Dani de Dublín

Dani de Dublín

Dicen los irlandeses que Irlanda es un sitio donde lo inevitable no ocurre nunca y lo inexplicable sucede siempre. Irlanda viste en los Mundiales de verdiblanco, como viste el Betis en Heliópolis: donde lo que debe ser nunca es y lo que es nunca debió ser y además es imposible. Convengamos pues en que el campo del Betis es una colonia irlandesa de bondadoso clima soleado y que Dublín, aquel Dublín con cara de no haber salido de los 70, se parece a Sevilla en el nacionalismo, las iglesias y los pícaros. Sólo en Irlanda hay más nacionalistas, más iglesias y más picaresca que en Sevilla, lugar donde algún avispado inventó el timo más famoso de todos los tiempos: la estampita.

¿Y Triana? Triana es una mezcla irlandesa-sevillana donce nació el picarísimo Dani, claro. Dani, de pelo rojizo y pecas, cuyo tataratatarabuelo llegado de Britannia dejó su semilla a orillas del Guadalquivir. Porque no debía ser, pero fue: Dani medio salvó a un Betis muerto. Se las apañó para echar a un tío, encontrar penalti y sacarle la cartera a un Barça que lo tenía ganado con el gol de Saviola. Quizá George Best, ese irlandés universal que ayer consumaba su enésimo divorcio, heredó su borrachera crónica en un abril de Feria y quizá aprendió la picaresca para embaucar a más de 1.000 mujeres (lo dijo él) al lado de algún antepesado de Dani. Quizá no, seguro.