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REAL ZARAGOZA / HISTORIAS DE SEGUNDA (XXII)

1954-55: el Real Zaragoza acarició el ascenso en la promoción (I)

Alierta vendió Torrero para evitar la bancarrota del club, el nuevo entrenador Mundo ensambló un equipo a su imagen y semejanza, todo bravura y entusiasmo, y Chaves fue ‘Pichichi’ con 23 goles.

ZaragozaActualizado a
19 de septiembre de 1954 (Torrero). Real Zaragoza,1 - Gijón, 1. De izquierda a derecha: Lasheras (portero suplente), Torres, Villegas, Esquerda, Alustiza y Yarza. Agachados: Vidal, Dimas, Chaves, Samu, Parés y Castañer.

Cesáreo Alierta se había propuesto un ascenso sin indigestiones, en dos o tres años, y ejecutó a rajatabla un riguroso plan de saneamiento económico, aun a costa de perder popularidad entre la masa social. La política de austeridad impuesta en todos los órdenes por el presidente propició que otros 1.328 socios no renovaran su tarjeta y hasta que se propagara falsa y absurdamente por la ciudad que la junta directiva del Real Zaragoza no tenía como prioritario el ascenso a Primera División, una maledicencia que obligó a Alierta a salir al paso y dejar una frase para la posteridad: “Para ser presidente del Zaragoza se necesita o tener mucho humor o ser un náufrago. Y yo no soy un náufrago”.

La cuestión económica era fundamental, pero lo urgente era acertar con un entrenador con hambre de hacer carrera en los banquillos, y, sobre todo, que fuera capaz de ensamblar un equipo competitivo con jugadores jóvenes y modestos. Y el elegido fue el baracaldés Edmundo Suárez, Mundo, de 38 años y ex delantero centro del mejor Valencia de la historia, y cuyo historial como técnico se reducía a dos temporadas en Segunda con el Hércules de Alicante y a otra como ayudante de Quincoces en el Valencia, mientras dirigía al Gandía en Tercera. Mundo firmó por un año, con una ficha de 75.000 pesetas y una jugosa prima de ascenso, y desde el primer día sólo garantizó esfuerzo y dedicación: “El problema del Zaragoza debe ser muy complejo, cuando tarda tanto tiempo en solucionarse. Yo no puedo prometer nada, pero haré todo lo posible para sacar adelante al equipo”.

Mundo vino al Zaragoza sin una sola exigencia, aunque implantó como norma que, en los partidos oficiales en Torrero, los jugadores convocados se reunieran a almorzar en el restaurante ‘La Maravilla’, ubicado al principio del Paseo de la Independencia, y subieran después todos juntos a Torrero en el autobús del equipo, ya que hasta esa temporada los futbolistas comían en sus domicilios o en sus pensiones y se desplazaban luego hasta el campo en el tranvía.

La contratación de Mundo fue una recomendación expresa del primer presidente y ahora asesor técnico, José María Gayarre, pero éste no tardó en dimitir por carta de su cargo “por razones de salud”, y regresó a Madrid, donde ostentó la representación del Real Zaragoza en la Federación Española de Fútbol, con un sueldo de 2.000 pesetas mensuales. La realidad es que su marcha voluntaria se debió a que su labor fue torpedeada por algunos miembros de la junta directiva, algo que lamentó Alierta, su principal valedor. El 10 de junio de 1955 el presidente nombraría a José María Gayarre, socio número 9, socio honorario del Zaragoza, relevándole, por tanto, del pago de su recibo. En ese momento ya eran socios de honor todos los ex presidentes, salvo Felipe Lorente Laventana, emigrado en 1953 a Argentina, e, incluso, Julián Abril había sido nombrado presidente de honor ‘con voz y voto a perpetuidad’.

Edmundo Suárez, Mundo, el nuevo entrenador del Real Zaragoza.
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Edmundo Suárez, Mundo, el nuevo entrenador del Real Zaragoza.

Sin la prescripción de Gayarre, fue el propio entrenador Mundo, con excelentes contactos en todo el fútbol español, el que empezó a proponer nombres de posibles refuerzos. Pero la situación económica del Zaragoza era pavorosa y antes de fichar había que vender. Y ya había ofertas oficiales encima de la mesa del Real Madrid por el medio volante Atienza II y del Atlético de Madrid por el goleador Chaves. Sin embargo, a Alierta no le interesaba sólo el dinero y pretendía obtener también dentro de las operaciones de traspaso las cesiones de jóvenes jugadores que pudieran explotar en el Zaragoza.

