Mulaka

  • PlataformaNSWPCPS47XBO
  • GéneroAcción, Aventura
  • DesarrolladorLienzo
  • Lanzamiento27/02/2018
  • TextoEspañol
  • EditorLienzo

Mulaka, Análisis

Mulaka, un chamán de la tribu mexicana de los rarámuri, se enfrenta al demonio Terégori para salvar a su pueblo. Con tal fin, el sukurúame deberá ganarse el favor de los dioses, que le concederán habilidades imprescindibles para progresar en la aventura.

Mulaka, análisis

El videojuego goza de una capacidad única para implicar al jugador. A diferencia de otras artes, eminentemente pasivas, la ludoficción hace partícipe al usuario. Precisamente por esa característica diferencial, se nos antoja complejo encontrar un medio más idóneo para la divulgación cultural. Los videojuegos fomentan el aprendizaje activo, “que expone al receptor a operaciones intelectuales de orden superior como el análisis y la síntesis”, defiende la experta en educación Helena Sierra. Pese a dicho potencial, los videojuegos educativos no han calado entre el gran público, más allá de excepciones como Brain Training u otros exponentes de las Touch Generations. Muchos pecan de infoxicar al jugador y obvian su naturaleza lúdica. Mulaka, el juego que nos atañe, huye del tedio e intenta enseñar sin olvidarse de entretener.

La obra del estudio mexicano Lienzo aspira a transmitir conocimiento sobre la cultura tarahumara o rarámuri, una comunidad indígena del norte de México. Empero, en lugar de hastiar al jugador con cuadros de texto interminables o cinemáticas eternas, Mulaka filtra sus lecciones a través de la narración y la jugabilidad. Con mucho más tino que propuestas como Never Alone, el título de Lienzo reivindica que divertirse y aprender no son conceptos antagónicos. Y para reforzar su tesis, en la medida de sus posibilidades, exprime las capacidades exclusivas del videojuego.

Aprender jugando

Mulaka relata la historia de un sukurúame, una suerte de chamán que intenta salvar su tierra de la amenaza del demonio Terégori. Con tal fin, el protagonista recorre las sierras tarahumaras para hallar y ganarse el favor de varias deidades. Cada uno de estos dioses, si superamos sus pruebas, nos brinda una habilidad para mejorar en combate y/o progresar en la aventura. En suma, el estudio mexicano recurre a la clásica fórmula del viaje del héroe y a la lucha del bien contra el mal. Siempre efectiva, esta estructura sirve como aliciente para seguir jugando e, indirectamente, aprender más sobre la cultura de los rarámuri. Por ejemplo, no es casual que su protagonista sea un chamán, puesto que la religión es parte fundamental de esta comunidad chihuahuense.

Pero, como hemos mencionado anteriormente, Mulaka es algo más que un ejemplo de edutainment. En lo jugable, se trata de un título de acción y exploración en 3D muy solvente. A ese respecto, la obra de Lienzo bebe de Okami y las iteraciones tridimensionales de The Legend of Zelda. Es decir, Mulaka es una amalgama de géneros en la que convergen la aventura, la acción, los puzles, algún que otro matiz plataformero y grandes espacios por recorrer. De nuevo, su propio planteamiento lúdico sirve para nutrir nuestro concepto de los rarámuri. Que los combates y la exploración de vastos parajes sean los componentes principales de Mulaka ayuda a entender que la tribu protagonista es atlética y guerrera. Sin mediar palabra, Lienzo retrata con sutileza al pueblo tarahumara.

Los escenarios hacen las veces de mazmorras, puesto que cada área oculta un trío de llaves necesario para abrir la puerta del jefe final de turno. La exploración de estas tierras, basadas en una versión añeja del estado de Chihuahua, constituye el mejor ejemplo de cómo “educa” Mulaka. Escrutinando cada rincón, encontramos personajes que aportan contexto sobre el argumento, pero también sobre los rarámuri. También hallamos recursos para confeccionar pociones y armas de forma artesanal. Para crear curas es necesario recoger aloe, mientras que para fabricar bombas hay que acumular chía. A través de estas lógicas, Mulaka cuela una nueva idea: los tarahumara basan su supervivencia en la artesanía.

Todos estos detalles están vinculados al juego, por lo que el aprendizaje es orgánico, divertido y, sobre todo, invisible. Sin duda, Lienzo aprovecha al máximo el principio inglés de telling without telling, a saber, contar sin tener que decir nada. Las palabras sobran porque su argumento fantástico, cediendo un papel clave a la mitología autóctona, ya insiste en que los rarámuri son profundamente religiosos. Incluso guardar el progreso pasa por rezar una oración. Lo más sencillo sería transmitir dichos conocimientos mediante cinemáticas o una especie de códice aislado, pero eso sería renunciar al potencial del videojuego como medio. En ese sentido, su uso de los entornos y de los combates es harto meritorio.

