Bilbao clama contra el equipo antes de la visita del Real Madrid
La eliminación de Copa ha puesto a Ziganda en el disparadero. En Lezama se desplegó una pancarta con ‘Cuco fuera’, que fue retirada.
EI Real Madrid se encontrará mañana un campo de minas en San Mamés (20:45 horas, Movistar Partidazo). Revisará la habitual animadversión, pero esta vez mezclada con una afición que está de uñas con su equipo por un año descorazonador y acrecentada por el caso Arrizabalaga, que en muchos sectores de la afición bilbaína se ha interpretado como un ataque al Athletic. La eliminación copera a manos del Formentera, equipo de Segunda B sin muchos alardes, ha disparado todas las alarmas en San Mamés y ha puesto en la diana a Ziganda. Era la tercera vez en la centenaria historia del Athletic que cae ante un equipo de Segunda B a dos partidos (las otras, ante el Xerez, en la campaña 1992-93, y Eibar, en la 2012-13). Lleva tres victorias en sus 17 últimos partidos (seis empates y ocho derrotas), lo que le acerca al abismo.
El profundo malestar se hizo sentir ayer en el entrenamiento en Lezama, en una fría mañana casi con más periodistas que aficionados. Se juntaron unos cuarenta, entre ellos un veterano hincha que espetó al grupo de cerca: “¡No se os cae la cara de vergüenza!”, que dejó perplejo a más de un jugador. Un grupo de seguidores con síndrome de Down les ovacionó. En otro sector, en la Tribuna Piru Gainza, se colgó una pancarta con la leyenda Kuko kanpora (Cuco, fuera), que fue retirada inmediatamente. Ziganda y sus jugadores comparecieron sobre el césped a las 12:20 horas, tras veinte minutos reunidos en el interior.
Tensión. La sesión registró caras muy largas, con trabajo más liviano para los titulares ante el Formentera. “No hemos estado a la altura de la camiseta. Hemos pasado vergüenza”, explicó hundido Iturraspe. “Es mi peor día desde que estoy aquí”, añadió casi entre lágrimas un tipo con tantas batallas como San José.
El personal dudó casi desde el minuto uno de la temporada con Ziganda. Tras esperar pacientemente durante seis años en el filial, a la sombra de Bielsa primero y Valverde después, tomó las riendas con la esperanza de que su nombre, idolatrado en los tiempos de pícaro delantero, provocase paciencia a la cada vez más exigente grada de San Mamés. Pero esta se ha vuelto muy severa y desde el principio le puso bajo la lupa. Quiso aplicar la fórmula del continuismo, con aportaciones concretas, pero entre problemas de lesiones y fórmulas de trabajo que no acaban de digerir los jugadores, nadie sabe muy bien a qué quiere jugar su equipo. Eso sí, hace dos días, tras el batacazo copero aseveró: “No temo por mi puesto, no temo a nada”.
Arrizabalaga trabaja en plenitud
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