NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

CAFÉ, COPA Y FÚTBOL

Manuel Vicent: "Dentro del caos mundial el fútbol es lo único que tiene sentido"

Brillante y astuto, el escritor Manuel Vicent cambia las reglas del juego al hablar de fútbol. Utiliza metáforas e imágenes provocativas y lúcidas. Compartimos mesa con un tertuliano sabio y radicalmente divertido.

Actualizado a
Manuel Vicent: "Dentro del caos mundial el fútbol es lo único que tiene sentido"

Me dice que alterna su militancia futbolística.

Yo respiraba con los cromos del Valencia y aquella alineación de Epi, Izaguirre, Álvaro, Juan Ramón, etc. Eso es la sagrada familia de mi infancia. Después he ido evolucionando, y ahora mismo creo que el Valencia es un bazar chino que no me interesa nada. Por eso tengo una doble militancia y me he pasado al Villarreal.

Peligroso eso del bazar chino.

Es un bazar en el que compran jugadores baratos, los recalientan e intentan venderlos caros. Desde que comprobé que había un presidente que donde estaba el campo de Mestalla veía un montón de pisos y funcionaba como una empresa constructora, yo decidí largarme hasta que ese club se purifique. Sé que detrás de la pasión en las gradas hay palcos donde se hacen negocios, pero los doy por bien hechos siempre que en el campo haya futbolistas buenos que metan goles. Dentro del caos mundial el fútbol es lo único que tiene sentido: hay un grupo de millonarios en calzón corto que tienen el objetivo de meter el balón en una portería.

¿Y la figura del árbitro? ¿Está de acuerdo con la incorporación de elementos tecnológicos?

No. El error arbitral forma parte de la esencia de este deporte. Y si es clamoroso, mejor. Hasta el más tonto del último rincón del mundo se entera de que ha sido fuera de juego antes que el árbitro gracias a la televisión. Si hubiera tecnología no tendrían sentido las conversaciones del día después, las tertulias y los medios de comunicación. Mandarían las máquinas.

Un juez para instruir un caso tiene meses y un árbitro tiene décimas de segundo para dictar sentencia.

Y además el árbitro es un basurero psíquico. Está ahí para recibir todas las frustraciones de la gente. Es el que asume y sintetiza todas las frustraciones y se permite que le digan lo que sea. Pero, por otra parte, ese basurero, que a lo mejor es un agente de seguros que cobra una miseria en comparación con el futbolista, tiene la autoridad de pitar, parar el juego y a un héroe mundial como Cristiano sacarle tarjeta roja y mandarle al vestuario. Y el tío obedece. Eso es grandioso. ¿Se imaginan ustedes hace años en el Banco de Santander que alguien le sacara tarjeta a Emilio Botín y que se fuera sin rechistar? Cuidado por tanto con ese basurero psíquico, capaz de pitar un penalti corrupto que no existe.

¿Cuál es el equipo con el que más ha disfrutado?

Disfruté mucho con el Valencia del ‘Piojo’ López, de Mendieta, un Valencia que llegó a entrenar Valdano. Imagínese a Valdano entrenando a Albelda o a Farinós, que son gente de la huerta, y diciéndoles... “ante todo, hay que interiorizar el balón”. Albelda le miraba estupefacto.

A veces la comunicación puede resultar cómica.

Yo soy muy amigo de Valdano y de Guardiola, y una vez cuando el Barça jugaba contra el Villarreal nos recibió en el hotel y me dio por hacerle una broma. Le dije: “No sé si sabes que el fútbol no lo inventaron los ingleses, sino que se inventó en Malasia. Los futbolistas salían al campo por su propia portería y todo el sentido del fútbol era un deseo de volver a la portería, al útero materno y batiendo al portero que es el padre”. Y entonces Guardiola me miró y me dijo: “¿Y cómo quieres que le explique yo eso a Messi?”.

¿Qué diferencias ve entre el fútbol de antes y el moderno?

Hoy hay una base atlética. La gente se cuida, entrena y come lo que le dicen los nutricionistas. Yo vivía al lado del Bernabéu en el año sesenta y me cruzaba con Gento que entrenaba miércoles, jueves y viernes. Luego salía y en la cafetería Aitana se tomaba tres cervezas y se fumaba un paquete de tabaco, pero luego corría más que el balón. Eso sólo le pasaba a él porque había salido de fábrica fuerte y veloz. Hoy todos son atletas y técnicamente muy buenos.

¿Y qué marca la diferencia?

La diferencia es que para los grandes futbolistas, el pensamiento equivale a la acción. Messi piensa después de haber actuado. Si pensara antes no haría lo que hace. A mí me explicaba gente del mundo del deporte que lo que marca la diferencia en el deporte de alto nivel es enterarte de lo que pasa un segundo antes que los demás. Ese segundo vale diez millones de euros y se demuestra en el remate, el regate y el gol.

¿Hablamos de intuición?

Para él la acción es el pensamiento. Messi no piensa. Por ejemplo, Cristiano es un gran atleta que tiene tres versiones: la bicicleta, que ya no le sirve de nada; la velocidad, que tampoco le sirve, pero le queda el sentido depredador dentro del área, que es donde tiene que jugar ahora. Cristiano es el héroe que tiene que marcar el gol porque es su patrimonio. No es un jugador de fútbol al uso, no tiene un sentido asociativo en el deporte, se considera un héroe y a mí me parece una cosa ridícula, porque en el Madrid hay jugadores buenísimos que tienen que estar mirando dónde está el héroe para pasarle el balón. Y si esa tarde el héroe falla pues se va la cosa al traste. Me da la sensación de que Messi disfruta más jugando al fútbol y asociándose con los compañeros, incluso de vez en cuando, cediendo algún gol.

