NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

GOLF

El año que Tiger ganó el US Open con una rodilla destrozada

El Tigre llegó a Torrey Pines en 2008 sin ligamento cruzado tras años de desgaste físico severo. Aguantó el dolor con disciplina militar y ganó su 14º major.

Actualizado a
El año que Tiger ganó el US Open con una rodilla destrozada
Charlie RiedelASSOCIATED PRESS

La vida de Tiger Woods tiene tantos meandros que inevitablemente algunos se acaban imponiendo a otros en la lucha por ocupar nuestra memoria. Desde aquel Masters de 1997 le hemos visto hollar la cima, caer estrepitosamente en un vodevil de juergas y sexo desenfrenado, destrozar su familia y su cuerpo y resurgir de entre sus propias cenizas.

Todo lo que pasó fuera del campo, las noches en Las Vegas con Jordan y Barkley, las escorts, Rachel Uchitel, el divorcio de Elin Nordgren, es el hilo conductor de la segunda parte de Tiger, el documental no autorizado de HBO sobre él, que se estrenó este lunes en España. Pero también hay espacio para el Tiger golfista, que en el espacio temporal que abarca el capítulo hizo algo absolutamente descabellado, una locura fuera del alcance de alguien que no fuera él: ganar el US Open con una rodilla destrozada.

Estamos en 2008. Dos años después de la muerte de su padre Earl, el hombre que le 'programó' para reinar, Tiger está en la cresta de la ola. Tiene 13 majors en 12 años como profesional, las marcas le han convertido en uno de los atletas mejor pagados del mundo y lleva cuatro años felizmente casado con Elin Nordgren. Aunque para entonces también lleva ya la doble vida de excesos y relaciones extramatrimoniales (influída también por Earl, un hombre mujeriego) que se destapará poco después. 

La pérdida de su gran referente afecta profundamente a Tiger, que se refugia del dolor entrenando con las fuerzas especiales del ejército estadounidense. Es una forma de honrarle, pues Earl sirvió con los Boinas Verdes en Vietnam (incluso llegó a pensar en dejar el golf para alistarse). Pero el desgaste físico de las maniobras de rescate de rehenes, lucha cuerpo a cuerpo, etc en las que participa suponen un castigo excesivo para un cuerpo ya de por sí maltrecho tras años de idas y venidas.

Tiger, en unas prácticas de tiro con los SEAL.
Ampliar
Tiger, en unas prácticas de tiro con los SEAL.

Una exploración médica revela la ausencia total de ligamento cruzado anterior en su rodilla izquierda. Pero Tiger no quiere parar. Sigue entrenando y acaba con dos fracturas en la pierna. Los galenos dicen que hará falta un tiempo en el dique seco. Tiger tampoco frena. Necesita acercarse un poco más a los 18 grandes de Nicklaus.

Así que acude muy mermado a Torrey Pines para la 108ª edición del US Open. Es jueves 13 de enero y se presenta en el tee del 1. Ejecuta su explosivo swing y su cara se retuerce en una mueca de dolor mientras la bola se va fuera de calle por la izquierda. Lo que sigue es una secuencia de errores y expresiones desencajadas que desconcierta al público y los comentaristas televisivos. Su caddie por aquel entonces, Steve Williams, le pide que abandone. "Te estás jugando tu carrera", le advierte. "Que te j...n, voy a ganar este torneo", contesta el Tigre.

Y así fue. La disciplina militar que le inoculó Earl, tan perniciosa en otros aspectos de su vida, le permitió vencer al dolor y centrarse solo en la bola. Entre el viernes y el sábado dejó una ristra de golpes imposibles, firmó un -4 (en un US Open, con una pierna)  y llegó líder al domingo. Acabaría empatando con Rocco Mediate, al que derrotó en el primer hoyo del playoff.

Fue algo así como el partido de la fiebre de Jordan, pero durante cinco horas al día cuatro días seguidos. "Le miraba y pensaba, ¿qué demonios estás haciendo? Llegué a creer que quizá era inmortal. Cuando estabas cerca suyo sentías algo especial. Que no podías esconderte, que te enfrentabas al mejor", cuenta Mediate. Ciertamente Tiger fue durante un tiempo, historias como esta son la prueba, inmortal. Hasta que un tabloide de Florida, el National Enquirer, le bajó a la tierra.