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El último vuelo de 'La Quinta del Buitre' en Europa

Se cumplen 25 años del último partido de 'La Quinta del Buitre'en la Copa de Europa. Fue la generación que modernizó el fútbol español en la década de los 90. El último gol, contra el Spartak de Moscú, debía llevar la firma de Butragueño...y así fue.

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El último vuelo de 'La Quinta del Buitre' en Europa
DIARIO AS

Esta semana se cumplen 25 años del último partido de La Quinta del Buitre en la Copa de Europa. La generación que modernizó el fútbol español en la década de los 90 empezó su andadura en 1986 concluiría de manera triste en marzo de 1991, con una derrota en el estadio Santiago Bernabéu ante el Spartak de Moscú. Luego participarían en la Recopa y en la Copa de la UEFA, pero el ansiado sueño de conquistar la Séptima Copa se difuminaría hasta 1998. El avasallador dominio doméstico (cinco Ligas seguidas) no tuvo su eco en el continente, salvo en contadas excepciones. La mala suerte en unos casos, y el escaso nivel mostrado en otros fueron las tónicas habituales de los blancos en ese lustro tan majestuoso por dentro pero vacío por fuera.

Así las cosas, los cinco títulos en el campeonato de Liga comportaron cinco intervenciones en la Copa de Europa. Aquel Madrid tenia clase, calidad, fuerza y sobre todo, mucha ilusión por reconquistar un trofeo que no se lograba desde 1966. La disputa de la final de 1981 ante el Liverpool (luego perdida 1-0), había sido un subidón tanto para los jugadores como para la afición, ansiosa e renovar laureles europeos. El Madrid poseía seis títulos, y el deseo de formar parte de la plantilla ganadora de la Séptima atraía de manera poderosa a los jugadores, alimentada sobremanera por los dos títulos de la Copa de la UEFA conseguidos en 1985 y 1986… Pero ese deseo disparaba aún más a Ramón Mendoza. El presidente iba a hacer lo que fuese posible por poner su nombre al lado del de Santiago Bernabéu.

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El debut de la Quinta del Buitre en la máxima competición europea se produjo en la temporada 1986-87, ante el Young Boys suizo. Un equipo helvético, como ya hubiese sucedido en el primer encuentro de la historia del conjunto blanco en 1956. En aquella ocasión fue el Servette… más gasolina para el fuego europeo…

Así, el debut se produjo en el Wankdorf de Berna. Pero los nervios son traicioneros. Se perdió 1-0. El jarro de agua frío fue colosal. La devolución de la visita suiza fue otra cosa. Una manita para restaurar las heridas y la idea primigenia. Curiosamente, el mismo resultado que se había conseguido en el primer encuentro europeo celebrado en el Bernabéu. Todos indicaba buenos presagios.

Al ir avanzando rondas, los rivales eran mucho más complicados. Así, en octavos, el rival fue a Juventus. Todo un clásico del fútbol europeo. Y la primera gran piedra de toque para la Quinta. En la ida, en Madrid bastó un solitario gol de Butragueño. Pero en el viejo Comunale, se invirtieron los papeles. Fue un calco pero de signo contrario. Al término de los 90 minutos reglamentarios, el marcador señalaba 1-0 a favor de los turineses, así que hubo que disputar una prórroga. Nervios, tensión,, oportunidades erradas por parte de ambos conjuntos… Tras los 30 minutos de rigor hubo que decidir en la tanda de penaltis. Ahí sobresalió Buyo, que detuvo los lanzamientos de Brio y Manfredonia. Tras ese sufrimiento, tocó el Estrella Roja yugoslavo. El deplorable juego blanco y un fallo de Hugo Sánchez a la hora de intentar transformar un penalti dejaba KO a los madridistas en el descanso (3-0). A la vuelta, dos tantos blancos dejaban el marcador en un contundente 4-2 favorable a los balcánicos. Destacó sobremanera un centrocampista serbio, Milan Jankovic, que acabaría fichando por el Madrid en abril de 1987, tras descubrírsele una hepatitis a Valdano. Más tarde se supo que la noche previa, Hugo Sánchez había comunicado a Ramón Mendoza su intención de abandonar el club. Incluso el presidente llegó a pensar que el mexicano había fallado a propósito el penalti. Se comentaba que Hugo sentía celos de su compañero Butragueño y que había firmado un preacuerdo con el Inter, pese a tener dos años más de contrato. Un almuerzo entre el presidente y el jugador enderezó la situación, pero la noticia circuló rápidamente, creándose un ambiente inadecuado para el rendimiento del equipo. Pero al final, el azteca se quedó y con su juego y sus goles recondujeron la situación hasta la normalidad. Incluso Mendoza llegó a cenar en Múnich, en vísperas de la semifinal con Ernesto Pellegrini, presidente del Inter, para llegar a un acuerdo y anular el precontrato entre el delantero y el conjunto milanés.

