Finales de los 70. El Betis, como viene siendo habitual en su casi centenaria historia, había entrado en una pájara de difícil justificación y la directiva decidió llamar a consulta al entrenador, García Traid. "¿Qué cree usted que le pasa al equipo, señor entrenador?". "Eso me gustaría a mi saber", contestó el ya desaparecido técnico. Ni que decir tiene que la respuesta dubitativa le costó el puesto.
Seguramente, si Víctor Fernández se viese en las mismas frente a Lopera, casi 25 años después del incidente referido, la respuesta del maño no sería tan evasiva. Saber qué le pasa al Betis es la pregunta del millón. Saber los motivos de esta caída en picado, de este tirarse al callejón tan propio de la forma de ser bética es sencillo para quien va a Heliópolis los domingo.
Este triste Betis de marzo de 2003 es un equipo roto por las bajas, con una plantilla sin recambios de garantías, preso de la desconfianza, timorato en sus ataques, inseguro en su retaguardia y sin recursos tácticos ni físicos como para salir, de momento, del atolladero. Son muchas las carencias, pero resulta evidente que mientras los partidos se ganen marcando un gol más que el contrario, los equipos ganadores son aquellos que atesoran el don del gol. Y al Betis de hoy en día, lo del gol le suena a cuento chino.
