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Army Corps of Hell

Army Corps of Hell

Pikmins infernales

Square Enix debuta en Vita, y no lo hace con un remake o spin-off de Final Fantasy u otra de sus sagas más conocidas. Army Corps of Hell despliega un ejército de criaturas del infierno entre las que tendremos que abrirnos paso, como Señor del Inframundo, comandando un ejército de Goblins sedientos de sangre que nos ayudarán a recuperar el trono.

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Esta es la historia de un Señor de los Infiernos que fue apartado de su trono, desterrado y acabó arrojado al mismísimo inframundo. De cómo reclutó una horda de estúpidos Goblins, los adiestró a sangre y fuego, convirtió en sus fieles lacayos y a ritmo de Black Metal acabó transformándolos en un ejército de fieros guerreros con los que atravesar las yermas tierras infernales y reclamar de vuelta aquello que había sido suyo por derecho. Y todo ello en clave de humor, por supuesto. Choca y -a la vez dice bastante- que Square Enix debute con un título de este corte en una nueva portátil, más cuando hemos visto su historial de remakes y reediciones en PSP o DS: un híbrido entre la acción y la estrategia que bebe de juegos como Pikmin o Patapon con una ambientación demoníaca en la línea de Overlord, plagada de humor negro y una inspirada estética.

Las primeras partidas con Corps of Hell, especialmente si venimos de haber probado los títulos técnicamente más espectaculares de PS Vita, nos dejarán bastante fríos: en lo visual no es precisamente lo que esperaríamos de una máquina tan potente como demostración de fuerza en su primera hornada de juegos. La acción tiene lugar en una sucesión de estancias conectadas entre sí en las que tendremos que derrotar a todos los enemigos que encontremos antes de avanzar a la siguiente. Los escenarios están muy vacíos, apenas un trozo de tierra que cambia de color, diferentes obstáculos y distintos enemigos, versiones modificadas de una plantilla base con ciertos requisitos, hasta llegar al jefe final, donde sí hay más mimo visual. Los modelados tampoco son espectaculares, pero el diseño en cambio ayuda bastante a que este apartado técnico justito tenga carisma y personalidad.

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Para ponernos en situación, controlamos a una horda de Goblins -pésimamente traducido como Duendes- de tamaño variable y tres tipos -infantería, lanceros y magos- y comandándolos, debemos derrotar a los monstruos que nos salen al paso. Tan sencillo como eso. El jugador tiene representación en el juego con el Rey del Infierno, es decir, está físicamente presente en la batalla, rodeado y flanqueado por sus acólitos pero no podrá atacar directamente. La partida no acaba hasta que él muere, ya que puede revivir a los Goblins durante unos segundos después de haber caido, o reclutar más en jaulas que habrá esparcidas por el mapeado. Es un personaje interesante, con su máscara calavérica, capa y levitando para desplazarse, pero no por ello exento de humor negro: las frases entre nivel nivel de las conversaciones que mantiene con los Duendes, y su relación amor-odio son para enmarcar.

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El control está bien implementado. Un analógico nos servirá para desplazarnos junto a nuestra legión mientras que con el otro rotaremos la cámara, un gatillo hará que los Goblins entren en formación de combate -de orbe -circular- para la infantería, cuña para los lanceros y falange para los magos, lo que nos reportará ventajas y bonificaciones al ataque, ofensiva que lanzaremos con el otro gatillo. La infantería pasa por ser rápida y efectiva en la corta distancia, capaz de ejecutar un ataque de salva en grupo aunque no tiene apenas rango, algo con lo que sí cuentan los lanceros que recorrerán la pantalla entera si es preciso, cargando en busca de un enemigo al que empalar. Los magos pasan por ser la elección para los ataques a distancia o para hacer frente a enemigos envueltos en llamas o que nos dañarán al tocarlos, con proyectiles mágicos que se pueden cargar durante varios segundos -oiremos su canto- para inflingir mayor castigo. El control se completa con X para realizar un "dash" o un pequeño movimiento rápido hacia el lado que elijamos, y el resto de los botones para cambiar entre el tipo de Goblins al que convocaremos para la vanguardia de la formación.

