El atletismo abarrotó las vitrinas de títulos

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El atletismo abarrotó las vitrinas de títulos

El atletismo abarrotó las vitrinas de títulos

La sección atlética del Espanyol es, con diferencia, la más exitosa que ha tenido el club en toda su historia. Estaba cuajada de figuras, ya míticas

La sección atlética del Espanyol la fundaron Manuel Cutié y Lluís Meléndez en 1918. Sobrevivió a la guerra, se mantuvo activa durante más de 50 años y abarrotó de trofeos las vitrinas del club. Es la sección que más éxitos ha cosechado en toda la historia de la entidad, y con diferencia. Estaba literalmente cuajada de figuras, como los ya legendarios Gregorio Rojo, Constantino Miranda, Maria Víctor, Josep Coll, José Quesada, Antonio Amorós, Tomàs Barris o Miquel Navarro.

Rojo y Miranda fueron los dos atletas españoles más importantes de la década de los 40. Miranda figura en los libros de Historia como el primer español que alcanzó una final olímpica. Fue en Londres 1948 y por partida doble: en 10.000 y 3.000 obstáculos. Dos atletas tan poderosos encontraban dificultades para convivir bajo un mismo techo. Era como tener a Indurain y Amstrong corriendo para el mismo equipo. Se hacían sombra. Al final, Rojo acabó fichando por el Barça. Cuando corrían el uno contra el otro, despertaban una expectación similar a la del derby futbolístico.

La bonanza deportiva del Espanyol también dio lugar a una sección femenina, liderada por Maria Víctor, una atleta que ganó cinco Jean Bouins y cuya marca en los 800 metros tardó más de 40 años en ser rebajada.

Pepita Valls fue compañera de equipo de Víctor durante tres años y reconoce que su estela era inalcanzable: "Maria era más rápida y me ganaba siempre. Se tomaba un trozo de chorizo y lista. Por aquel entonces ya había un Barça de atletismo femenino, pero no tan fuerte como el del Espanyol". En el momento más álgido la sección contaba con una docena de corredoras: "Poco a poco, lo dejaron todas -explica Valls-. Se casaron, tuvieron niños... Y eso era incompatible con los entrenamientos, que resultaban muy duros. Yo también los dejé más adelante". Hay una anécdota impagable que pone de manifiesto el estado embrionario en que se encontraba aquel atletismo, poco o nada profesionalizado. Valls la relata entre risas: "Corría con nosotras una chica que se llamaba María T. M.. Lo ganaba todo. Tenía el pelo muy largo. Un día le hicieron revisiones y resultó que era un hombre. Luego todas empezamos a atar cabos. Recuerdo que, por ejemplo, cuando nos duchábamos, nunca se quitaba el bañador. En realidad se llamaba Jordi".

En los 50, cuando la estrella de Miranda empezaba a declinar, emergió Tomàs Barris. Su palmarés obliga igualmente a la admiración. En una época en la que se corría sobre pistas de ceniza, batió 34 plusmarcas absolutas de España. Nadie lo ha superado. Barris participó en 137 mítines internacionales, con un saldo de 58 victorias, 32 segundos puestos y 21 terceros. Era un consumado especialista del medio fondo y en los 1.500 dictó la ley durante diez años. Ningún atleta hispano cruzó la meta por delante suyo entre el 55 y el 65. El día que le rompieron la racha, tuvo un magistral arrebato de orgullo y decidió retirarse.

Eran otros tiempos. Sin embargo, cuando los evoca, a Barris le aflora un cierto poso de indignación. Al colgar las botas, se hizo entrenador. La mala suerte quiso que el año que tomaba las riendas del atletismo blanquiazul, la directiva disolviera la sección. Fue la puntilla. Hoy en día es vicepresidente de la Federación Catalana de Atletismo y está más que repuesto de aquella decepción. Pero eso no acalla su crítica.