Alierta llegó a un rápido acuerdo con el presidente blanco Santiago Bernabéu sobre Atienza II, un jugador de portentosas facultades físicas y todo pundonor, que se convertiría enseguida en uno de los mejores peones del excelso Madrid de Di Stéfano y las cinco Copas de Europa. El Zaragoza recibió 160.000 pesetas al contado más las cesiones por una temporada del delantero centro Ucelay II y del interior derecha Vidal, haciéndose cargo, además, el Real Madrid de la mayor parte de sus emolumentos.

En el caso de Chaves, por el que también se había interesado el Español, su traspaso al Atlético de Madrid por 250.000 pesetas se acabó frustrando cuando se había dado por hecho, y hasta el futbolista había firmado un precontrato, al hartarse Cesáreo Alierta de los desplantes del presidente rojiblanco Luis Benítez de Lugo y Ascanio, Marqués de la Florida, que no acudió, sin disculpas convincentes, a dos citas concertadas expresamente en la capital para rubricar la operación. Después de haberlo tenido más de un mes en el escaparate, el 7 de agosto de 1954, Alierta le retiró a Chaves el cartel de transferible y le mejoró ligeramente su ficha, pasando a percibir 100.000 pesetas, el segundo sueldo más alto de la plantilla, tras el húngaro Samu, uno de los últimos vestigios del Zaragoza ‘millonario’.

El gran central Alustiza, una de las grandes novedades de la temporada 1954-55.
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El gran central Alustiza, una de las grandes novedades de la temporada 1954-55.

Además de los cedidos Vidal y Ucelay II, el Zaragoza incorporó esa temporada 1954-55 a otros diez futbolistas, alguno de rendimiento extraordinario como el defensa central Alustiza, que llegó con la carta de libertad del Atlético de Bilbao, tras haber jugado un año a préstamo en el Arenas de Guecho. Otro nombre importante por su trayectoria posterior en el equipo aragonés fue el guardameta Lasheras, procedente del modesto Marconi de Madrid y que se mantuvo durante siete campañas alternando la portería con Yarza. El fichaje más caro fue el medio volante Villegas, por el que se pagaron 30.000 pesetas al Almería, y que formaría una recordada pareja con el turiasonense Gil Rubio, repescado de su cesión en el Amistad. La plantilla se acabó de completar en octubre con dos conocidos de Mundo, el veterano extremo del Valencia Mena y el interior izquierda de su filial Mestalla Villarrubia, que llegaron a Torrero con la carta de libertad. Por su parte, el medio volante García-Verdugo, que en la década de los ochenta sería ayudante del holandés Leo Beenhakker en el banquillo del Real Zaragoza, llegó en noviembre cedido por el Atlético de Madrid.

El Zaragoza de Mundo se presentó ante su público el 29 de agosto de 1954 con su clásico amistoso frente al Atlético de Bilbao, esta vez plagado de reservas. Y, para no perder la costumbre, obtuvo una estruendosa victoria por 6-3, con goles de Chaves (2), Ucelay (2), Vidal y Parés.

Pero antes de entrar en harina de lo que fue el campeonato en Segunda División se hace imprescindible hacer un paréntesis para relatar uno de los episodios más relevantes de esa temporada: la venta del campo de Torrero.

Una estampa de Torrero abarrotado y en día de lluvia. Alierta lo vendió a una constructora para evitar la bancarrota del club.
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Una estampa de Torrero abarrotado y en día de lluvia. Alierta lo vendió a una constructora para evitar la bancarrota del club.

La deuda del Zaragoza superaba los diez millones y medio de pesetas, más del doble de su presupuesto para el ejercicio 1954-55, y Alierta tuvo muy claro desde su acceso a la presidencia que la única solución a la bancarrota del club pasaba primero por la venta de Torrero y después por que el nuevo alcalde Luis Gómez Laguna, con quien mantenía una vieja y estrecha amistad, impulsara la construcción de un nuevo campo de fútbol municipal. Y a esa doble labor se afanó Cesáreo Alierta con ese genio resolutivo que siempre le caracterizó.

