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Un carrusel suicida condena al Atlético

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El Atlético había sobrevivido caminando sobre el alambre desde su estreno en esta Champions y apuró sus opciones igual, entregado a un carrusel suicida, una ruleta rusa en la que decidieron unos defectos groseros. Impropios de un equipo de su calado, ya sobradamente bregado y con un arsenal de recursos considerable. Más aún comparado con sus tres rivales. Un arranque de ira final le valió un triunfo agónico sobre el Oporto el primer día, tapando un partido mediocre ante un rival en inferioridad y una reacción iracunda le sostuvo para encajar los dos golpes del Leverkusen, pero no le dio para quedar en pie para el round final en O Dragao. El Atlético murió de vértigo, de ansiedad y de descontrol porque no ha sido capaz de manejar cinco partidos con la jerarquía y el juego que ya exige su rango.

El equipo de Simeone se atropelló en el último baile devorado por la urgencia en la que le había puesto el Oporto en Brujas y por la falta de atención en mecanismos simples en la salida de balón, por ejemplo. Correa se había ido señalado en el descanso después de perder la pelota que originó el 1-2, un lance del que los mediocentros rojiblancos se desentendieron totalmente para darle un pase de seguridad al argentino. Blanco fácil. Antes, el condenado había sido Griezmann. Desde la banda, Simeone resumía con gestos la pasión sin orden a la que se ha entregado su equipo en esta ya concluida andadura en la Champions.

Porque el empuje con el que el Atlético empotró al Leverkusen en su campo en pasajes del segundo tiempo ya corre el peligro de no ser suficiente en esta competición para marcar distancias. El Atlético no ha sido capaz de mandar sin paliativos ante rivales de calibre medio, no ha sabido amparar con juego su condición de potencia europea y buscará la mínima redención de la Europa League. El conjunto de Simeone tiende a buscar en el sentimiento la ventaja sobre otros que ya debería darle la calidad de su plantilla y eso es mucho arriesgar.