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En la vuelta, nueva remontada madridista, con goles de Butragueño y de Sanchís, de perfecto cabezazo. Se alcanzaban las semifinales.

En esta ocasión, el sorteo deparó una eliminatoria nada fácil: el rival designado fue el Bayern de Múnich. No era el que había arrasado en la Alemania de la década de los 70, pero fiel a la historia germana, era un rival temible, teniendo que jugar el primer partido en el Olímpico muniqués. Por la otra parte del sorteo, el bombo emparejó al Oporto de Futre y Madjer con el Dinamo de Kiev. Rivales más asequibles que el ogro alemán.

Y allí, en el colosal estadio bávaro, el Madrid perdió hasta el honor. Desquiciados por el arbitraje del colegiado escocés Valentine, árbitro de cámara de la UEFA, los de Beenhakker cayeron 4-1. Juanito Mino fueron expulsados. El primero, por pisar la cabeza de Matthaus tras una durísima entrada de éste a Chendo. El segundo, también por dos entradas terroríficas casi consecutivas. Cierto es que los muniqueses fueron muy superiores, pero la labor arbitral dejó mucho que desear: el escocés señaló dos penaltis, uno inexistente y el otro, fruto de unas manos absurdas de Mino, más un gol en propia meta hicieron explotar al moderado de Beenhakker: “El árbitro ha sido injusto. Tras el primer penalti perdimos los nervios y la disciplina”.

Y en Madrid se puso punto y final a esta primera temporada de la Quinta en Europa. El Madrid ganó 1-0, insuficiente para eliminar a los alemanes. Pero lo peor vino después: desde el fondo sur se lanzaron objetos, y uno alcanzó a Pfaff, el meta belga de los bávaros. Posteriormente, una bengala dio al colegiado francés Michel Vautrot (“una quisquilla rosa llena de mala leche hacia lo español”, diría Mendoza). El problema vino que al ser el partido televisado en directo, toda Europa fue testigo de lo sucedido en el coliseo madridista. La decisión la había adoptado Mendoza, creyente fervoroso de un nueva remontada blanca. La Comisión de Control y Disciplina de la UEFA sancionó al club blanco con jugar dos encuentros a puerta cerrada en el Bernabéu de cualquier competición europea que le correspondiese actuar. Asimismo, descalificó a Juanito hasta el 31 de julio de 1992 para actuar de las mismas. Además, ninguno de esos dos encuentros podrían retransmitirse por televisión. El Madrid recurrió y la UEFA decidió suavizar el castigo.

El castigo de la UEFA obligó a jugar el primer partido de la Copa de Europa de la temporada 1987-88 a puerta cerrada. El sorteo emparejó a l os campeones de España y de Italia: el Real Madrid y el Nápoles… donde jugaba Diego Maradona. Se temía al cuadro partenopeo, pero no hubo color. Los de Beenhakker fueron muy superiores en Madrid, con un Chendo extraordinario, que aparte de anular al astro argentino, intentó ¡hacerle un caño!, lo que motivó que Valdano se inventase una frase antológica: “ ¡Es como si los pajaritos tirasen tiros a las escopetas!”. El meta italiano Garella es el mejor de su equipo y salvó a su equipo de una goleada. En la vuelta, en un ambiente infernal en el estadio San Paolo, un gol de Butragueño casi al borde del descanso y dos paradones antológicos de Buyo a sendos remates del brasileño Careca, serenaron las ínfulas de los italianos. En la segunda parte incluso se puede ganar. Es un puñetazo en toda la mesa. Un decir a Europa: “Somos el Real Madrid y venimos a por el título”… pero…

