes sigue dependiendo de la preparación previa (no solo niveles), así que el juego tampoco se va a superar solo.

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Un retorcido ciclo de la vida

Ahondaremos más en eso llegado el análisis, pero ahora no queríamos cerrar sin tratar algo el argumento. Aunque lo primero que tenemos que decir, irónicamente, es que no podemos decir mucho sobre la conexiones con Xenoblade anteriores. Cualquiera que los haya jugado ya habrá detectado algunas en tráileres y material promocional. Pero al igual que Xenoblade 2 en su día, Xenoblade 3 dedica la mayor parte de sus esfuerzos a contar una historia nueva con personajes nuevos; así que, salvo cambio más adelante, parece que será indicado para que un recién llegado a la saga se inicie sin necesidad de jugar los anteriores (si bien para aquellos que lo hayan hecho, muchas cosas cobrarán un significado extra, así que siempre es recomendable).

De lo que sí podemos hablar hoy, y nos interesa más, es de la premisa propia de este juego. El por qué de lanzarse a la aventura mucho antes de descubrir esos misterios insondables que dan forma al mundo desde la sombras. Una de las escenas más tempranas, durante la primera hora del juego, nos enseña un baño en grupo al regreso de una batalla. Eunie, la única mujer del equipo, se desnuda y se pone a remojo junto a Noah y Lanz, sus compañeros masculinos. Pero no hay pudor, ni ninguna connotación sexual en sus reacciones o la forma en la que la cámara enfoca la escena. Es parte de la rutina, un día más donde tres amigos pueden relajarse tras una victoria.

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Este momento es interesante por dos motivos. El primero, porque reenfoca de forma bastante efectiva el tono después de Xenoblade 2, donde una escena así se aprovecharía para hacer humor a partir de la incomodidad de una o ambas partes. El segundo, más importante, porque ilustra el peculiar statu quo del mundo de Xenoblade 3: creados en masa y con una expectativa de vida máxima de diez años, estos soldados existen por y para la guerra sin considerar nociones como amor o sexo. Su único propósito es servir a su colonia, ayudar a sus compañeros y, en el mejor de los casos, ser despedidos como héroes cuando se agote su tiempo.

Para la inmensa mayoría, así es como funciona el mundo y pensar en la supervivencia o el ascenso de la colonia a la que pertenecen es más que suficiente para dar sentido a sus fugaces existencias. Pero para el jugador y algunos de los protagonistas, está claro que algo falla. Que la vida puede y debe ser algo más que una lucha constante desde la infancia hasta la muerte. Al margen de la ciencia ficción y las conspiraciones elaboradas que un Xeno siempre termina sacando, si hay algo que eleva a Xenoblade 3 en lo que llevamos es hasta qué punto la premisa ayuda a humanizar sus personajes más allá de su participación y comentarios abiertos sobre la guerra.

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Noah (protagonista que deja atrás la ingenuidad de Rex para anclar el grupo sobre un héroe más maduro como Shulk) y Mio son Eximios, un cargo que consiste en despedir a los caídos tocando la flauta después de cada batalla. Es una idea que da pie a varias secuencias de gran belleza, y también se convierte en una mecánica con utilidad durante la exploración (encontrar y despedir cadáveres por el mapa aumenta la afinidad con colonias cercanas), pero va más allá. En una escena demasiado tardía como para mostrarla o incluso detallarla, este instrumento sirve para reafirmar la conexión no solo entre ellos dos, sino con su pasado y su mortalidad.

Es un momento de gran trascendencia, aunque no por revelar algún misterio impactante o hilar de vuelta hacia otra entrega. En videojuegos, y en especial JRPG, es sumamente fácil caer en un melodrama plano al usar la muerte por su valor efectista, para sacudir al grupo como un bofetón en la cara. Como una tragedia repentina que intenta dar más gravedad a la historia o cambiar la motivación de los personajes. Pero rara es la vez donde se nos sienta a pensar sobre ello no a posteriori, o como la posibilidad ante una batalla inminente, sino como una certeza natural. La inevitabilidad hacia la que conduce toda vida desde el momento en el que existe.

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Xenoblade 3, por supuesto, tiene su ración de melodrama y humor desenfadado. Incluso nopon haciendo cosas de nopon (aunque de forma menos irritable que en otras ocasiones). Pero es en esos momentos de contemplación hacia el futuro, de búsqueda de significado para paliar el vacío existencial de la vida que se agota, cuando evidencia las pretensiones más adultas de Monolith Soft. Podría haber salido mal, y todavía puede hacerlo teniendo en cuenta que nos queda bastante camino por andar; pero de momento es una línea que el juego sabe andar gracias al guion, el doblaje, la música e incluso las animaciones, más naturales que en entregas previas (sobre todo cuando se trata de pequeños detalles como el movimiento de los ojos).

Aimee-Ffion Edwards, la actriz encargada de doblar a Mio, hace un trabajo tan bueno que no hemos podido evitar curiosear su nombre en un menú dedicado a ello (y, curiosamente, descubrir que este año también dio voz a la bruja Ranni en Elden Ring). Aunque sobre el equipo de compositores liderado por Yasunori Mitsuda (Chrono Trigger, Xenogears) seguro que sobran las presentaciones. La música ensalza cada secuencia, combate o sesión de exploración, y a menudo también incorpora la flauta como uno de sus instrumentos centrales. Es un aspecto al que cuesta hacer justicia con palabras, así que cerraremos con una pequeña colección de clips donde hemos silenciado voces y efectos para que os podáis recrear mejor en la banda sonora.

Para todo lo demás, nos vemos a finales de mes. Cuando ya sí toque el análisis.

Xenoblade Chronicles 3

  • NSW
  • Acción
  • RPG

Xenoblade Chronicles 3 es un videojuego de acción RPG a cargo de Monolith Soft y Nintendo para Switch. Este título muestra el futuro compartido de Xenoblade Chronicles y Xenoblade Chronicles 2, y te transporta al mundo de Aionios, hogar de dos naciones enfrentadas. Seis soldados, procedentes de ambas naciones, protagonizarán este épico relato cuyo tema central es la vida.

Carátula de Xenoblade Chronicles 3
9.4