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La obsesión por el oro del niño que creció entre bombas

El serbio (37 años) probablemente esté ante la última oportunidad de lograr el único hito que se le resiste: el oro olímpico. Posee el récord de Grand Slams (24), una Davis, siete veces maestro... Pero no tiene ese metal que sí lograron Nadal (individual y dobles) y Federer (dobles). Y siente que se lo debe a Serbia.

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Djokovic nació en Belgrado en 1987 y creció marcado por la Guerra de los Balcanes y la desintegración de Yugoslavia. Llegó a entrenarse en una piscina vacía, jugando contra la pared, mientras la OTAN bombardeaba su ciudad en 1999. Así se explica el sentimiento nacionalista del que siempre ha hecho gala.

Una palabra, 'inat', que según Djokovic no tiene traducción, viene a resumir la personalidad de un serbio. Una palabra que reúne atributos como 'perseverancia', 'coraje', 'voluntad', 'resistencia ante una fuerza oponente'. La patria es algo sagrado para un serbio. Y el deporte es una forma de engrandecer a la patria.

Tras ganar Roland Garros 2023, el grande que le ponía por delante de Rafa Nadal y Roger Federer, Nole gritó "¡Serbia!" para abrochar su discurso en la Chatrier. Unos días antes, escribió sobre la cámara: "Kosovo es el corazón de Serbia, detengan la violencia". Nunca se ha escondido cuando algo afecta a su país.

El tenis es un deporte individual, mercantilizado, donde sólo se juega por el país en la Copa Davis y los Juegos. Djokovic llevó a Serbia a ganar la Ensaladera en 2010. Pero sus cuatro participaciones olímpicas (2008, 2012, 2016 y 2021) se han saldado con un bronce, dos cuartas plazas y una eliminación en primera ronda.

El oro es la asignatura pendiente del 'GOAT' del tenis. Al final de la campaña 2023, tras cerrar un año con tres títulos de Grand Slam y el de maestro, ya advirtió lo que quería en 2024: "Hay Juegos en París y quiero llegar realmente bien para representar a mi país. Es uno de mis grandes objetivos".

En su debut, en Pekín 2008, el serbio logró subir al podio al ganar el bronce al estadounidense James Blake (6-3 y 7-6). En semifinales, Nadal, a la postre campeón olímpico, le había cerrado el camino en tres sets: 6-4, 1-6 y 6-4. Ese es su techo.

Cuatro años después, en Londres 2012 y sobre la hierba de Wimbledon, Djokovic perdió contra un Murray que logró el oro y se vio abocado a disputar el bronce frente a Juan Martín del Potro, que le derrotó por 7-5 y 6-4. Cuarto, la amarga 'medalla de chocolate'.

En Río 2016 tocó llorar. "Fue una de las derrotas más duras de mi carrera", reconoció Nole. Otra vez tropezaba con Del Potro. Pero en primera ronda, por 7-6 (4) y 7-6 (2). La foto de un Djokovic destrozado, haciendo cola para el bus que lleva a los deportistas a la Villa cargando con su raquetero, queda para el recuerdo.

A Tokio 2020 (jugado en 2021) llegó lanzado. Obsesionado. Había ganado Australia, Roland Garros y Wimbledon y quería el oro y el US Open para lograr el Grand Slam en un año. Zverev frenó en semifinales una racha de 22 triunfos seguidos. Y en el partido por el bronce, Pablo Carreño desesperó al serbio, que perdió en tres sets.

Los de París serán los quintos Juegos para Djokovic y los jugará con 37 años. Los Ángeles 2024 quedan lejos y la cita es en Roland Garros, un territorio que conoce bien. Aunque en tierra no haya sido tan dominador como en pista dura, ha sido campeón en tres ocasiones (2016, 2021 y 2023) y finalista en otras cuatro.

"Siempre pongo mucha presión sobre mí mismo cuando juego por mi país. Sé lo mucho que ellos creen en mí y lo mucho que esperan que consiga una medalla por Serbia", reconocía Djokovic en un libro de la ITF sobre la experiencia olímpica de los tenistas. Un caníbal competitivo, pero que lleva encima una losa olímpica.

Coordinación:
Mariano Tovar.
Diseño:
Darío González.
Desarrollo:
Rodrigo Ludgero.