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ATLÉTICO DE MADRID

Pantic: "Vine al Atlético con miedo y entré en su historia"

El 10 de abril de 1996 el Atlético ganó en Zaragoza la final de Copa ante el Barça. Mañana se cumplen 20 años y AS estuvo con Pantic, el goledor, en el museo, junto al trofeo ganado.

MadridActualizado a
Pantic: "Vine al Atlético con miedo y entré en su historia"
AStv

—Mañana se cumplen 20 años del título de Copa ante el Barcelona, en Zaragoza, con

gol suyo de cabeza en la prórroga...

—Siento mucha alegría y también tristeza, porque los años corren. Es tremendo que hayan pasado ya 20 años. Fue uno de los días más importantes de mi carrera y el destino quiso que fuera así. Mi llegada al Atlético fue un poco de carambola, decían que si era el primo de Antic y muchas cosas, lo que sea, pero al final marqué yo el gol que nos dio el título de Copa. Y de cabeza. Hice cinco goles de cabeza en mi carrera. Yo decía: “¡Madre mía, qué está pasando¡ Siempre se dijo que hice el gol con los ojos cerrados, pero yo creo que no (risas...)

—¿Recuerda cómo fue la final copera?

—En este partido me pusieron marcaje individual, Roger estuvo conmigo todo el partido. En la jugada hice un desmarque interesante, pero la mitad del gol fue de Geli, por su centro. El gol fue una preciosidad y yo nunca olvidaré la cara de Jesús Gil después de verla en televisión. Preguntó quién había marcado y le dijeron que Pantic: “¿Pantic? ¿Qué dices? Pero si éste no se mete por allí nunca a rematar”. Fue casualidad o destino, no sé cómo llamarlo. Yo había llegado al Atlético con 29 años, casi retirado. Y en tres años que estuve la gente todavía se sigue acordando de mí. Estoy contento y orgulloso de pertenecer a un club como el Atlético de Madrid. Yo estaba muy contento en Grecia y el día que me fui el presidente acabó llorando. Ver a una persona de más de 60 años llorar como un bebé es algo que emociona. Y llegué al Atlético con miedo. La imagen del club entonces no era muy bonita en el exterior: que si el presidente, que si había tenido muchos entrenadores... Siempre había polémica. Yo pensé que no costaba nada probar.

—Se ganó el cariño de la afición desde el principio...

—Yo había jugado en un club grande como el Partizán, pero aquí venía con 29 años, solo, sin saber el idioma... Pero arrancamos muy bien, jugamos el Villa de Madrid, comenzó la Liga y me gané a la afición. Luego, cuando terminé la carrera de jugador y decidí seguir en España, intenté mantener el cariño y la amistad de la afición porque siempre fui a peñas, a eventos, nunca dije no a una foto a nadie conmigo... A la afición nunca le dije que no a nada que me pidiera. A nada.

—Los más jóvenes quizá no se acuerden del busto suyo que está expuesto en el museo...

—Fue de película. Jesús Gil era un tío diferente. Se nace uno así en mil años. Mucha gente tuvo una mala experiencia con él, pero la mía fue espectacular, pues siempre me trató como si fuera su hijo. Recuerdo en el funeral que me acerqué a su mujer y ella me dijo: “No sabes lo que te quería mi marido...”. Salí llorando. Lo del busto creo que fue justo después de la final. Gil me dijo que me iba a hacer un busto. Yo le dije que no, que no quería un busto. Le comenté que me había metido allí por casualidad y había marcado. Nunca he querido ser diferente a mis compañeros. Pasada la final, un día me llamó el escultor Santiago de Santiago: “Pantic, tienes que venir, de lo contrario este cabrón me mata. Tienes que venir sí o sí”, me dijo. Y tuve que ir a hacerlo. Ahora estoy contento y orgulloso de aquello. Ese detalle no lo tiene con cualquiera. Al presi era difícil decirle que no. Primero por su carácter y luego porque medía más de 1,90 y pesaba más de 100 kilos. ¡Como para decirle que no¡

—Pasó a la historia del club...

—Lo que más me llena de orgullo es que la gente me para por la calle y me pide autógrafos, hacerse una foto... En todos los sitios me reconocen. Y también la gente del Madrid o del Barcelona. En la zona de Madrid que vivo el 99 por ciento son vikingos y me han tratado siempre de maravilla. Yo nunca hablé mal de nadie ni le falté al respeto a nadie.

—Este Atlético de ahora gana títulos, pero aquel dejó una huella imborrable en la afición rojiblanca...

—Estuve muchos años trabajando con los niños en la Fundación del Atlético. Los chavales de cuatro, cinco o seis años saben todo de los jugadores actuales, pero no de los de antes. Les ponía un DVD con mis goles y los niños decían: “Joder, éste era bueno”. Me ganaba a los niños. El Atlético del doblete era un equipo humilde y barato. El gran culpable fue Antic. El míster montó el chiringuito, juntó a todos los que quería, me fichó porque necesitaba este tipo de jugador... Pero yo no era un futbolista de balón parado. En Grecia tenía más libertad, un poco como Griezmann ahora. Y cuando llegué, Antic me puso en la punta del rombo, correr para arriba y para abajo. Había realizado una pretemporada en Grecia y al venir aquí hice una segunda. Estaba como un toro. Era un equipo humilde y con calidad.

—Kiko era un fuera de serie...

—Kiko era un genio. Un jugador así nace cada cien años. Cada gesto técnico de Kiko había que grabarlo y enseñárselo a los niños, avisándoles de que no se rompan la pierna al hacer esos gestos técnicos. Lubo Penev era espectacular. Caminero, el Cholo, Vizcaíno, que pagaba los platos rotos de defender porque Cami y yo lo que fuera, pero defender...

—En defensa mandaba Solozábal...

—Molina, Geli, Santi, Solozábal y Toni... Eran cinco personas que me las llevaría a cualquier parte del mundo: tímidos, humildes, trabajadores... Eran una maravilla. Roberto Solozábal era un líder. Desde fuera no te emocionaba, pero era un líder. Le respetábamos mucho, movía al equipo. Y luego había un banquillo de lujo.

—Poco después ganaron la Liga y Madrid fue rojiblanca...

—¿Te acuerdas? !Dios mío, la que montó el presidente¡ Gil era diferente, no era como los demás, quería lo más grande... Disfrutamos como niños. Llegamos al último partido con la necesidad de ganar, éramos superiores, pero no queríamos estropearlo el último día. No sé las personas que entrarían ese día en el Calderón. Quizá cien mil. Yo veía gente sobre gente. Fue increíble. Logramos algo histórico para la entidad, un doblete.

—¿Cómo vio el Barça-Atlético de Champions?

—Pasé un mal trago. Hasta la expulsión de Torres, el Atlético fue muy superior, el Barcelona estaba perdido... Pero la expulsión lo cambió todo. No hay que obsesionarse con esto. La UEFA no tiene corazón ni sentimientos. Hay que preparar bien el partido e intentar ganar.
—¿Ve factible el pase?

—Sí, se puede pasar. Me preocupa la baja de Torres. Es un jugador top cinco mundial. Torres contra el Barcelona es mucho Torres. Puede estar mal, pero hay algo ahí que... Yo le hice al Barça nueve goles en tres años. ¿Que si le renovaría? Sí, yo haría un esfuerzo. Pero yo no pinto nada.