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COPA (DIECISEISAVOS) I NAVALCARNERO 3-EIBAR 1

Esnáider hace historia con el Navalcarnero ante el Eibar

Doblete del hijo mayor del legendario exdelantero ante un rival patético. Los madrileños, que dejaron el campo como una alfombra, se estrenaron ante un Primera y acceden a octavos.

Actualizado a
GRAF2586. NAVALCARNERO (MADRID), 17/01/2021.- El delantero del Navalcarnero Juan Esnaider (i) celebra el tercer gol de su equipo ante el Eibar, durante el partido de dieciseisavos de final de la Copa del Rey que se disputa este domingo en el Estadio Munic
MariscalEFE

Sería difícil entender lo que ha sido la Primera División sin nombres como Juan Eduardo Esnáider. Es uno de los delanteros más voraces que han pasado por España. De su personalidad pueden hablar los entrenadores que le dirigieron, especialmente Víctor Fernández, que cada vez que le retiraba en Zaragoza, tenía que ponerse un casco por los puntapiés que pegaba a lo que encontraba a su paso. De su travesía entre nosotros quedaron más vestigios. Como dos hijos que ahora juegan en el Navalcarnero (trajo al mundo a tres más, pero una desgracia le arrebató a uno de ellos): el delantero Juan y el mediocentro Facundo, que pidió a Pedro León la camiseta porque es uno de sus ídolos ya que le entrenó su padre en el Getafe en 2016. Pues bien, Juan, tocayo, se merendó con un doblete a un Eibar patético, el peor equipo armero desde el ascenso sin duda alguna. Al grupo guipuzcoano no le interesa la Copa, solo le resta energía y le aporta disgustos, pero podía haber tenido más disimulo a la hora de tirarla. Ya anda con el gesto torcido desde el año pasado con esta competición y parece que le provoca escalofríos.

El Naval, de Segunda B, es desde esta última nevada uno de los clubes más entrañables de España. No sólo ha sido ejemplar su forma de apartar el manto blanco, una movilización que para sí quisieran el resto de clubes humildes madrileños supervivientes en la Copa. Muchos de los socios que echaron una mano han tenido el premio de asistir a los dieciseisavos. Había 400 espectadores en la grada, en una zona muy castigada por el coronavirus. Un aliento muy cercano que agradece el cuadro de Ayllón. También arrimaron el hombro directivos, jugadores técnicos... el campo de hierba artificial era una alfombra. Por ahí, nada que objetar. En este tipo de superficies pequeñas, los locales se conocen cada rincón y como ocupan bien los espacios, suelen provocar muchos disgustos. Es la bendita emoción de este formato de la Copa.

El partido arrancó con el Naval sometiendo a los azulgrana, que estaban sometidos, a verlas venir. Marcó Muto y pensaron que su alta alcurnia les valdría para pasar sin despeinarse. Consideraban que lo tenían controlado y un penalti discutible por un salto de Cubero con el brazo abierto, les puso en la pista de que aquello no iba a ser sencillo. Tablas de Jaimez. Los pupilos de Mendilibar reaccionaron tras el empate, pero al de un rato volvieron a perder el sitio. El Navalcarnero ya se cargó a Badajoz y Las Palmas por un doble 1-0, no es fácil meterle mano. Buscan los costados rápido y meten balones al área en busca de la pelea sin tregua de Esnáider, un apellido hermanado con el combate.

Los guipuzcoanos estaban con la torrija. Hasta en una cesión de Burgos a Yoel cuando le daba el sol de frente al portero casi la lían. Al pobre meta gallego no cabe reprocharle nada, le dejaron vendido. Los laterales sufrieron como condenados. La última secuencia del primer tiempo con llegadas claras de los locales dibujaron un esperpento para el equipo de Primera. Daba la sensación de que si aparecían en ataque los madrileños, hacían daño, había que ajustar mejor la situación defensiva baja y atacar con más acierto. El 2-1 y 3-1 fueron calcados; desborde limpio por cada costado y remate de Esnáider completamente solo entre los centrales. Del Moral creaba muchos desajustes y la estrategia tenía dinamita. El Eibar ni tiraba a puerta y Mendilibar hizo lo que no acostumbra: tres cambios al descanso. Pero no estaba Bryan Gil para obrar el milagro como ante Las Rozas. El 'Naval' se empachó de gloria ante una sombra.