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Los jugadores de la Selección celebran uno de los goles.
Los jugadores de la Selección celebran uno de los goles.EFE

España va bien. Extremadamente bien cabría decir si se atiende al gallinero federativo que la envuelve sin rozarla. Aceptemos, por enfriar el ataque de entusiasmo, que Costa Rica es selección en vías de desarrollo, que no menor, y que se veía privada de sus tres mejores futbolistas, pero reflejemos que quedó borrada del mapa en La Rosaleda por una Roja en versión sinfónica que acaba por desacreditar a cualquiera que se ponga por delante. Y eso que en amistosos de este calado suelen medirse la cuestión de Estado (de Costa Rica) contra la cuestión de ensayo (la de España).

El invicto Lopetegui ha sabido impulsarse en el viento de cola: Iniesta y Jordi Alba aparecen renacidos, en el Barça y aquí; Morata se palpa los galones, en el Chelsea y aquí; Isco es el arte de birlibirloque, en el Madrid y aquí. Y el resto se deja llevar por la marea. O se sube a ella vertiginosamente, como Odriozola, una aparición inesperada que le pone alas al equipo. Los números verdes de esta Roja favorecen cualquier integración.

El mérito del técnico es haber conseguido despertar el interés de todos en partidos así, con poco botín y en medio de la competición doméstica. Y es que España salió con los que pondría en el estreno del Mundial, menos De Gea y más Kepa, porque siempre conviene abrigar al debutante con un público tan grato como el de Málaga, que sólo lo estropeó con Piqué. El ataque furtivo de Costa Rica, que se quedó en nada, le quitó valor a la prueba del meta.

El subidón de Isco

El partido fue lo que quiso Isco, que partió en la izquierda dentro del 4-1-4-1 inicial y acabó absorbiéndolo todo: el juego, el liderazgo, el público, la atmósfera jubilosa. Costa Rica fue incapaz de romper ese encantamiento y eso que la ruleta y el caño con los que se presentó hacían pensar en que el ambiente le haría sobreactuar. No fue así. Cada adorno tuvo efectos prácticos: un falta que le paró Carvajal, un pase de gol que Morata desaprovechó... “Baila con el balón”, dice del malagueño el ariete. Un hachazo infame de Waston le sacó del partido a hombros.

Ayudó el gol tempranero de Jordi Alba, que a la segunda acertó a producir en la izquierda lo que Odriozola preparó en la derecha. Esos laterales carnívoros de España desarmaron la defensa de cinco, que otras veces resultó un jeroglífico.

Errores claros de Carvajal y de su defensa desataron la hemorragia. Morata aprovechó uno y Silva, pichichi de Lopetegui, los otros dos. El canario no se ha movido un milímetro desde que llegó a La Roja: aquí juega mejor que en ninguna otra parte. Injustamente, los focos, durante los tiempos en que la Selección no se ponía el sol, no apuntaron demasiado a él. Iniesta, otro de la edad de oro, cerró la cuenta.

El partido, pese a los cambios, no atardeció pronto. Aspas, que ya ha cumplido 30 años, no quiere dejar pasar su último tren. Y Saúl y Asensio también se apuntan a un viaje que puede ser de lujo.