Zlatan Ibrahimovic no sabe lo que vale un derbi. Quizá le hayan contado ya al sueco que, en 2007, un tal Raúl Tamudo metió un gol en el último suspiro para que ese 2-2 en el Camp Nou le sirviera en bandeja la Liga al Madrid de Capello. O puede que Seydou Keita le tenga al corriente sobre su expulsión en el Barcelona-Espanyol de la temporada pasada, que acabó con el Delapeñazo (1-2), una derrota histórica: jamás un colista había ganado en el feudo de un líder. Eso es lo que vale un derbi.

Hoy, a un día para que el Barça se vaya de Mundialito, este histórico duelo barcelonés-o metropolitano según el señor Laporta- se presenta, qué curioso, como una oportunidad de culés sobre pericos. El mundo al revés. Ese dos precedentes tienen la razón.

Recuerdos imborrables al margen, el derbi vuelve a ser lo de siempre: un Barça de récord (es el mejor de siempre en la 14ª jornada) que ni siquiera ha ido perdiendo un partido esta Liga; y un Espanyol que encadena cuatro derrotas consecutivas y acumula dudas, incluso existenciales.

Leo Messi, caído en Kiev, no jugará y su puesto lo podría ocupar Pedro Rodríguez, que no es poca cosa. El resto de la súper alineación barcelonista dependerá de las "caras que vea" Guardiola en la sesión que tiene preparada para hoy.

Mientras el socio culé se relame por lo que pueda presenciar esta noche, Mauricio Pochettino nada y guarda la ropa. Ha preparado algo especial, un entramado en el centro del campo para secar a Xavi y lo que le rodea. Roncaglia irá al lateral y Forlín sigue en la media. Arriba, un deseo: marcar después de cuatro partidos sin hacerlo.