Hard Knocks, capítulo final: adiós con el corazón, Houston Texans
Charles James. Kourtnei Brown. Uzoma "E.Z." Nwachuwku. Nombres que no nos decían nada, o muy poco, hace cinco semanas y que hoy son algunos de nuestros tipos preferidos en la NFL. Esta es la magia de Hard Knocks, magia que se ha puesto de manifiesto de nuevo este año con una temporada de las buenas, que nos ha quitado el regusto amargo que nos dejaron el año pasado con los Atlanta Falcons.
Con un medido sentido del crescendo dramático, HBO nos preparó durante cuatro capítulos para este desenlace. Con mimo, eligió a jugadores que tenían que tener unas características innegociables para ser el centro de la historia: con gracejo, con una personalidad vendible y que estuvieran en el límite de ser parte de los 53 jugadores de la plantilla final. De esta manera se consigue una identificación del público con ellos y, a la vez, incluso para los propios productores y "guionistas", se tiene un material entre manos que puede dar un final feliz o triste.
Los tres hombres recibieron la llamada de Rick Smith o Bill O'Brien, general manager y entrenador de los Texans, en el día final del corte de jugadores. James, famoso por su bizarro gusto por los calcetines de colores, bromeó, antes de eso, escondido en el vestuario detrás de una toalla para que no le encontrasen. E.Z. tuvo las cámaras consigo en el trayecto en coche hasta el estadio, donde sabía lo que le esperaba. Brown, devastado, apenas pudo mirar a la cara a su ya ex-general manager cuando le dieron la mala noticia. No tendría la misma carga emocional en nosotros si no llevásemos cinco semanas viendo sus miserias y grandezas en los entrenamientos y en los partidos. He ahí la clave de este show televisivo y no, por supuesto, en profundidades tácticas, técnicas u estratégicas relacionadas con el football.
Para estos muchachos, no obstante, el ser conocidos gracias a la serie ha podido suponerles el tener alguna oportunidad más: E.Z. ha firmado con los Dolphins, James con los Ravens y Brown con los Buccaneers.
Bromeaba (o no) Bill O'Brien el otro día, cuando las cámaras de Hard Knocks desaparecieron al fin de los entrenamientos de los Texans que era uno de los días más felices de su vida, a la altura de su boda o de los nacimientos de sus hijos. Puede ser. Pero ya quedará en el imaginario colectivo su "actuación" en esta temporada de la serie documental. Gracias a ella hemos descubierto a un tipo duro pero afable, con pinta de sargento de hierro con corazón de oro, y lo hemos sumado a lo que ya sabíamos: que es un excelente entrenador.
Y todo esto rematado, en este capítulo final, con dos escenas fantásticas que definen la categoría de las mentes televisivas que están detrás del producto. Una fue el clip musical de la primera parte del episodio, marcando el ritmo con elementos de los entrenamientos. El otro es el paseo final de los 53 tipos del roster, con seguimiento individual a las figuras, mientras resuena el discurso de O'Brien acerca de la necesidad de esforzarse cada día, cada minuto, para ser parte de este equipo. Ah, sí, claro, y las tomas falsas y los pedos, imprescindibles como epílogo cómico.
La conclusión no puede, pues, ser otra que un sobresaliente para esta décima campaña de Hard Knocks. Hemos visto, y cogido cariño, a una serie de jugadores que ya no serán desconocidos, hemos empatizado con un entrenador y un general manager cuya imagen sale reforzada, lo mismo que la de las estrellas del equipo (Watt, Wilfork, Cushing, Hopkins, Foster...) y hemos cogido cariño a un equipo, los Texans, que corrían serio riesgo de pasar al anonimato de la clase media de la liga. Eso ya no pasará, y es gracias a Hard Knocks.