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Overlord: La leyenda siniestra

Overlord: La leyenda siniestra

Dioses y esbirros

Recuperando lo mejor de las ediciones de PC, Codemasters ha decidido que los pequeños bichejos de Overlord también tienen cabida en una consola como Wii sin sacrificar calidad gráfica, jugabilidad ni ese característico sentido del humor que se ha aupado entre los más vendidos durante meses en el caso de la aventura original. La Leyenda Siniestra aparece en la consola de Nintendo para demostrar que el wiimote y el nunchuk son igual de válidos que cualquier ratón al uso. Especialmente cuando se trata de hacer el mal.

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Alto es el peaje que ha de abonar cualquier compañía en Wii. No tanto por las condiciones técnicas de la consola de Nintendo como por la tozudez de la mayoría de desarrolladoras para comprender que existe una fórmula, un sistema asequible -para muchos infalible- que nunca falla. Es tan fácil como seguir siempre la misma línea de trabajo, que a grandes rasgos es lo que ha venido haciendo Codemasters hasta la fecha. El deseo de llevar la franquicia más importante de la compañía a todas las consolas ha impulsado un cambio drástico en la serie que fue recibido con aplausos por los aficionados de la misma. Puede que resulte curioso pero, a la hora de la verdad, Overlord se ha convertido en un título que gracias a sus características particulares sabe ganarse al público que disfruta de sus virtudes.

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La gran pregunta que se planteaba la comunidad de aficionados pasaba más por saber cómo se iba a realizar la conversión, hacia qué dirección pretendería dirigirse una serie que hasta la fecha ha apostado por satisfacer a los jugadores más habituados al género. Cuál sería la sorpresa cuando se confirmó oficialmente que sería Climax Studios el equipo encargado de llevar a buen puerto esta aventura, y que para ello se comenzaría por buscar un nuevo guión que, sin modificar la esencia del título original, supiese exprimir las posibilidades de Wii sin rehuir de ciertos aspectos fundamentales para la misma. Adaptar el estilo gráfico de una gran producción destinada a compatibles es una tarea exigente que ha requerido varios años de gestación, el suficiente como para garantizar al público disfrutar de un videojuego a la altura de las circunstancias.

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La Leyenda Siniestra sabe cuál es el sendero adecuado que ha de tomar para asegurar el éxito en el mercado. Codemasters lo tuvo claro desde el primer momento; era necesario realizar una aventura profunda, divertida, agradable a la vista. El sentido del humor es una garantía de uso que por el momento sigue contando con destellos de genialidad, un hecho que desde aquí sólo se puede aplaudir de cara a que en el futuro se siga la misma tendencia. Hay detalles que merman la calidad de esta adaptación, parece que de este hándicap no se libra ni la producción más ambiciosa del mercado. Sin llegar a destaparse como una obra de autor en ningún sentido, Overlord en Wii sabe potenciar los fundamentos de su homónimo sin desmerecer en ningún sentido, si bien lo hace tomándose la licencia de sacrificar vistosidad técnica en pos de que la jugabilidad no se resienta a la larga.

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El señor del mal
El nacimiento de un pequeño ha alterado la paz del Inframundo. Una extraña criatura le recibe en su nacimiento, asegurando que al cumplir los 16 años su vida cambiará drásticamente respecto a todo lo que conocía anteriormente. La visión, que sólo puede identificar como un sueño difuminado con el paso del tiempo, acaba convirtiéndose en realidad. Antes de que se desatara la locura en el reino del joven muchacho, su padre se ve obligado a defender el castillo que pertenece a la familia desde tiempos inmemoriales sin obtener el éxito en ninguna de sus aventuras. El oro escasea, la reputación de los miembros de la aldea ha caído en picado. La situación es terminal, nadie parece ser capaz de devolver el esplendor perdido a su lugar, menos aun con constantes ataques enemigos que parecen decididos a derrumbar el trabajo del pasado.

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El héroe de la aventura asiste a estos hechos impasibles. Nada puede hacer para enmendar la situación, o al menos no hasta que cumple la mayoría de edad en el reino. Durante la fiesta de su cumpleaños recibe el aviso de un cocinero que le comunica que un regalo le aguarda oculto, uno especialmente importante para el devenir de su existencia. El protagonista acude raudo para descubrir un extraño guante metálico dentro de una cómica envoltura. La contempla durante unos segundos, luego la enfunda, sin tener idea de cuál es su uso. Por suerte los temibles hermanos que han de custodiar su seguridad se han desentendido por completo de él, momento que aprovecha para pegar su mano en la cerradura de una enigmática puerta. De aquí en adelante, el resto es historia.

