Crítica de La tregua: franquistas y republicanos, unidos en el gulag
Miguel Herrán protagoniza la última película de Miguel Ángel Vivas que llega a los cines este 10 de octubre. Un drama con buenas intenciones y desigual resultado.
Ante la polarización, conciliación. Una moraleja quizás algo burda pero que es el punto de partida e hilo conductor de ‘La tregua’ (2025), la nueva película de Miguel Ángel Vivas (Extinction, 2015) que llega a los cines este 10 de octubre. Protagonizada por Miguel Herrán (’La casa de papel’, ‘Modelo 77′) y Arón Piper (’Élite’, ‘El correo’), está inspirada en la historia real de presos españoles en un gulag soviético de la estepa de Kazajistán durante la II Guerra Mundial, donde soldados republicanos y voluntarios de la División Azul, enemigos en la Guerra Civil, debieron unir fuerzas para sobrevivir al frío, el hambre y el horror.
Aunque la presentación de la historia parece enfocada a las vivencias de los soldados republicanos, los primeros en llegar al campo de concentración kazajo -maravillosamente recreado en Vizcaya y Álava-, la entrada de los divisionarios azules al final del primer acto cambia el rumbo de la trama de forma acertada, aunque se vuelva algo repetitiva. La adaptación al horror pasa a un segundo plano y la mirada se pone en la convivencia entre los dos grupos a lo largo de las dos horas y media de película, probablemente su mayor pecado.
La aparición de Herrán como líder de los miembros de la División Azul, entre los que también está un fantástico Javier Pereira (’Que Dios nos perdone’, ’Stockholm’), no es baladí. Se busca crear apego hacia los falangistas y pocos como Herrán despiertan tanta simpatía entre el gran público tras su papel como Río, el chico bueno de ‘La casa de papel’. Su interpretación, más que solvente, evidencia que a Piper, la otra estrella televisiva del film, todavía le quedan algunas tablas para resolver papeles de más profundidad, aunque va por buen camino.
Los trabajos forzados en las minas, las torturas, el frío y la hambruna serán capitales para entender cómo la unión emocional por volver a España superaba a la ideología en este drama de tinte carcelario que en cierto punto da la impresión de homenajear a un clásico como ‘La gran evasión’ (John Sturges, 1963), pero que se acerca más a la olvidada y olvidable ‘La guerra de Hart’ (Gregory Hoblit, 2002). Probablemente, la subtrama de la fuga, que alarga en exceso la película, sea lo peor de un film de una gran facturación artística, actuaciones por encima de las expectativas y un mensaje que, aunque repetitivo, es más que necesario en estos tiempos.
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