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BARCELONA 3-LIVERPOOL 0

El templo es Messi

El Barça saca un botín espectacular gracias a un Messi desencadenado. Dembélé pudo cerrar la semifinal.

Actualizado a
El templo es Messi

El templo es Messi. No le den más vueltas. En un déjà vu de la semifinal  ante el Bayern, el Barça liquidó a un estupendo Liverpool por 3-0 aferrado a la solvencia de Piqué, las piernas de Alba, las paradas de Ter Stegen, el carácter de Suárez y el genio infinito de Messi. El dueño del templo. El partido pasó por todos los estados posibles: del toma y daca del inicio al dominio del Liverpool, a la reacción blaugrana y concluyó con una exhibición blaugrana que acabó perdonando el cuarto que cerraba el pase a la final. El Liverpool, que hizo un partido más que notable, vuelve a casa sin saber como le cayó este castigo. La respuesta se llama Leo Messi.

El partido empezó que no permitía ni parpadear porque en un instante te podías perder cualquier acción. Desde el inicio se jugó sin correa y a toda mecha. Por parte del Barça, la inclusión de Arturo Vidal en el once titular en vez de Arthur Melo favoreció esta vorágine, mientras que en el Liverpool, la ausencia de Firmino acentuó todavía más el gusto de los ingleses por el juego vertical sin pasar por la sala de distribución de balones que representa el brasileño. La velocidad de Salah, que salió como un galgo, y de Mané, que ganaba la espalda a los defensores del Barça, obligó a los zagueros catalanes a vivir al límite.

Pero si en un lado los africanos del Liverpool retaban a los defensas locales, en el otro, Messi aprovechaba el carril central para lanzarse contra la defensa red en colaboración de un Alba descomunal en las dos mitades del campo.

Messi se pegó en la primera parte más carreras que en el último mes y en una de ellas, al luchar por recuperar un balón en el área rival rodeado de contrarios, Matip bloqueó la pelota con la mano en una acción que el VAR no consideró penalti, pero que causó un notable berrinche al argentino.

Esa acción marco los mejores minutos de un Barça que curiosamente encontró en Arturo Vidal el oxigenador del juego en largo. Un cambio de orientación del chileno habilitó la llegada de Alba que filtró un pase delicioso a Suárez, que cazó la pelota como si fuera la última de su vida para batir a Alisson y acabar con su mala racha goleadora en Europa.

El Liverpool se vino arriba y Mané, un jugador que es un susto constante, tuvo la ocasión del empate tras asistencia de Henderson, pero su disparo se fue alto.

El vértigo se apoderó del campo y la cuestión estaba en saber qué equipo se iba a cansar antes. Los ingleses ya habían agotado un cambio por la lesión de Keita, pero parecían tener más piernas que un Barça generosísimo en los esfuerzos.

Y el Liverpool dejó muy claro nada más iniciarse la segunda parte que no es un equipo que esté para administrar esfuerzos. Son caballos que corren hasta reventar. Siguieron con la presión alta intimidando al Barça. Ter Stegen tuvo que aparecer ante disparos de Milner y Salah para achicar agua. Si en la primera parte el partido era un toma y daca, en la reanudación el dueño era el Liverpool. El Barça sólo se podía encomendarse a su portero.

Para tratar de mantener el tipo, Valverde retiró a Coutinho para dar entrada a Semedo y así pasar a un 4-4-2 que permitió al Barça sacar un poco la cabeza del pozo y esperar un golpe de efecto que le permitiera dar un golpe de efecto que llegó tras una recuperación de Busquets que vio un desmarque de Sergi Roberto que se comió Van Dijk para que Suárez rematara con la rodilla al larguero y el más listo de la clase, Leo Messi, apareció para marcar el segundo que dejó tan tocado a los ingleses como reactivado a Messi que en 82 convirtió en obra de arte una falta que ya es historia. El Barça cobraba un botín impensable minutos antes que se confirmó un minuto después cuando Rakitic salvó el gol inglés en la línea de gol y Salah, a portería vacía disparó al palo.

A partir de ahí, el Barcelona pudo ampliar el marcador aferrado a un Messi gigantesco al que no acompañó un Dembélé que falló a la hora de matar el partido y una eliminatoria que se decidió gracias a un Messi que es un templo en si mismo.