¿Qué opinión le merece este Real Madrid de Ronaldos y Moratas?

En el Bernabéu durante un partido hay seiscientos millones de euros moviéndose por el campo, pero sentados en el banquillo hay otros seiscientos millones esperando a tener unos minutos. Los vestuarios son nidos de alacranes esperando su momento. El cañonazo que supone salir de titular y escuchar su nombre por los altavoces, secundado por el rugido de cien mil gargantas, puede destruir el cerebro del propio Einstein. Imagínese un chaval de veinte años que ve cómo la gente se arranca la camisa cuando les ven por la calle.

¿Quién ganará la final de la Champions?

El Real Madrid no suele perder finales. Como todo depende de un depredador que es Cristiano Ronaldo, si el depredador acierta ganará y si no acierta perderá. De todas formas creo que, por genética, el Madrid ganará la final a la Juve.

¿Ha estado en el palco del Bernabéu?

Muchos lunes he tenido tarjetas de invitación para el palco pero sólo voy a ver al Barça, al Valencia o al Villarreal. No me gusta mucho ir porque ahí tienes que dar la mano a gente que no conoces. Además, no se puede aplaudir, se habla poco de fútbol y encima yo voy sin corbata y allí todo el mundo va con corbata.

¿Algún recuerdo especial?

Un partido contra el Valencia. Íbamos empatados y fui al servicio. Desde allí oí el estruendo del gol y pensé: ya me han robado el partido. Y efectivamente, Albelda por delante de Raúl y éste cuando vio área se tiró al suelo y pitaron un penalti. Me acuerdo que un destacado empresario me comentó luego: “En el Madrid hasta que el campo no se pone a la altura del palco, no se acaba el partido”.

Estará de acuerdo en que el fútbol es el gran fenómeno social.

Una persona loca es el que es incapaz de salir de su yo. Para que no te vuelvas loco tienes que diluirte en un yo colectivo, ya sea una religión, una secta, un partido político o el fútbol. Cuando dices que eres del Madrid parte de tu yo lo entregas y por eso hablas en primera persona. Yo estoy harto de ver al lado del Bernabéu a unos señores gordinflones, diciendo, “qué gol le hemos metido de tacón”. Si no diluyes tu yo te vuelves loco.

¿Entiende que desde el Barça se fomente el independentismo?

Me parece extraño teniendo en cuenta que el entrenador es un señor asturiano y su líder es un ciudadano argentino. El Barcelona que fue más que un club ahora es menos que un club, ahora es un empaste total. Con líos políticos, de finanzas, etc. De todas formas, todo se redime cuando Messi coloca el balón en la red.

Publica ‘La regata’, novela que sitúa en el Mediterráneo, escenario del bien y del mal.

Sí, como siempre. Es un espejo cóncavo y deformante en el que está todo, desde la armonía máxima, la belleza, el placer, hasta la sangre, las guerras, los dioses. Es la cuna de lo que somos y lo hemos podrido, malvendido y en el fondo es un espejo de nuestra vida y nuestra conciencia. La novela es atravesar todo ese caos que es armonía y destrucción con amaneceres color sangre de verdad.

La corrupción, ¿es una pasión humana y por tanto inevitable?

Exactamente. Es un caldo de cultivo, un ambiente donde si estás dentro te parece todo normal. Si no la compartes, te conviertes en testigo incómodo y te quitan. ¿Sabe por qué ha habido tanta corrupción en Valencia? Porque todo es exterior, festivo, fallero, inmediato, directo y visible. Es la filosofía del “esto lo pago yo”. A mí un asesino me invitaba todos los días en Denia a café y era simpatiquísimo. Los mafiosos, por lo menos en Valencia, son muy simpáticos.

Se le ve en plena forma. ¿Cuándo uno se empieza a hacer mayor?

Te haces mayor cuando un día te das cuenta de que eres más viejo que los futbolistas a los que admiras. No sé por qué pero hasta los cuarenta te crees que todavía son mayores que tú hasta que un día los ves de paisano y te das cuenta que son unos chavales. Luego hay frases que te indican que estás llegando a la tercera edad. Cuando te sorprendas diciendo: ”Esta sopa entona”, o “esta brisa se agradece” o “yo leo el ABC porque es muy cómodo”. Ahí te has hecho viejo.

¿Es usted integrista de la paella?

La paella cuando lo hace el hombre, se cree que es el desembarco de Normandía. No quiere a nadie a su alrededor, se concentra y aquello parece un acontecimiento. Se come tarde y con hambre y, cuando empiezan, el tío está acojonado. El primer pelota dice que está cojonuda y luego hay un segundo que la compara con otra que comieron hace tiempo y entonces allí se lía. La paella consiste en que se hable de la paella. Y siempre hay una que estuvo mejor.

Presenta su última novela: ‘La Regata’

Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936). Licenciado en derecho y filosofía, estudió periodismo en la Escuela Oficial de Madrid. Tiene los premios Alfaguara, Francisco Cerecedo, González Ruano y Nadal. Ahora presenta su última novela: ‘La Regat