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GRUPO D | ATLÉTICO 2 - ROSTOV 1

Griezmann, el héroe incansable

Griezmann abrió el marcador al borde de la media hora y lo cerró, para delirio del Calderón, en el descuento. Azmoun había acortado distancias. El Atleti, matemáticamente, en la siguiente ronda.

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Griezmann, el héroe incansable

El partido no podía terminar de otra manera. Con intriga, nervios de punta y una bota, la de Griezmann que le abre al Atleti la puerta de los octavos de la Champions. Y en un minuto maldito, el 93’, que ayer el Calderón exorcizó. Porque sí, ahí estaba justo el partido, en ese minuto y con un equipo, el rojiblanco, incapaz de tumbar el muro ruso que el Rostov había levantado sobre su hierba. Daba igual cómo lo intentara Simone.

Porque lo intentó de muchas maneras. Juntando a Carrasco, Griezmann, Torres y Gameiro varios minutos sobre el césped. O con la carta Correa desde el banquillo. O la de Godín, delantero centro. Pero nada, imposible, no había manera, el Rostov eran once hombres en su área, sin agujeros ni resquicios. Entonces, en la última jugada del partido, esa del 93’, Gatskan peina un balón hacia atrás que habilita a Griezmann, el francés mete la puntera de la bota izquierda y hace gol. El línea lo anula. El árbitro lo valida. El Calderón estalla. Su grito de euforia cuenta cuánto costó.

Porque fue mucho. Un horror. No habían viajado los rusos 3.500 kilómetros para encerrarse aquí como allí y lo dejaron claro en la primera pelota del partido. Córner del Rostov y una sensación: jugaba más abierto, más vertical, más directo. Azmoun no cabeceó aquel balón por un centímetro. La grada, mientras, callaba emocionada. Su silencio duró cuatro minutos, los mismos en los que ondeó una pancarta al cielo: “En recuerdo al tercer anfiteatro, ¡presentes!”. Había recuperado la voz, y los cánticos, y los aplausos el Calderón, cuando, justo después de un remate de Noboa, Koke robaba un balón y fabricaba una contra rapidísima, que continuaba una cabalgada de Griezmann, con caño incluido para quitarse de encima a un rival, y una cesión a Carrasco. Un defensa atajaría ese balón del belga pero Griezmann se había puesto bajo los focos y ya no dejaría de estarlo.

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Claudio AlvarezEL PAÍS

En el minuto 28, el francés abrió por primera vez la puerta a los octavos de la Champions en el Calderón usando como llave, cómo no, su zurda. Centro de Carrasco, Azmoun peina y la pelota le llega a Grizi que, a la media vuelta, alza la pierna y golpea con el exterior, plín, lo justo para hacer un gol del que es imposible hablar sin ponerle el apellido golazo. Celebraba el Calderón. Bufandas al aire, afonía en las gargantas y una sonrisa en las caras que, 50 segundos después, se convertía en mueca: al gol de Griezmann respondió el Rostov en la jugada siguiente. Si lo del francés había sido arte, lo ruso fue más mundano, pero igual de efectivo: contra, carrera, pasillo de Godín y Savic a Azmoun y gol.


Una entrada durísima de Godín que lesionó a Erokhin al final de la primera parte enrareció todo el partido en la segunda. El Atleti pronto encerró al Rostov en su área. Un Rostov transformado ya en muro que, además, finalizaba cada jugada con un agarrón por aquí o un patadón por allá. El partido se ponía espeso, pero nada de lo que Simeone hacía valía. Los rusos cada vez estaban más juntos, más apretados. Y daba igual el ímpetu de Torres, los centros casi gol de Vrsaljko o los balones de Koke: todo era darse de cabezazos contra esa pared amarilla, muralla de acero ruso.

El reloj avanzaba, impasible, y cuanto más cerca estaba del 90’ con más desorden atacaba el Atleti. Entonces fue cuando su aguja llegó al 93’, Godín era el delantero centro y Gatskan peinaba un balón hacia atrás para que Griezmann volviera a ponerse la capa y llevara volando al Atlético a octavos.

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Juan Carlos HidalgoEFE