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Él es el hijo de un afamado Rey que ha perdido todo el poder que tenía. Ellos un ejército del Inframundo que parece destinado a caer bajo sus órdenes. La cara oscura del joven termina de cubrirse al encontrar una armadura oscura levitando en el núcleo malvado del castillo, donde un consejero -que bien se podría identificar con un gremlin cualquiera- afirma haber estado esperando durante la última década. Ha tomado una siesta que le ha ayudado a ver el futuro con esperanza, ya que en sus adentros sólo tiene un objetivo: dominar el mundo. Este curioso ser es el que guía al héroe durante los primeros compases de la aventura mediante un tutorial básico, aunque con el paso del tiempo se convertirá en el compañero inseparable -desde la distancia- del nuevo Rey del Mal.

Si los primeros compases de juego parecen sencillos, sólo es cuestión de adentrarse en la aventura para conocer a qué clase de videojuego nos enfrentamos en realidad. Una vez conocemos los objetivos del personaje principal el camino parece allanarse por sí mismo, pronto descubrimos que nuestra primera misión pasa por derrotar a un extraño grupo de enanos que ha decidido sublevarse contra las fuerzas del castillo. Como era de esperar nadie parece estar dispuesto a pelear más de la cuenta, por lo que sólo un héroe será capaz de librar al pueblo del peligro que acecha. Claro que para hacerlo no es necesario un gran dominio de la comprensión humana, del respeto o de cualquier otra zarandaja semejante; aquí lo único que importa es derrotar al que ha causado el problema… Ya se sabe que el fin justifica los medios. 

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Es aquí donde los Minions, esas criaturas que acompañan al héroe desde los primeros compases de juego, entran en acción. De hecho pocas veces seremos testigos de un ataque cuerpo a cuerpo entre el Rey del Mal y sus enemigos. Los únicos que pierden la vida son los súbditos, los esclavos que han sido destinados a dar su vida por un señor que apenas conocen, si bien les permite disfrazarse con toda clase de atuendos y harapos, a cada cual más ridículo. El sentido del humor de La Leyenda Siniestra se mantiene en el mismo nivel que en anteriores entregas, siempre busca ese gag divertido que nadie espera, una contestación ingeniosa o una escena altruista para escapar de las convenciones habituales del género. La ambientación nada tiene que envidiar a sus homónimos, como tampoco el mecanismo de juego.

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Actuando como Dios
El rol del señor del mal no puede ser otro que generar caos allá por donde pasa. Esta es una de las señas características de Overlord, aunque la forma de plasmarlo en escena no es exactamente la misma que se podría imaginar en un primer momento. Al comenzar la partida descubrimos el sistema de control, que básicamente invita al jugador a tomar el nunchuk para los movimientos y el wiimote para las órdenes precisas. El segundo cuenta con una mira que se debe emplear de cara a que los Minions se dirijan al lugar deseado, una acción que se realiza sin apenas problemas gracias a la precisión que éste ofrece. A bote pronto existen dos clases de criaturas; las marrones, adecuadas al cuerpo a cuerpo, y las rojas, que se adaptan con facilidad al fuego. Sólo podemos llevar a un número limitado de Minions a nuestro lado que aumenta a medida que transcurre la partida, por lo que es menester organizar los ataques estratégicamente.

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Los primeros compases son bastante sencillos, apenas exigen una gran concentración para destrozar todo lo que se encuentra a nuestro alrededor. Con el puntero hemos de seleccionar el destino al que nos interesa que se aproximen los Minions, ya que ellos mismos se encargan de derrumbar el escenario de marras que nos interese eliminar del mapa. Lo mismo sucede con la mayoría de los enemigos, que en las proximidades de las criaturas se limitan a huir sin prestar demasiada atención al héroe principal. Para realizar las acciones principales basta con seleccionar las unidades para que automáticamente acudan hacia donde hemos indicado, aunque también contamos con la posibilidad de manejarlas a nuestro antojo, manteniendo el botón pulsado por un sendero concreto.

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La variedad de acciones no debería sorprender a ningún usuario que haya disfrutado de las bondades de Overlord en el pasado, ya que en esencia la gran mayoría se mantiene inalterable. No sólo podemos atacar con estas criaturas; también es posible hacer uso del enorme hacha que porta el protagonista, así como de hechizos mágicos que en su gran mayoría sirven para dar soporte a los Minions mientras atacan. Es evidente que a Climax Studios no se le ha escapado el buen trabajo de Miyamoto al frente de Pikmin, dado que son frecuentes las reminiscencias hacia esta franquicia, no sólo en el control, sino también en el propio sentido del humor del argumento.