El 12 de agosto de 1954, el Consejo General de Socios, una especie de senado zaragocista formado por 17 miembros, celebrado en el salón de actos de la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País, aceptó, con los únicos votos en contra de los socios números 1 y 2, Luis Gayarre y Antonio Sánchez Candial, y del ex presidente Julio Ariño, la propuesta de la junta directiva para vender el campo de Torrero a la sociedad industrial ‘La Preventiva S.A.’ por 6.953.162 pesetas, con el objeto de cancelar una deuda de 6.400.000 pesetas con el Banco de Vizcaya y otra de 553.162 pesetas con la constructora de la Grada Este de General. El Zaragoza incluyó en el contrato de compra-venta quedarse cinco temporadas en régimen de alquiler gratuito, además de un sexto año abonando 200.000 pesetas, ya que el alcalde Gómez Laguna tenía ya la firme decisión de construir La Romareda.

La operación supuso la salvación económica del club, gracias a la enorme generosidad de los accionistas de la Sociedad Anónima Campo de Deportes, compuesta fundamentalmente por los antiguos mecenas y dirigentes del Iberia, que habían vendido la instalación al Real Zaragoza apenas cuatro años antes por sólo 1.224.308 pesetas.

La Segunda División mantuvo su diseño de 32 clubes divididos en dos grupos de 16, agrupados por criterios de proximidad geográfica. Los dos primeros equipos de cada grupo ascendían automáticamente a Primera División, mientras que los segundos y terceros, junto al decimotercero y al decimocuarto clasificados de Primera División, disputaban una promoción, con una liguilla a doble vuelta, que daba dos plazas de ascenso o permanencia en Primera División.

El bravo defensa turolense Torres.
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El bravo defensa turolense Torres.

El Real Zaragoza quedó de nuevo encuadrado en Grupo I o Norte e inició de mala manera el campeonato, con derrotas en Mieres y La Felguera y un desafortunado empate en casa frente al Gijón. La voltereta definitiva llegó en la cuarta jornada, cuando la Cultural Leonesa, que era líder y se mantuvo primero hasta el final, dio la campanada al golear al Zaragoza en Torrero por 2-4. Aquel partido, con estruendosa bronca final, condenó a Yarza, luego el gran portero de los ‘Magníficos, a dos años de suplencia, y provocó feroces ataques de los cronistas deportivos a los futbolistas.

Miguel Gay, en ‘Heraldo de Aragón’, bajo el título ‘Están los días contados…’, escribió lo siguiente: “El Zaragoza corre peligro de desaparecer de una vez del mapa futbolístico español. Éste es el drama que se presiente en Torrero y que hace al público demostrar su pena. Nuestros jugadores se han aficionado a decir que le tienen miedo a Torrero, que el público se mete con ellos, que juegan coaccionados. Y ya está bien de cuento. Ya está bien de que el público no tenga derecho y se le quiera estúpidamente negar a decir su impresión, porque se va a quebrar la frágil moral cristalina de unos hombres que no hacen otra cosa que jugar al fútbol toda su vida para jugar tan mal como hemos visto que lo hacen. No se puede decir que temen al público, porque es lo contrario. Es el público el que ha llegado a temerles a ellos, porque han conseguido ya aburrirlo hasta el punto de que han logrado borrar del fútbol todos los matices agradables… ¿Y a ese público que se queja un poco le temen? ¿Pues qué esperan, que les ganen los partidos para cobrar ellos la prima y lo sueldos? No, no se puede culpar al público si se mete con ellos. Lo que hay que hacer es poner voluntad y genio para ganar los partidos y ganarse de nuevo al público, que si recuerdan con qué alegre alborozo acogieron en la grada los tantos de Chaves, habrá que confesar que no hay público como el de Torrero en el mundo… y que fácilmente tendrán su favor si lograr alegrar su severo rostro de tristeza, de aburrimiento y de hastío”.

El equipo aragonés reaccionó con un triunfo en Las Corts ante la España Industrial, filial del Barcelona, pero fue alternando victorias y derrotas durante toda la primera vuelta hasta llegar al ecuador del campeonato en séptima posición, a siete puntos del liderato y a tres de la promoción, pero con los recién descendidos Oviedo y Gijón por delante.

