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BALÓN DE ORO 2024

Así le ve su pueblo: “Rodrigo era un demonio de Tasmania de niño”

Amigos y profesores del Balón de Oro hablan con AS sobre sus inicios. El Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada planea poner su nombre al campo de fútbol.

Rodrigo, con el CD Villanueva de la Cañada
CD Villanueva de la Cañada

A Rodrigo Hernández (Villanueva de la Cañada, Madrid; 1996) se le ha definido de muchas maneras. Lo más recurrente ha sido aludir a que es un chico normal (¿Qué es ser normal?) porque no tiene tatuajes ni redes sociales, algo que no dejan de repetirle en cada entrevista. Todo el mundo entiende que con normal se quiere decir que no tiene la actitud que se les presupone por puro prejuicio a los futbolistas. Más aún a las estrellas de los mejores equipos del mundo. Más aún, a un Balón de Oro.

“Yo le conocí cuando teníamos seis años”, comenta Rafa, compañero de clase por entonces y de grupo ahora. “Es una característica de Rodri. El mundo del fútbol es muy hostil, hay muchos compañeros pero no tantos amigos. Y su núcleo es el que tiene desde pequeño. Él ve la honestidad y la verdad en las personas”, indica esta vez Pablo, otro de sus amigos, para reproducir la leyenda de que Rodri es normal. Pero ninguno de los dos tarda en explotar de risa cuando empiezan a contar anécdotas que ayudan a conocer mejor al cuarto Balón de Oro español. Especialmente, con su obsesión para las discusiones. Hace algo más de un año, se hizo viral un clip en el que Rodrigo, con bastante más interés que el resto, comentaba con Haaland, De Bruyne, Stones, Aké, Gündogan y Bernardo Silva que si era más difícil salir vivo contra un hipopótamo o un cocodrilo. “Cuando vimos que había trasladado la misma conversación al equipo pensé: ‘¿Y este zumbado? No se conforma...’ (risas). A Rodri le encanta debatir, argumentar y tener la razón. Aunque vea que no la tiene, aun así va a ir a muerte a convencerte. Ya sea el cocodrilo o el hipopótamo, o cualquier tema. Es muy gracioso. Te lleva hasta un límite de cabezonería... (risas). La última discusión fue porque decía que a nosotros no nos gustaba el fútbol. ‘Es que no aceptas todo lo que implica, entrenar, no sé qué...’, decía”, cuenta Pablo. Rafa añade: “Ese año en Ibiza estuvimos ¿cinco horas? con la discusión del hipopótamo o el cocodrilo. Tiene ese gen competitivo que le ha permitido llegar a donde ha llegado, pero que a veces le hace ser un cabezota espectacular (risas). Tiene sus ideas y va a muerte con ellas. Es de admirar, realmente. El domingo salió una discusión recurrente y le dije: ‘Vale, tienes cinco minutos para hablar de esto’ (risas)”.

Ambos comparten que ser su amigo no les lleva a hacer planes excéntricos, sino que prefieren ir a picarse a los bolos o quedarse dando toques en el jardín (“Hay momentos en los que se tensiona (risas), pero sí, pierde poco”). Aun así han vivido cosas increíbles, como que Melendi se acerque a hablar con ellos en un reservado o ir a Mánchester a ver los partidos. Solo le reclaman que avise antes de los planes, porque “por ejemplo, cuando viene con la Selección, llega una tarde y te dice de ir a cenar en un par de horas”.

Como dice Pablo, “no va de futbolista con el neceser debajo de la axila”. Pero el Balón de Oro ya le reclamará que se comporte como tal. El concejal de Deporte, Ignacio González, ya está hablando con su hermano para prepararle un homenaje en la plaza del pueblo, con la idea de terminar poniéndole su nombre al campo del Club Deportivo Villanueva de la Cañada. Su presidente, Mateo Arviset, confiesa: “Nos sigue, está pendiente, y cuando puede intenta pasarse”. Y él ve el fanatismo de los niños del club por un vecino suyo que ha llegado a donde ellos sueñan.

Cuando Rodrigo estaba en esa edad, daba todo por el fútbol. Así lo recuerdan sus profesores. “Era el demonio de Tasmania, estaba jugando constantemente”, dice Javi Spinola, quien le enseñó Física y Química, una de las materias que más le costaron a un buen estudiante. “Ahora le escuchas y habla muy bien, con naturalidad. Tiene una mirada limpia. Ese chico ya era así de pequeño, eso no se improvisa”, comenta un director, Ángel Mel, que presume de que en el colegio Kolbe se apuesta por el deporte. De hecho, miran al futuro con ilusión, porque en sus aulas ahora estudia Martina Sanz Bravo, delantera del Cadete A del Atlético de Madrid. Seguir los pasos de Rodrigo no sería una mala carrera.

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