Arshavin, el Zar que abdicó en Almaty: “Ni por todo el dinero del mundo jugaría en el Madrid”
Andrei Arshavin, icono del fútbol ruso tras ser ídolo en el Zenit y estrella en el Arsenal, colgó las botas en el Kairat. Es culé declarado: “Desde hace mucho tiempo soy admirador del Barcelona”.


Para muchos, jugar en el Madrid es un sueño. Pero no para él. Para un icono del fútbol ruso que se colocó en el centro del escenario en la Eurocopa de 2008. Fue el torneo de España. De Villa, Casillas, Xavi, Ramos, Puyol, Iniesta. Pero también el de Andrey Arshavin. Un futbolista virtuoso, distinto y polémico. Que es leyenda en el Zenit y fue estrella con Wenger en el Arsenal. Un mediapunta con varitas en los pies que sirve de nexo entre el club blanco y su rival del martes en Champions. Por un amor al Barcelona que convertía al Madrid en tabú para él. “Ni por todo el dinero del mundo jugaría ahí”, llegó a decir. Y por haber colgado las botas en el Kairat. Porque Arshavin, al que apodaron el Zar en Londres, abdicó en Almaty.
Lo hizo tras dos años y medio donde el talento se impuso al físico. “No estaba en su mejor estado de forma, siendo sinceros, algo pasado de peso, quizá, pero cuando cogía el balón...”, señala a AS un hincha del ‘equipo del pueblo’, como se conoce al Kairat, en las calles de la antigua capital kazaja (ahora es Astaná). “No durante 90 minutos, pero todavía marcaba diferencias. ¡Podía haber seguido jugando si hubiera querido!”. Y no es opinión, sino información. Pues fue Andrey quien quiso que en noviembre de 2018 llegase el punto final. El club quería seguir exprimiendo sus últimos coletazos, pero él no. Ya había aventurado que el duelo ante el Shakhter Karagandy de noviembre de 2018 sería el último. Y así fue. Dejó 30 goles y 37 asistencias en sus 108 partidos de negriamarillo. Dejó una Copa y una Supercopa. Pero se llevó mucho más.
Aquello que podía parecer un simple último baile de una estrella en horas bajas no fue tal. Poco después de aterrizar y paladear el club ya deslizó su deseo de retirarse a los pies de las montañas Tien Shan. Porque Andrey encontró en Almaty su segundo hogar. “Solo allí (aparte de San Petersburgo, su ciudad natal donde hizo historia con el Zenit) viví cómodo, sin sufrimiento, sin esa presión constante”. Compitiendo por todo, pero sin el foco que tanto le acompañó. Un retiro que si no fue dorado, sí fue dulce. Le marcó. Festejó la Liga de 2024 que abrió las puertas de las Champions al equipo. Como un fan más desde la distancia. Y el súmmum fue la tanda contra el Celtic. La de la gloria. La vio y la sufrió. Y la disfrutó. Como hará con el duelo que ha alborotado la que fue su ciudad durante dos años y medios. No estará él de corto, pero sí de corazón. Y no estará ‘partío’.
Por el Kairat, claro, pero también por ese amor por el Barça que tan fuerte latía en su etapa como jugador. En aquel verano mágico, el de 2008, donde llevó a Rusia en volandas a las semifinales de la Euro hasta que apareció la máquina perfecta de Luis Aragonés (3-0), se disparó el interés de muchos clubes. Arshavin apareció en el once ideal del torneo continental y a los postores existentes, se sumó media Europa. Ya había candidatos, especialmente tras ganar la UEFA con el Zenit el curso anterior. Pero ahí, todo cambió. Entre ellos, su gran anhelo. El Barça llegó a poner 15 millones de euros sobre la mesa, pero la respuesta desde San Petersburgo fue no.
Y Andrey se quedó en el Zenit, aunque no por mucho tiempo. Hasta enero. Pero antes, el mediapunta tuvo tiempo de pisar el Santiago Bernabéu en Champions. Un estadio donde no brilló (una fiebre le impidió estar a su mejor nivel) y cayó (3-0), pero donde se avivó uno de esos rumores de la época, pues el Madrid también sonó, como tantos. Eso sí, ninguno le puso el lazo a la operación, hasta que apareció el Arsenal de Wenger con 18 millones. Estos sí fueron suficientes.
En Londres brilló de manera intermitente. Porque así fue su fútbol desde entonces. Con noches gloriosas, como un póker en Anfield (4-4) que aún retumba en Liverpool y disfruta la parroquia ‘gunner’ al bucear en sus recuerdos. Aquello fue en abril de 2009 y meses después, en verano, no ocultó que, a pesar de estar contento en el Arsenal, había un lugar que no se le quitaba de la cabeza. “Si tuviera la oportunidad de vestir la camiseta del Barça sería realmente feliz”, confesó en ‘The Sun’. Cristalino.
Como dos años después, en el ‘Sport Express’ ruso. En esa entrevista llegó el “ni por todo el oro del mundo”. Y la explicación: “Mis amigos también se sorprenden. Para mí, el Madrid es tabú total, porque hace mucho tiempo que soy admirador del Barcelona”.
Nunca vistió de azulgrana, pero, caprichos del destino, sí fue verdugo: marcó un tanto en una victoria del Arsenal sobre los azulgrana en el Emirates. Eso sí, en aquella víspera les alabó: “Lo que más me gusta es que aunque vayan perdiendo siempre atacan”. Sin medias tintas, como su fútbol.
Después llegaría una cuesta abajo en el Arsenal que le llevó a salir cedido a ‘su’ Zenit. Para tratar de recuperar el brillo, la alegría de su fútbol. En parte lo hizo, y regresó a casa en propiedad. El antepenúltimo paso antes de una breve etapa en el Kubán Krasnodar y su réquiem final en Almaty. Ahí, el zar que no jugaría en el Madrid “ni por todo el dinero del mundo” abdicó.
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