Mundo, sentado en el banquillo de Torrero al lado de Bernad y Rivas.
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Mundo, sentado en el banquillo de Torrero al lado de Bernad y Rivas.

A Mundo le costó dar con la tecla, pero en su descargo hay que decir que se le fueron lesionando algunos de sus mejores jugadores de ataque, como los extremos Chaves, con una luxación de hombro, y Parés, operado de la rotura de los ligamentos lateral interno y cruzado anterior y del menisco interno de la rodilla izquierda, o los interiores Villarrubia, con un fuerte esguince de rodilla, y Baila, con una lesión congénita en las vértebras y que estuvo cuatro meses en el dique seco, siguiendo un tratamiento especial, tras visitar la consulta en Barcelona del doctor zaragozano Manuel Bastos, una eminencia de la Traumatología y la Ortopedia.

El técnico baracaldés se sobrepuso a esos contratiempos, y a no pocas críticas del periodismo, y acabó haciendo un equipo a su imagen y semejanza, todo bravura y pundonor, un equipo que fue creciendo domingo a domingo hasta que dos triunfos consecutivos en Lérida y frente al Oviedo, segundo clasificado, le auparon hasta la tercera plaza y engancharon definitivamente a la afición, hasta entonces remisa a acudir a Torrero. “Saber que no estamos solos en la tarea de levantar al Zaragoza nos llena de alegría y estímulo”, señaló Alierta con cierto retintín.

Pero para ironía la de Mundo, que, acusado de defensivo, se hartó de las críticas de la prensa sobre su sistema de juego y, en un artículo publicado en ‘Zaragoza Deportiva’ el 28 de marzo de 1955, decidió explicar detalladamente su concepto del repliegue: “Significa echar atrás algún elemento de las líneas media o delantera para reforzar la de cobertura, y puede ser de dos formas, por capricho del entrenador o por juego superior del contrario. Creo conocer otra forma de repliegue, que consiste en darle un giro al brazo mediante un movimiento del músculo pronador, quedando la palma de la mano hacia atrás, luego se dobla ligeramente el codo quedando la mano en forma de cazo; esta forma de replegar la desterró el señor Alierta cuando se hizo cargo del club”.

Avelino Chaves, máximo artillero del Grupo I de Segunda División, con 23 goles.
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Avelino Chaves, máximo artillero del Grupo I de Segunda División, con 23 goles.

El Zaragoza encaró la última jornada en la tercera posición, empatado a puntos con el Oviedo, a uno del líder Leonesa y con uno de ventaja sobre el Gijón, cuarto clasificado. Así que para ascender de forma directa tenía que ganar y que perdiera la Leonesa y que empatara o perdiera el Oviedo, que tenía mejor ‘goal-average’ que el Zaragoza. Y para jugar la promoción le bastaba con ganar en Éibar. Un cuádruple empate le dejaba fuera.

Mundo concentró desde cinco días antes al equipo en Deva y preparó a sus futbolistas para afrontar una encerrona en toda regla. Por su parte, el Éibar, sin nada en juego, se recluyó en la vecina localidad de Elgueta, distante sólo nueve kilómetros, porque su directiva quiso dar hasta el final la sensación de que sus jugadores no estaban primados ni estaban dispuestos a recibir visitas de emisarios de incógnito. Lo cierto es que el Éibar tenía una prima conjunta de 68.000 pesetas del Oviedo, el Gijón y la Leonesa por ganar o empatar con el Real Zaragoza y que jugó con un ardor rayano en la violencia. Pero el Zaragoza no se arrugó en Ipurúa y logró una angustiosa y merecida victoria con dos goles del ‘tanque’ Ucelay (1-2).

El Real Zaragoza concluyó el campeonato en la tercera posición y, para sorpresa de muchos, se clasificó para la promoción, siendo, además, el equipo máximo realizador de la categoría con 69 goles. Avelino Chaves fue ‘pichichi’ del grupo con 23 dianas, mientras que Ucelay acabó en la cuarta plaza de la tabla de goleadores múltiples, con 17 tantos. Alierta pagó una prima especial a toda la plantilla de 100.000 pesetas por la clasificación y todo el Aragón futbolístico se dispuso a vivir un final de temporada apasionante.

(El relato de esta temporada continuará mañana en el capítulo XXIII de esta serie de Historias de Segunda).