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Los Minions también son necesarios para forzar un mecanismo para abrir una puerta, para apagar un fuego o para realizar alguna acción en concreto que nos beneficie con algún tesoro, aunque para ello tendremos que buscar concienzudamente por los escenarios que tenemos a nuestra disposición.  Estas situaciones requieren un uso estratégico de las unidades, por lo que si varios enemigos están encaramados a un precipicio es necesario fijar un punto de asentamiento que las criaturas nunca abandonan para distraer la atención de los bandidos. La variedad de recursos se va agotando con el paso del tiempo, tan pronto comienza a subir la exigencia de las partidas. Exactamente en la misma línea que Little King's Story -otro que bebe de los mismos recursos que este Overlord-, no se puede decir que la estrategia sea el punto más fuerte del título, si bien sí hay que aplaudir su presencia.

Lo mismo sucede con las rutas alternativas que han de tomar las criaturas en momentos determinados, cuando la orografía del terreno así lo exige, en otro ejemplo de pensar antes de atacar. Hay muchas situaciones similares a estas que fuerzan al jugador a descubrir todos los tesoros que se esconden dentro del enorme mapeado del reino, que por desgracia no acaba de ser todo lo libre que podría. Los tiempos de carga aparecen con bastante frecuencia, sin llegar a empañar las sensaciones que transmite el cuidado apartado gráfico. Por desgracia la Inteligencia Artificial de los Minions no siempre está a la altura de lo que podemos exigirles. Si la dificultad del juego no pone a prueba nuestro nivel, sí que lo hace el control en determinadas situaciones, aunque todo es cuestión de acostumbrarse a él.

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Sin profundizar en la técnica
Si Overlord sabe respetar una característica de sus antecesores, ésta es la apariencia técnica. Resulta sorprendente ver cómo el motor gráfico apenas ha variado respecto a la versión de compatibles -siempre en la medida de lo coherente-. Se ha reducido el número de enemigos en pantalla, pero el nivel de los decorados, la variedad de escenarios y de personajes secundarios se mantiene ahí. También las escenas que narran situaciones cómicas o trascendentales para el argumento, en otra de las muchas reminiscencias que podemos encontrar con Fable. Son muchos los títulos que han servido de inspiración para esta Leyenda Siniestra, como bien podemos comprobar cuando decidimos invertir nuestro dinero en hacer subir de nivel a los acompañantes que nos siguen en todo momento.

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Para conseguir una nueva armadura, arsenal u objetos secretos no queda otro remedio que desembolsar el dinero que obtenemos al destruir atrezos o al abrir baúles. El sistema es parte de un todo, es prácticamente imposible hacer subir de nivel a los Minions sin pasar por la trama principal, que por otro lado es también esencial para abrir el grueso del mapeado. Hay mucho territorio para recorrer, muchos niveles que exigen nuestra presencia en varias ocasiones, por lo que nadie debería tener miedo a terminar la aventura de forma precipitada. No existe ningún motivo para recomendar esto más allá de determinadas taras que inevitable lastran el desarrollo de Overlord en Wii, entre ellas la ausencia de un modo cooperativo al uso que permita ampliar la vida útil del juego con algún compañero.

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La jugabilidad va ganando enteros a medida que transcurren las horas jugadas. El tutorial se va abriendo pase a cada nueva habilidad que descubrimos, aunque en cualquier caso por norma general tampoco requieren demasiada explicación. Nuestro principal cometido es el de extraer Minions del Inframundo para emplearlos de cara a solucionar las misiones que se proponen. En este recorrido hemos centrado nuestra atención en las deficiencias de la IA de las criaturas, como también en algunos defectos gráficos que principalmente no van más allá de algunas ralentizaciones, bajadas en la tasa de frames y demás desperfectos causados por un motor gráfico notable, pero que no pasa de esta calificación. Dentro de esta síntesis hay que incluir la cámara, que inexplicablemente nos juega alguna que otra mala pasada según le viene en gana.

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Siempre hay cosas que hacer durante la aventura. Encontramos un número muy interesante de misiones secundarias, de posibilidades a realizar dentro de cada una de ellas, objetos por descubrir, etcétera. Es difícil cansarse de esta propuesta si lo que andamos buscando es un título duradero, con vistas a pasar horas delante de la consola sin agotar sus recursos, aunque por otro lado tampoco vamos a hallar ninguna propiedad que no se conozca de Overlord anteriormente. Destacar también el uso del wiimote en determinadas actividades, léase la necesidad de hacer que un Minion explote ante una barrera de pinchos.

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Sacudir el mando, lanzarle bruscamente contra el suelo para que encuentre un final terrible; nada que una criatura no haya visto nunca antes en esta franquicia. Lo que realmente atañe a esta versión en cuanto a calidad gráfica, sensaciones jugables, riqueza argumental es la agradable experiencia jugable que queda tras de sí cuando hemos agotado todos sus cartuchos. Tampoco podemos olvidar que el sentido del humor toma aquí un papel especialmente importante de cara a divertir al jugador.

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7

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.