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El segundo rival fue el campeón europeo: el Oporto. El primer partido volvería a ser en casa. Con la sanción de la UEFA reducida, el partido se tiene que jugar en una ciudad española, pero a 300 kilómetros de Madrid. Valencia, y el Luis Casanova (hoy Mestalla) es el escenario elegido. El encuentro se juega en un ambiente extraordinario. Los portugueses plantean un encuentro superdefensivo, pero se adelantan en el marcador gracias a un tanto de Madjer. El Madrid tira de épica y Hugo Sánchez, a falta de 8 minutos para el final, logra la igualada. Será Sanchís, en el último minuto y de potente cabezazo quien dé una corta distancia para el encuentro de vuelta. Pero en Oporto surgirá una nueva estrella blanca: Paco Llorente. Previamente había marcado Sousa en la primer parte. Con el Madrid eliminado, Llorente entra en acción. Dos jugadas suyas, primorosas ambas y que recordaban a las que solía hacer su tío Paco Gento, fueron culminadas por un tocado Míchel (jugó con una fuerte lumbalgia). El campeón de Europa quedaba eliminado.

El sorteo deparó otro choque mortal: de nuevo se tenía que medir al Bayern de Múnich que entrenaba Heynckes. Años después, será el técnico que rompa el gafe madridista en la máxima competición europea. El encuentro se encaminó hacia una repetición del año anterior: los bávaros se pusieron con un 3-0 contundente, pero en los últimos diez minutos, un gol de Butragueño y otro de Hugo Sánchez lo dejaron en una derrota mínima, y sobretodo, esperanzadora.

En Madrid, el Bernabéu vistió sus mejores galas con cierto aire de revancha en las gradas. Pero como ante el Nápoles, no hubo color. Los madridistas dominaron de principio a fin a un conjunto alemán que repitió la imagen que habían dado los madridistas en Múnich al año anterior: duros, a veces rayando la violencia innecesaria en un partido de fútbol. El Madrid remontó en la primera parte, con goles de Jankovic y de Michel. Pero el gran protagonista de la noche fue Gordillo. Su soberbia actuación fue determinante para eliminar a los alemanes.

En semifinales, el sorteo deparó un enfrentamiento con el PSV holandés. Un rival que, a priori, era de los considerados débiles. Sin embargo, fue todo lo contrario. En Madrid se empato. Hugo Sánchez marcó el primer gol al transformar un penalti, pero poco a poco los holandeses fueron imponiendo un ritmo lento, tranquilo, hasta la desesperación, hasta que un remate de Linskens con el tobillo superó a Buyo (1-1). Los esfuerzos blancos acabarían estrellándose ante el muro defensivo liderado por Ronald Koeman y el portero Hans Van Breukelen. En Eindhoven no se pudo superar la eliminatoria (0-0) pese a ser los blancos infinitamente superiores a los holandeses, pero no hubo acierto en los remates… Con el paso del tiempo se considera esta campaña como la gran ocasión perdida de los Butragueño, Michel, Sanchís, Martín Vázquez y compañía. Su superioridad quedaba patente en los torneos domésticos, pero fuera, siempre hubo un pero que les impidió dar ese salto de calidad.

Con el sinsabor de haber quedado eliminados en el penúltimo escalón, comenzó su tercera campaña europea. El primer rival fue el Moss, un modestísimo conjunto noruego, que se saldó con dos cómodas victorias (3-0 y 0-1). Luego le tocó el Gornik Zabrze polaco, al que también se venció en os dos partidos, aunque con susto incluido en Madrid. Los polacos se pusieron 1-2 en el marcador, pero Butragueño y Hugo Sánchez impidieron cualquier atisbo de duda.

