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Cine

‘Presence’. No estuvo en los Oscar, pero es una de las mejores y más originales películas de 2024

Steven Soderbergh da una vuelta de tuerca a la clásica historia de casa embrujada con una propuesta tan arriesgada como satisfactoria

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El cine actual, como la cultura en general, vive bajo la servidumbre de dinero que premia proyectos seguros frente a las apuestas más arriesgadas. Se repiten los títulos (secuelas y remakes) hasta la saciedad y se clonan esquemas de éxito, así que vemos una mil y veces la misma película con distintas caras y diversos escenarios.

Así que cuando alguien se sale de la carretera y dice que aún hay terreno por explorar, aunque no salga bien, es ya una noticia para alabar. Si además el experimento es positivo, toca celebrarlo. En esta categoría encaja ‘Presence’, la última película de Steven Soderbergh, una historia sobre una casa encantada que no tiene nada que ver con lo visto anteriormente en el género.

Uno sale de la proyección con la misma sensación que cuando vio ‘El sexto sentido’: me han contado una buena historia, de una manera diferente, sin necesidad de grandes artificios y en la que el talento se ha impuesto a todo. La diferencia con M. Night Shyamalan es que Soderbergh (’Traffic’, ‘Erin BrocKovich’, ‘Sexo, mentiras y cintas de vídeo’) no miente y deja las pistas suficientes para que un espectador atento sepa lo que está realmente sucediendo.

En ‘Presesence’ la cámara adopta la perspectiva de un fantasma, todo ocurre dentro de los límites de una casa que es comprada por una familia de buena posición. Como un voyeur invisible la entidad espía a los distintos miembros: la madre insensible y volcada en el trabajo, un padre cariñoso pero con poca personalidad, un hijo mimado y competitivo y por último una adolescente en problemas, que sufre una depresión por la pérdida de un par de amigas por sobredosis y con la que el fantasma establece una fuerte conexión.

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La trama se construye como una obra de teatro con un actor invisible, la presencia, pero a la que Soderbergh tiene la habilidad de dotar de personalidad por las reacciones que tiene ante los hechos que observa.

Solo otras dos figuras aparecen en escena: un amigo del hijo que mantiene una relación oculta con la hija y una médium que da las claves para entender quién está detrás del fenómeno paranormal.

Técnicamente, la cinta es magnética, la apuesta por la perspectiva en tercera persona deja que las actuaciones de Lucy Liu, Callina Lang, Chris Sullivan y Eddy Maday sean observadas desde fuera, pero ello solo acentúa el sentido de verdad que se desprende de la deconstrucción familiar. El director se ha tomado la cinta como un proyecto personal y se ha encargado también de las cámaras y del montaje.

Otro de sus grandes aciertos es que crea una atmósfera de angustia sin tener que recurrir a los trucos clásicos del género de terror, deja entrever qué va a pasar y el espectador se siente impotente ante ello, ya que, al igual que el fantasma, no tiene capacidad de incidir en la realidad que se muestra ante él. Ambos tienen las claves a las que los otros personajes no pueden acceder.

Un final muy al estilo del mejor M. Night Shyamalan culminan casi 90 minutos de buen cine; una obra minimalista en su forma, pero excelsa en el resultado. Demostración palmaria de que el talento no depende del dinero y que aún quedan por ahí flotando buenas ideas esperando que algunos genios las recojan.

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