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El repertorio de monstruos rivales pasa por ser bastante escaso, es una pena, y veremos desfilar versiones ligeramente modificadas de ellos -por ejemplo, con protecciones o envueltos en llamas para evitar nuestra infantería y lanceros, o variantes con atributos diferentes como lanzar rayos-. Estos seres del inframundo se puden consultar después en un compendio demoníaco que hace las veces de bestiario, registrando además el número de muertes que hemos sumado de cada tipo así como los objetos que podremos recoger al deshacernos de ellos. Y es que con estos objetos tendremos acceso, mediante la alquimia, a poder crear nuevas armas, armaduras, vestuario y báculos mágicos con los que equipar a nuestros bichillos, así como un objeto especial que portará nuestro avatar y que tendrá un efecto especial. Como señor del mal podremos hacer sonar tambores, cornetas y guitarras para insuflar ánimo en nuestra tropa y concederle ventajas temporales -bonificaciones al ataque, defensa, rescatarnos en situaciones comprometidas, restituir su salud e incluso resucitarlos-, instrumentos forjados a partir de materiales como huesos de calavera, cuernos de dragón, pelo chamuscado o piel de serpiente.

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La música es uno de los mejores apartados de Army Corps. Rock y Metal con guitarras energéticas y voces que representan perfectamente la alianza entre este género musical y el infierno que siempre se ha establecido y que tan bien han retratado otros juegos como Brutal Legend. A medida que vamos superando niveles, nuestra pequeña armada crecerá en número más y más, los equiparemos con mejores espadas, lanzas y báculos, incluso con túnicas mágicas y armaduras con resistencia a ataques elementales -"Si no os conociese me creería que sois guerreros y todo!"- y podremos escoger el número de cada grupo que nuestra falange incluirá, con cierto componente estratégico al principio de cada nivel. Tampoco vamos a ser injustos; resulta divertido y entretenido al principio y hay cierta sensación de recompensa y progresión.

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Pero todo este correcto planteamiento acaba lastrado por un desarrollo repetitivo, muy repetitivo, que apenas consiste en recorrer estancia tras estancia limpiando las salas de enemigos clónicos, de una u otra manera y con una tropa específica dependiendo de su perfil, recoger los objetos que dejan, y así sucesivamene hasta enfrentarnos al jefe final. Algunos de ellos sí que requieren diseñar una estrategia concreta, pero también acaban afectados por este mal vicio de clonarlos añadiendo alguna característica distina. El único impulso por seguir juntando, llegados a cierto momento, es el humor que transmiten los Goblins, sus follones con el Señor del Infierno y escuchar la música que se vierte de las guitarras. El justito apartado gráfico tampoco ayuda. Para alargar su vida, se ha incluído un modo multijugador para 4 jugadores, Ad hoc, que añade un toque bastante fresco: se trata de recorrer los mismos niveles del modo principal, con el aliciente de tener 4 hordas con sus 4 señores del mal en el mapeado y poder cooperar en tácticas coordinadas o robar los Goblins y las recompensas del rival, si queremos.

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En definitiva, un título correcto que puede aportar buenos momentos pero que comete los pecados arriba descritos, bajando enteros la experiencia. Buena opción para los que gusten del género o para los que quieran debutar en él en un título simpático, con personalidad, y poco exigente en su acercamiento estratégico.

- El humor negro y la ambientación infernal.
- La banda sonora metalera.
- Estrategia y acción combinadas de forma accesible.
- El multijugador a cuatro, un acercamiento diferente.

6.5

Correcto

No es lo último ni lo más original, tampoco cuenta con la mejor ejecución, pero puede divertir si te gusta el género. Bien, pero mejorable. Cómpralo si te gusta el género y te gusta tenerlos todos.