Irlanda se sienta a soñar

Sentarse a soñar. Eso es lo que le tocó a Irlanda tras batir a Italia en una victoria de parto complicado (17-22) en el Olímpico de Roma, en el duelo que daba a inicio al ‘supersábado’ del Seis Naciones. Sufrieron de lo lindo los de Simon Easterby para doblegar a la Azzurra, pero lo consiguieron y además con el bonus ofensivo, indispensable de cara a sus escasas opciones matemáticas de alcanzar el título.

No será un triunfo recordado, y de hecho posiblemente, nunca lo sabremos, podría ni siquiera haber sido tal de no mediar dos amarillas muy evitables a Lamaro y Vintcent, que lastraron a un equipo transalpino muy combativo incluso en en los tramos que atravesó en inferioridad numérica.

Irlanda prolongó el desconcierto exhibido ante Francia en el partido que presumiblemente le acabará costando el título. Los errores de manejo acabarían en dobles dígitos y fueron el lastre que permitió a los locales, agazapados tirando balones a campo contrario a la espera de una oportunidad, adelantarse en una jugada aislada que resolvieron en tres movimientos: ruptura poderosa de Menoncello, descarga y patada rasa de Garbisi que encontró a Ioane junto al banderín.

La llamada de atención mejoró algo al Trébol, que optó por la versión destructiva y fraguó un ensayo consumado por Keenan en largos envites de su delantera. La férrea defensa italiana dejó a Negri y Lamb como primeras víctimas. Llegó la amarilla a Lamaro por una palmada inexcusable al oval en un ruck y con ella un maul irlandés que dio la primera ventaja a los visitantes, ampliada en el arranque de la segunda mitad con las mismas armas. Doblete de Sheehan y el punto extra a un posado más.

Llegaría con la superioridad numérica ampliada en el tiempo por un cabezazo de Vintcent a Keenan en la reanudación tras la segunda marca del versátil talonador isleño, que completó el hat-trick aprovechando una descarga en el aire muy plástica de Hansen a patada de Gibson-Park, cuando a Irlanda le cuadraban los números por fuera en cada fase. El bunker convirtió el calentón de Vintcent en roja y parecía que la sentencia no tardaría en llegar.

Entonces Italia sacó fuerzas de flaqueza y en otro arrebato espontáneo Cannone aprovechó una patada que aterrizó en la zona de marca irlandesa y le botó endemoniadamente a Hansen. La campanada estaba a un ensayo que no llegó, para suerte de una Irlanda que aunque no convenció (ni siquiera quiso jugar cuando en el último minuto Nicotera también enfiló el sin bin), cumplió. Una despedida discreta a O’Mahony y Murray, que jugaron sus últimos minutos internacionales. Cuando pase la espera, independientemente de que el puzzle le sonría, tendrá que volver a sentarse. Esta vez a reflexionar.

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