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Todo parecía marchar según lo previsto. Si la campaña anterior había visto cómo eliminaba a lo más selecto del continente hasta caer en semifinales, esta campaña había empezado con dos rivales cuasi desconocidos, pero iba a ser por poco tiempo. En la tercera eliminatoria tocó el PSV, campeón de Europa y verdugo en la temporada anterior. Primero se jugaría en Eindhoven y luego en Madrid. En la ciudad holandesa, el Madrid sacó un valiosísimo empate (1-1) con un extraordinario tanto colectivo. En la vuelta, hubo sorpresa: Beenhakker dejó a Butragueño en el banquillo. Según el técnico no contó con la figura madridista porque no se adaptaba al plan que había configurado. Además, añadió que su sustituto, Paco Llorente, podía taponar al lateral derecho de los holandeses, Eric Gerets, un lateral bastante ofensivo. El Madrid se clasificó tras ganar en la prórroga (2-1), pero al día siguiente, el técnico madridista fue llamado a capítulo por Ramón Mendoza. “¿Sabe usted lo que ha hecho?”, le espetó nada más entrar el técnico al despacho presidencial. “Sí, eliminar al campeón de Europa”, respondió rápidamente. El presidente zanjó la conversación: “No. Ha dejado usted en el banquillo a un símbolo de este club. Y con los símbolos de este club no se juega…”.

El siguiente rival fue el Milán. Otro obstáculo en el penúltimo escalón. El conjunto rossoneri contaba con figuras como Gullit, Rijkaard y sobre todo Marco Van Basten. El Madrid se adelanto por medio de Hugo Sánchez, pero el desorden táctico mostrado y el equipo italiano, que fue de menos a más, igualó el encuentro. El plan de Beenhakker sería muy discutido, pero lo sería mucho más tras el encuentro de vuelta. En San Siro, el xx de xx de 1989, el Madrid vivió la que tal vez sea su noche más triste en la Copa de Europa. La afición blanca tenía las esperanzas puestas en una nueva brillante actuación, pero se llevó una decepción enorme. El Milán ganó 5-0, pero pudieron ser muchos más. Los blancos, aquella noche de azul, no aparecieron en ningún momento del partido. Es más, Sacchi, técnico madridista, contaría años después la siguiente anécdota: “Antes de salir al campo, le pedí a Ruud (Gullit) que mirase a los ojos a los jugadores del Madrid. A ver cuántos aguantaban su mirada. Mientras empezaba el partido, Gullit se me acercó y me dijo: ‘Míster, sólo Hugo Sánchez me ha mirado fijamente. El resto me ha evitado”. Eso fue lo que pasó. Salvo Hugo Sánchez, el resto no hizo acto de presencia.

El Milán se convertiría en la Bestia Negra de los madridistas a finales de los 90. Tras superar al Spora de Luxemburgo en la primera eliminatoria de la campaña 1989-90, los rossoneri volverían a anular a los madridistas, pero esta vez con ayuda arbitral. El colegiado alemán Aaron Schmidhuber pitó penalti en una jugada en la que Buyo tocó a Van Basten fuera del área tras haber despejado el balón previamente. En la vuelta, un solitario tanto de Butragueño fue insuficiente. Ese día, el Madrid

Resta una última edición, en la que la eliminación ante el Spartak de Moscú fue dramática. Tras superar al Odense (se logró la victoria 100 en la Copa de Europa y el gol 500, obra de Losada) y al Swarorvski Tirol (9-0 y derrota 2-1 en Austria), tocó el conjunto moscovita, llamado Spartak por Espartaco, el esclavo que se rebeló contra los romanos. En el estadio Lenin, y bajo la dirección técnica de Di Stéfano y Camacho, Jaro y una ordenadísima defensa madridista impidieron el triunfo de los rusos. Pero en la vuelta, el Madrid se evaporó como un charco en el desierto. Pese a que Butragueño marcó a los diez minutos de encuentro, los rusos le dieron la vuelta al marcador por medio de Radchenko, que marcó dos goles, y por la espléndida actuación de dos centrocampistas: Mostovoi y Karpin. Los tres harían carrera después en el futbol español. Nadie lo sabía, pero ese fue el último partido de la Quinta en Europa. Sólo Míchel y Sanchís alcanzarían a disputar la Champions League en la temporada 1995-96, y sólo Sanchís lograría alzar la Orejona en 1998 y en 2000. Martín Vázquez la ganaría con el Olympique de Marsella, aunque sólo disputaría cuatro encuentros con el conjunto francés antes de regresar al Madrid. Fue un triste adiós de la mejor hornada de futbolistas que salió de la Ciudad Deportiva. 25 años después, aún no han encontrado sucesores.