Exploración y combates, más allá de la educación

Aunque los escenarios no son demasiado vastos y es difícil catalogarlo como sandbox, sí que son lo suficientemente grandes como para perderse u obviar algún ítem necesario. Para evitarlo, Lienzo dota al chamán de una visión prodigiosa, similar al modo detective de los Batman de Rocksteady. Este don destaca los elementos más significativos, aunque de forma sutil y orientativa, jamás intrusiva. Sin recurrir a burdas líneas de puntos, Lienzo guía al usuario orgánicamente. Tolera la exploración libre, pero no abandona al jugador a su suerte.

El combate es un elemento central en este indie, tanto desde la perspectiva mecánica como comunicativa. Todo el progreso, desde conseguir habilidades hasta avanzar en la trama, pasa por vencer en infinidad de lides. En múltiples momentos del juego, el escenario se cierra y aparecen varios enemigos, un planteamiento de las peleas muy similar al de Okami. El esquema de controles es bastante fácil de asimilar, con un botón dedicado a los golpes ligeros, otro para los fuertes y uno más para los ataques a distancia. Conforme se progresa, a ese abanico básico de acciones se le añade la opción de crear bombas o pociones, así como algunas habilidades centradas en la lucha. Las secciones de combate son bastante breves y asequibles, quizá demasiado.

Aunque las refriegas son interesantes, sufren por la escasa variedad de combos, una dificultad compasiva y una kinestésica pobre. Las batallas son entretenidas, pero las opciones de combate se antojan insuficientes pasadas las primeras horas. Como solo hay un modo de dificultad, las luchas en Mulaka desaprovechan el potencial de sus enemigos. Conscientes de estas limitaciones, en Lienzo han apostado por incluir una notable variedad de contrincantes, cada uno con sus propios patrones y debilidades. Hay rivales pequeños como los escorpiones, pero peligrosos por atacar en grupos numerosos. También adversarios capaces de volar o equipados con un escudo. Esas variantes dotan a las batallas de un mínimo de tensión adicional, la suficiente como para que el combate sea entretenido y fresco durante esta lacónica aventura. Sin embargo, estamos convencidos de que un sistema de combos más profundo y otros modos de dificultad enriquecerían sumamente la experiencia.

Pero los combates no son la única forma de impresionar a las deidades con el fin de luchar contra ellas y obtener nuevas habilidades. Algunas pruebas consisten en llegar a un punto determinado del mapa superando secciones plataformeras. Otras, más sesudas, incluyen puzles al estilo de Zelda. Sin ser demasiado complejos y con una única variante, estos rompecabezas son placenteros, especialmente aquellos que rompen con la jugabilidad habitual. Mulaka se cimenta sobre el combate, pero también se nutre de pequeños matices plataformeros y de la resolución de puzles. El conjunto, mucho más rico, resulta en una propuesta diversa y divertida. No obstante, su verdadero potencial lúdico radica en los enfrentamientos contra los jefes finales.

La diversidad de los enemigos comunes también se traslada a los jefes finales. Nuevamente, cada uno demanda prestar atención a sus patrones para definir estrategias efectivas. En la escala de dificultad que plantea Mulaka, los jefes constituyen un buen desafío. Son, desde luego, algo más que contrarios corrientes con mayor envergadura y más salud, recurso simplista de otros juegos al que Lienzo renuncia. Derrotar a los rivales finales, amén de abrir nuevas áreas que indagar, proporciona habilidades únicas al protagonista, desde correr hasta prolongar sus saltos convirtiéndose en una especie de ave. Vencer a estos dioses para ganarnos su apoyo y poder derrotar al malvado Terégori es, sin duda, una de las experiencias más gratas del juego, un punto culminante al final de cada zona.

Belleza low-poly

Concluir el análisis de Mulaka es, per se, todo un milagro. La obra de Lienzo fracasó en Kickstarter, pues apenas sumó 11.000 dólares de los 77.000 que requería el estudio mexicano. Empero, la ayuda del Instituto Chihuahuense de la Cultura posibilitó que el proyecto se materializara. La limitación presupuestaria es tan meritoria como evidente, ya que se explicita en algunas caídas de frames cuando se acumulan bastantes enemigos en la pantalla. A pesar de ello, su apartado audiovisual es precioso. En lo gráfico, sin llegar a la belleza de otros títulos low-poly como el reciente Fe, Mulaka goza de un aspecto colorido y atractivo. Como no podía ser de otra manera, apostar por este estilo, que resalta los polígonos, tiene una intención divulgativa. El arte de los tarahumara está plagado de formas geométricas, por lo que elegir la estética low-poly es completamente intencional. Otra muestra del mimo y la atención que Lienzo ha dedicado a la investigación de esta cultura indígena. 

Mulaka no se convertirá en el máximo estandarte del low-poly, puesto que acusa sus limitaciones económicas en el tratamiento de la iluminación y se siente muy vacío en las extensiones desérticas. Eso sí, este indie es capaz de deleitarnos con algunas estampas verdaderamente preciosas. Algo similar ocurre con la música, un acompañamiento correcto en la mayoría del juego, pero incapaz de generar emoción y tensión en los momentos más intensos del título. No obstante, la banda sonora es otra forma excelente de transmitir los ritmos del norte de México.

7

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.

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