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RACING 2 - FUENLABRADA

El Fuenlabrada, a las puertas de la hazaña por mérito de Luca Zidane

El portero del Racing evitó el desastre en el descuento. La expulsión de Mario Ortiz permitió reaccionar a los visitantes, que igualaron el choque en los últimos 13'.

Actualizado a

En ninguna jornada el Racing ha sido tan superior y ha tenido tan controlado el juego como el los primeros 75’ del duelo con el Fuenlabrada. 2-0 y el rival en la lona, mucho más cerca el tercero que un susto de los madrileños. Los de Mere no eran ese equipo correoso que lleva compitiendo con el cuchillo entre los dientes desde que arrancó LaLiga Smartbank. Estaba grogui. Y en esas, en la misma cara del árbitro, a Mario Ortiz le dio por meter un planchazo inmisericorde a la espinilla de Ciss (que dos minutos antes le había dejado a él un recado). Roja de libro.

Y ahí se murió el Racing. La inferioridad numérica, el bochorno a balón parado de cada jornada y el efecto psicológico del 2-1 (de córner, por supuesto, aunque llegó tras un error del árbitro ya que el último en tocar fue un jugador del Fuenla) dejó a los cántabros para el arrastre. En los últimos 10’, con Cristóbal intentando resucitar al muerto y Mere pellizcándose con el regalo que le ponía a su alcance el destino, solo hubo opciones para los azulones. Hasta la animosa grada cántabra se vino abajo. El partido arrancó con el Racing más intenso, más metido, con los trescuartistas locales y Sergio Ruiz dominando el juego a placer. El 1-0, el típico saque rápido de una falta mientras el equipo defensor está mirando a los barcos, fue claro reflejo de la falta de intensidad del Fuenla. Aunque al equipo de Cristóbal le cuesta Dios y ayuda cerrar los partidos, el control del juego era tan evidente, con Luca de lejano espectador, que parecía todo el pescado vendido. Pero no. La roja.

Que un jugador con la experiencia de Mario Ortiz cometa el error de autoexpulsarse no es habitual, pero pasa. Lo que debe preocupar más a Cristóbal Parralo es la facilidad con la que su equipo se deshizo como un azucarillo, sin reserva anímica a la que agarrarse. Mere Hermoso, en cambio, pese al arreón final, aprovechará su paso por El Sardinero para demostrar a sus jugadores que si no dan el 120%, les tocará sufrir. Aunque tienen colchón.