Final de Copa

De lágrimas y pandemias en Sevilla

El Barça juega su sexta final en la capital hispalense. Ganó la primera hace justo cien años en el campo de la Reina Victoria al Arenas de Getxo. Pero su historia allí siempre estará ligada a la noche maldita del Steaua.

El Rey le entrega la Copa de 2021 a Messi.
Juan Jose Ubeda | GTRES
Juan Jiménez
Redactor jefe de AS. Fue colaborador en AS (2000-04) y, después de pasar por Málaga Hoy, regresó como jefe de Sección en Málaga. Delegado de Andalucía entre 2009 y 2012, colaboró en la integración digital-papel de AS en Madrid. Cubre la información del Barça y la Selección de baloncesto. Tres Juegos Olímpicos. Colaborador de SER, Canal Sur y Gol.
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El Barça, 125 años de historia le contemplan, juega este sábado su sexta final en Sevilla. Las ha jugado en cuatro estadios distintos. Alguno de ellos, como el Campo de la Reina Victoria, ya no existe. Situado en la Avenida de la Palmera, curiosamente territorio bético desde hace casi un siglo (el Benito Villamarín se inauguró en 1929), en aquel estadio jugó el Sevilla Fútbol Club, que amasó en la época hasta nueve campeonatos de Andalucía. El Campo de la Reina Victoria se construyó después del acuerdo obtenido entre el presidente del Sevilla, Paco Alba, y la marquesa de Esquivel, María del Pilar de Carvajal Hurtado de Mendoza, para arrendar parte de unos terrenos que tenía en la finca llamada Casablanca. El hijo de la marquesa, sevillista, convenció a la marquesa de que no pusiese un alquiler imposible. El Sevilla pagó 2.000 pesetas anuales y construyó el estadio con fondos propios. El 10 de mayo de 1925, hace ahora cien años, Barcelona y Arenas de Getxo jugaron una final de Copa que los azulgrana ganaron 2-0 con goles del mítico Samitier y Sancho. Plattko, inmortalizado años después en una oda de Rafael Alberti, fue uno de los héroes del partido con un penalti parado a Urresti. A su regreso a Barcelona, la afición preparó el primer gran recibimiento multitudinario para el club en su historia en el apeadero de Passeig de Gràcia.

El Barça no volvió a jugar una final en Sevilla hasta el 7 de mayo de 1986. En el Sánchez Pizjuán vivió una de las noches más negras de su historia; si no la que más. Después de un camino inolvidable en la competición, en la que había dejado atrás al Sparta de Praga, a los durísimos Oporto y Juventus; y en la que había remontado un 3-0 en la vuelta de la semifinal contra el Goteborg, acudía a Nervión a levantar la Copa. Nada podía salir mal. Un reguero de autobuses y coches hicieron el trayecto Barcelona-Sevilla… La leyenda asegura que un emisario del Steaua ofreció a Anton Parera, gerente del club y hombre de confianza de Núñez, ‘arreglar’ la final. El presidente desestimó la indecente proposición. Y el Barça, que había pasado la eliminatoria anterior en la tanda, fue incapaz de marcar un solo penalti de los cuatro que lanzaron Alexanco, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos Alonso. Balin y Lacatus marcaron el tercer y cuarto penalti de los rumanos, respectivamente. Duckadam, ya fallecido, fue el gran héroe. Sevilla quedó para siempre marcada como ciudad maldita para el Barça. De la noche se recordará, además, la ‘espantada’ de Schuster. Encendido por el cambio de Venables, se marchó del Sánchez Pizjuán, cogió un taxi y se plantó en el hotel. Luego, se marchó en un avión privado con su mujer, Gaby.

De lágrimas y pandemias en Sevilla
Semlac, 1 de abril de 1959-Bucarest, 2 de diciembre de 2024. 65 años. Futbolista rumano. Su momento más popular fue en la final de la Copa de Europa de 1986, como portero del Steaua de Bucarest, cuando paró todos los lanzamientos en la tanda de penaltis de la final del estadio Sánchez Pizjuán ante el FC Barcelona, por lo que fue apodado el 'Héroe de Sevilla'.DIARIO AS

Nada olía bien, tampoco, en mayo de 2019. El Barça terminaba de perder 4-0 en Liverpool y había sido eliminado en la semifinal de la Champions justo el mismo día, 7 de mayo, que había perdido la final de la Copa de Europa en Sevilla. Habían pasado 33 años, pero el ambiente estaba enrarecido por más que el equipo ya fuera campeón de Liga. Luis Suárez se borró antes de la final para operarse de la rodilla derecha y llegar a la Copa América. El Barça jugó un partido pésimo y fue superado al contragolpe por el Valencia de Marcelino, con goles de Gameiro y Rodrigo. El gol de Messi no arregló nada. El Barça ya era un equipo en una caída libre que se confirmaría un año después con el 2-8 de Lisboa.

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La reconciliación con Sevilla llegó, a la segunda, en pandemia. En un año durísimo, marcado por ese 2-8, el burofax de Messi, que había intentado marcharse del club, y las elecciones en plena pandemia, Koeman, en un trabajo poco reconocido, había sido capaz de enderezar el club. En enero, sin embargo, había perdido la final de la Supercopa de España en La Cartuja. Fue ante el Athletic (2-3), con Messi perdiendo los papeles al final, siendo expulsado por agredir a Villalibre. El 17 de abril, sin embargo, el equipo se tomó la revancha. Después de eliminar de manera agónica al Granada y al Sevilla, se paseó contra el Athletic en la final. Un 0-4 demoledor que permitió que Messi levantase su último título con el Barça, el primero del segundo mandato de Joan Laporta al frente de la nave azulgrana. Este sábado, sexta final del Barça en Sevilla. De ganarla, pondrá las tablas en el balance. Pero nada quitará aquel sinsabor de 1986.

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