Dani Molina, hasta Los Ángeles... ¿y más allá?: “Estar con 58 años sería brutal”
El campeón paralímpico de triatlón habla con AS sobre presente y futuro. “Seguiré hasta que los chavales me pasen por encima”, dice.


Nadie suele acertar su edad. “Mucha gente dice que no parece que tenga 50 años”, acepta Dani Molina, que en los últimos Juegos Paralímpicos se colgó el único oro que le faltaba. Hexacampeón del mundo y heptacampeón de Europa, el triatleta subió a lo más alto del podio tras una larga espera. Su categoría, la PTS3 (deportistas con coordinación moderadamente limitada en un lado del cuerpo o que carecen de extremidades), no entró en el programa de Río 2016 ni de Tokio 2020. En París, llegó su momento. Y estaba preparado. “Fue un camino por el desierto muy largo. Al final, te quedas sin becas y te encuentras solo. Yo decidí seguir adelante. Sobrevivir a base de buscar patrocinadores y colaboradores, siempre pensando en que en algún momento la categoría entraría en los Juegos”, recuerda el madrileño, ahora afincado en Guadalajara, que siempre tuvo el oro entre ceja y ceja. Colección completada.
Los que le quitan años no se pueden sentir culpables. Aparenta menos. Un buen puñado. Su físico denota un momento vital esplendoroso. Su carácter, también. Dice que “ya hay días en los que cuesta levantarse de la cama para entrenar”, pero en ningún momento de la entrevista pronuncia la palabra retirada. Quiere estar, sí o sí, en Los Ángeles 2028. Luego, no descarta nada. “Soy consciente de que, por detrás, los chavales vienen con mucha fuerza y que va a costar llegar, pero lucharemos por estar lo más arriba posible. ¿Por qué no luchar por otra medalla? Si es de oro, pues mucho mejor”, lanza Molina, que no ve imposible estar en Brisbane, en 2032. “Sería todo un hito. Llegar con 58 a los siguientes Juegos ya sería brutal. Nunca se sabe. En el mundo paralímpico, hay ejemplos de gente que con muchos años ha llegado muy lejos y, bueno, yo me mantengo muy bien”, añade mientras se va autoconvenciendo.
Con una carrera aún larga por delante, como si de un debutante se tratara, esta temporada, Dani ha planteado un “año de transición”. Consciente de su edad, pese a que su capacidad atlética lleve a confusión, quiere darse unos meses para “divertirse entrenando”. “Si queremos aguantar, hay que cambiar el chip y no sólo entrenar, entrenar y entrenar para un objetivo. Mi entrenador me dijo que debíamos hacerlo así, sin la presión de tener una planificación”, explica el campeón olímpico, que aprovechará para afrontar retos distintos a lo habitual. “Me he planteado bajar de 40 o de 38 minutos en 10K, hacer una maratón por debajo de hora y media...”, revela Molina, que también seguirá indagando en otras distancias del triatlón (en mayo, participará en la Half Triatlon de Sevilla) y que no descarta animarse con algún Ironman en el futuro, aunque lo ve “excesivamente duro con una prótesis”.
De Atenas a París
La vida de Dani Molina cambió cuando tenía 22 años. Un accidente en moto casi le cuesta la vida. Perdió parte de la pierna derecha, pasó por 14 operaciones y necesitó un año de rehabilitación para volver a andar. Su peso llegó a superar los 100 kilos. Pese a ello, el madrileño siempre ha defendido que su tragedia le cambió la vida para bien. “El accidente me dio la oportunidad de ser lo que yo siempre había querido ser, deportista de élite”, explica huyendo de cualquier tipo de condescendencia. El proceso, sin embargo, no fue sencillo. Después del accidente, Dani volvió al deporte a través de la natación. Y fue a Atenas 2004. Tras esos Juegos, sin embargo, su carrera deportiva pudo haber terminado. “En la clausura dije que el mundo paralímpico había terminado para mí. No daba dinero. Si quería comer, pagarme un coche o una hipoteca, tenía que ponerme a trabajar”, recuerda.
En 2011, se dio otra oportunidad. Después de proclamarse campeón de España de 100 y 200 metros espalda compitiendo contra personas sin discapacidad, se hizo una prótesis para añadir la bici y el atletismo a su vida. En poco más de un año, ya estaba entre los mejores. “La vida da mil vueltas. De repente, llegó el triatlón y fue un cambio brutal. Con 37 años, encontré mi deporte”, repasa Molina, que se reinventó en el momento adecuado. “Yo vivo al 100% del triatlón. Ya no sólo con la beca del plan ADO, que la cobro desde hace 2 o 3 años. Antes, vivía gracias a mis patrocinadores, con charlas, eventos... Llevo viviendo del triatlón desde 2013. Creo que, haciendo bien las cosas y luchando mucho, se puede vivir del deporte paralímpico”, celebra el triatleta, que señala París como un punto de inflexión. “Se retransmitió por todo el mundo, se siguió mucho... creo que es un antes y un después en el mundo paralímpico”, asegura. Si lo es, será por figuras como la suya.
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