Homenaje de la selección de Barcelona al Madrid

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¿Imaginan una cosa así ahora? Pues sucedió, el 1 de septiembre del 56. La selección de Barcelona recibió al Real Madrid en un Les Corts repleto en partido que se planteó como un homenaje a los blancos, recientes ganadores de su primera Copa de Europa.

La iniciativa correspondió a Diego Ramírez Pastor, Presidente de la Asociación de la Prensa de Barcelona, y supuso todo un acto de hermanamiento de la ciudad con el Real Madrid. El rival del Madrid fue un combinado de jugadores de los tres clubes de la ciudad en Primera: el Barça, el Español y el Condal. Este último estaba recién ascendido con el nombre de España Industrial, que cambió por el de Condal para pasar de filial del Barça (que lo era) a club autónomo. Sólo permaneció en Primera un año, y volvió a ser filial del Barça. Con el tiempo mutó en Barcelona Atlético y finalmente en Barcelona B.

El seleccionador fue Pedro L. Lasplazas, que había sido seleccionador nacional, y que durante muchos años lo fue de la selección catalana o la barcelonesa. La mala sorpresa fue que no llamó a Kubala, por manifiesta baja forma, explicó, lo que le acarreó fuertes críticas. Sus razones tendría, porque Kubala, tras jugar el primer partido de Liga (una semana después de este homenaje), fue suplente en los siguientes cinco.

La ausencia de Kubala la compensó la aparición de Kopa, el gran jugador de Francia. Kopa había dirigido el ataque del Stade de Reims en esa primera edición de la Copa de Europa, cuya final perdió precisamente ante el Madrid. Bernabéu le había fichado, pero con un litigio por resolver. Estaba cerrada la importación de extranjeros desde 1953, así que no podría alinearle más que en la Copa de Europa. Bernabéu presionaba a la Federación para que reabriera la frontera. Algunos clubes, en especial el Atlético, presionaban en contra. El presidente atlético, Javier Barroso, pensaba que si se abría la frontera el Madrid ya tenía a su extranjero listo, y los demás tendrían que buscarlo.

En la prensa barcelonesa del día hay entrevistas en las que Bernabéu se explica. Lanza el concepto de “fútbol espectáculo”, alaba la internacionalización (“los toros no progresan porque no hay competencia exterior”), cuenta que en los tres años de Di Stéfano el Madrid ha ingresado 10, 15 y 21 millones más que antes, que hacen falta más figuras para seguir esa progresión. Defiende el fútbol espectáculo como base para el impulso del fútbol base: “No queremos los beneficios del estadio para repartírnoslos, sino para hacer una Ciudad Deportiva en la que los jóvenes puedan hacer deporte”. Hace un llamamiento a los padres: “La ciudad deportiva es para sus hijos”.

(Y realmente, sería así: con los beneficios de su gran equipo hizo una ciudad deportiva en la que jugaron al fútbol muchos chicos de Madrid. Abriría un camino).

El Barça, que está a un año de inaugurar su colosal Camp Nou, respalda implícitamente los anhelos de Bernabéu, porque al aeropuerto de El Prat acude el propio presidente culé, Miró Sans, junto a Bernabéu, para recibir a Kopa.

El día del partido es una sucesión de cortesías: vino de honor en la Asociación de la Prensa, comida de fraternidad en el Hotel Avenida, donde se lee un escrito de adhesión de la Casa de Cataluña en Madrid, visita por la tarde a las obras de ampliación de Sarrià y a las del futuro Camp Nou. A las 21.30, en Les Corts, juegan el Barça juveniles contra los juveniles de la Casa de Madrid en Barcelona. Y a las 23.00, la selección catalana y el Real Madrid. Juega Kopa, autorizado en telegrama del presidente de la Federación, Lafuente Chaos. El permiso lo solicitó el presidente de la Asociación de la Prensa de Barcelona. El interés benéfico del partido (nadie cobra, ni el Madrid por ir, ni el Barça por ceder el estadio ni los jugadores de los clubes barceloneses) ayuda a la autorización.

El día del partido, la prensa anuncia el no hay billetes, “para evitar molestias innecesarias a los que pretendan adquirirlos a última hora”. Los equipos forman así:

Selección catalana: Ramallets; Argilés, Biosca, Gracia; Bosch, Casamitjana; Arcas, Villaverde, Benavídez, Sampedro y Tejada. Tras el descanso salen Vicente, Vergés, Luis Suárez y Duró por Ramallets, Casamitjana, Sampedro y Tejada.

Real Madrid: Berasaluce; Atienza II, Marquitos, Lesmes II; Muñoz, Zárraga; Joseíto, Kopa, Di Stéfano, Rial y Gento. Es la alineación campeona en la final de París, salvo Berasaluce por Alonso y Kopa por Marsal. En la segunda mitad, Navarro, Manolín y Olsen entran por Atienza, Muñoz y Joseíto.

Lleno: 50.000 espectadores, que saldrán felices.

En el minuto 3 marca Rial a pase de Kopa. Pero en el 15’, la selección de Barcelona ya gana 3-1, gracias a un juego magnífico de su tripleta de ataque, Villaverde-Benavídez-Sampedro. En el 21’, un autogol de Gracia viene seguido, en dos minutos, de tantos de Muñoz y Rial. ¡En tres minutos se ha pasado del 3-1 al 3-4! Así se llega al descanso, entre buenas jugadas y grandes paradas de Berasaluce y Ramallets. En la segunda mitad, el Madrid va a más y marca otros tres, por Zárraga, Rial y Olsen. El Madrid gana 3-7 y se retira entre una gran ovación. La prensa barcelonesa del día siguiente no escatima elogios al juego del Madrid y refleja el éxito de la propuesta de Bernabéu en favor de la nueva época, la del “fútbol espectáculo”. Si algo se ha echado en falta es justamente a Kubala, el otro gran pilar del fútbol espectáculo. Se dice entonces que el Camp Nou se está construyendo porque en Les Corts ya no caben tantos como desean ver a Kubala.

Berasaluce fue el portero del Madrid aquella noche. Fichado del Alavés (llegó a ser internacional B) se mantuvo en el club durante las cinco primeras Copas de Europa del club, para luego pasar al Racing de Santander. Una operación de amígdalas de Alonso, titular entonces, le permitió vivir esa noche. Hoy vive tranquilo en su ciudad natal, Deva: “Lo recuerdo como algo muy grato. Todo era bonito. Campo lleno, grandes jugadas, deportividad, aplauso. Era la presentación de Kopa, que se quedó ya con nosotros. En ellos, Villaverde y Sampedro hacían diabluras. La gente disfrutó. Luego nos llevaron a cenar a una masía. Bernabéu estaba feliz…”.

Y tanto. Aquello fue el empujón definitivo para que se reabriera la importación de extranjeros, en pro del “fútbol espectáculo”. Eso sí: limitado a que sólo se podía alinear a uno por partido. Lo que hizo Bernabéu fue convencer a Di Stéfano, que ya llevaba tres años entre nosotros, para que se nacionalizara. A finales de septiembre, ya pudieron jugar los dos.

Y siguieron viniendo extranjeros hasta 1962, cuando el fracaso en el Mundial de Chile provocó otro cierre, hasta la apertura definitiva en la 73-74. La temporada de Cruyff.