Pedaladas

Vamos a hablar de ciclismo, pedalada a pedalada. De sus gestas y de sus miserias. Desde mi experiencia como periodista en treinta grandes vueltas y en otras múltiples batallas...

Autor: Juan Gutiérrez

Muchos sí saben quién es Amador

Siempre he pensado que si quieres saber algo de un barrio, de una localidad o de un país, lo mejor es hablar con un taxista o con un peluquero. En su contacto diario con gente tan diversa se impregnan de una contrastada visión social. Para saber hay que bajar a la calle o que la calle venga a ti.

En mi reciente viaje de vacaciones a Costa Rica, pura vida, también quise saber. Bebí de muchas fuentes, pero quien mejor me informó, cómo no, fue un taxista de San José. Entre mis inquietudes estaba el deporte, por aquello de la deformación profesional. Ya había podido observar que el fútbol es el deporte rey, que Keylor Navas es el principal ídolo, que se sigue LaLiga tanto o más que su competición doméstica. También me topé con numerosos practicantes de surf. Con muchos admiradores de las disciplinas de lucha: el último combate de Connor McGregor en la UFC levantó una enorme expectación. Y vi bicicletas, claro, pero no las mismas bicicletas que te encuentras en España o en Europa, sino unas bicicletas de menor calidad y que generalmente se usan como transporte, aunque también me crucé un domingo con un carrera cicloturista por el Caribe Sur. En estos días, por cierto, se está celebrando la Vuelta a Costa Rica (categoría 2.2).

Volcan arenal

“¿Cuáles son los deportes más seguidos en Costa Rica?”, le pregunté a mi taxista. “El fútbol es el más seguido, mucho más que el resto, aquí hay mucha locura con el fútbol”, me confirmó. La primera respuesta era obvia, porque yo mismo había podido comprobar cómo sonaban los cláxones por todo el país tras la goleada de Costa Rica a Estados Unidos (comparen ustedes el tamaño de ambos territorios y comprenderán la euforia). Y también cómo el derbi Real Madrid-Atlético estaba puesto en las televisiones de todos los establecimientos.

“Después del fútbol, pero lejos del fútbol, los dos siguientes deportes son el ciclismo y el surf. Más que el béisbol y el boxeo, que también gustan bastante”, añadió el taxista. “¿El ciclismo?”, me interesé. “Sí, sí… Aquí se practica mucho. Y desde que está Andrey Amador, mucho más. No nos perdemos el Giro de Italia, ahí siempre lo hace bien. Andrey es muy conocido acá. Y muy querido”, me explicó.

Tico

El pasado martes recordé rápidamente mi conversación con el taxista, después de hacerse pública la bronca que tuvo Amador con un policía de tránsito de su país. “Usted no sabe quién soy yo”, le repitió varias veces el ciclista. “No me interesa”, le respondió el oficial. Al parecer, el capitán Marvin Ovares es de los pocos que no conocía al tico del Movistar. O quizá sí lo conocía, pero cumplió su obligación en un país que, al no tener ejército desde 1948, vuelca toda su confianza y su seguridad en la omnipresente policía. Por eso le multó y le decomisó su bicicleta, sin duda la bicicleta más cara que existe en Costa Rica. Los medios de comunicación de allá la tasan en diez millones de colones (unos 20.000 dólares) y estiman que la reparación costará en torno a un millón (2.000 dólares). Si bien el agente se mostró poco tolerante durante su actuación, no es menos cierto que la actitud de Amador, rodando en una vía peligrosa y prohibida, y resistiéndose al alto, no fue un buen ejemplo ni para los aficionados de su país, ni para el resto del mundo. Porque Andrey, para los que sí sabemos quién es, se ha convertido ya en un deportista que trasciende las fronteras de Costa Rica. Y eso obliga a un comportamiento. Finalmente Amador reflexionó y pidió disculpas al oficial. Rectificar siempre honra.

Tras su ilustración sobre el deporte tico y sobre otras varias cuestiones, el taxista me apeó en el centro de San José y me cobró el doble de lo que luego embolsé a otro colega en el desplazamiento de vuelta al hotel. Quizá me incluyó un extra por la información. No fue, ni mucho menos, lo peor que me ocurrió en un viaje donde viví el desvío de mi avión de ida por la erupción del volcán Turrialba o el retraso de dos días en mi vuelo de regreso por la inoportuna visita del huracán Otto. Y, pese a todo, Costa Rica me pareció un país maravilloso. Un paraíso. Pura vida.

Amador poli