El mundo de Roncero

El Madrid es mi razón de ser y la de millones de aficionados en todo el mundo. Cargamos una mochila maravillosa con 13 Copas de Europa y 34 Ligas. La vida sigue siendo blanca y bella...

Autor: Tomás Roncero

Memorias de Lisboa

Recuerdo que la expedición del AS, formada por varios colegas de redacción acompañados de sus familias, estaba citada en la puerta del periódico a las 7 en punto de la mañana. El autobús alquilado por nuestra empresa nos llevaba por carretera a Lisboa el mismo día de la final en Da Luz. Fue un 24 de mayo soleado y caluroso, pero cuando tocó el despertador a las 5:30 horas mi mujer y mi pequeño Marcos casi me matan. Les animé diciendo que la victoria compensaría el esfuerzo. ¡Menos mal que no me equivoqué! Allá que nos fuimos con toda la ilusión del mundo. De los 30 que íbamos en el bus calculo que íbamos repartidos más o menos al 50% entre indios y vikingos. La autovía de Extremadura iba despejada gracias al madrugón, aunque en la primera parada en una estación de servicio ya vimos la cantidad de aficionados que estaban desplazándose hasta la capital de Portugal. Ambientazo total entre ambas aficiones. Buen rollo y mucho respeto.

Llegamos a Lisboa a las 13:45 horas. Dejamos el autobús a dos kilómetros de Da Luz, nos pusimos en marcha y lo primero fue ir a buscar la acreditación de la final para quedarme tranquilo. A esa hora, mi mujer y mi hijo no tenían todavía entrada para el partido… Un amigo me dijo que tenía dos entradas y me tuve que ir con ellos a recogerlas hasta Belem, a 15 kilómetros de Lisboa. Allí, junto a ese famoso puente que recuerda al de San Francisco, pude comprar las entradas de Marcos y Luci. En una terraza espléndida comimos relajados, convencidos de que ya estaba todo encarrilado. A las 17:45 (quedaban tres horas para la final) le dije muy ufano al maitre: “Por favor, ¿podrían pedirnos un taxi?”. Su respuesta me heló la sangre: “No hay taxis desde hace una hora por culpa de la final”. Me vi de pronto en Belem, acreditado y con entradas pero viendo el Madrid-Atleti desde un bar de dicho pueblo. De locos. Cruzamos una autopista por un puente levadizo y vimos un hospital. Había parada de taxi. Pero al llegar… ¡estaba vacía! Los minutos pasaban y la ansiedad taponaba el flujo de las ideas. Mi mujer de los nervios, el niño desconcertado y yo sin soluciones. En esas, aparece un taxi con la luz apagada. Pero logramos detenerle. Le imploramos piedad. Se echó a un lado, hablé con él ¡y accedió!

Le di un abrazo como si fuera mi padre y le dije: “Amigo, vamos a Da Luz. ¡Viva Portugal!”. El tipo admiraba a Cristiano, lo que facilitó bastante la Operación Rescate. Llegamos al estadio justo cuando el autobús del Madrid se acercaba a sus aledaños. Vimos pasar el espléndido autobús de color blanco y mi hijo gritó: “Mira papa, Cristiano ha saludado desde la ventanilla”. Lo vi como un buen augurio después de tanto agobio. En la puerta 5 nos despedimos. Era la que correspondía a las localidades que tenían ellos para ver la final. Yo me tenía que ir 40 metros más arriba a la puerta de entrada de los medios de comunicación. Me despedí del peque muy triste por no poder compartir la final junto a él. “Marcos, nos vemos aquí mismo a las 11 de la noche y verás como ya seremos campeones”. Me fui a mi localidad en la Tribuna de Prensa y para mi sorpresa todos los pupitres con televisión estaban ocupados. Un steward me dijo que había dos filas más atrás quitadas a la zona de público para acomodar al sobrante de periodistas. Me puse en la Fila 1. Yo solo, pensando donde habrían acabado mi mujer y mi peque en un estadio tan grande...

A los tres minutos sufrí algo que parecía una alucinación pero que resultaba ser una bendita realidad. Mi mujer y el crío subían por las escaleras que daban acceso a mi tramo de grada. Grité alborozado al verlos y resulta que ellos tenían las entradas nueve filas más atrás. No pude unirme a ellos en la primera parte porque su zona estaba abarrotada de aficionados, pero en el descanso, con 0-1 en contra, vi dos sitios libres a mi lado en la franja de la Prensa. “Luci, Marcos, bajar aquí ahora mismo. Estos sitios son para vosotros”. El segundo tiempo lo vi junto a mi niño y jamás olvidaré cómo me abrazaba, cómo gritaba y cómo sufría con cada ocasión que fallaba Bale, Isco o Cristiano. El 0-1 persistía y el reloj corría como una liebre sin freno. En ese momento, Marcos me miró fijamente y me dijo algo que me sonó terrible: “Papi, desde que nací me hablas de la Décima y nunca llega…”. Me vi no sólo fracasado como madridista, sino como padre. Me quería morir. Le dije que seguro que en el descuento entraría el balón como fuera. Llegó el córner de la gloria y nos abrazamos cruzando los dedos: “Marcos, marcamos aunque sea con la mano”. Sacó Modric y al ver elevarse a Ramos como un águila imperial sobre el cielo de Lisboa y rematar de cabeza con esa fiereza, mi niño y yo saltamos de alegría. Goooooool. Se me encaramó al cuello y a gritos me dijo: “Papi, papi, ¡la Décima!”. Rompí a llorar con una sensación de felicidad interna difícil de explicar. Mi mujer, al vernos, tampoco pudo evitarlo. Nos abrazamos los tres y dijimos, “esto está hecho. En la prórroga les ganamos fijo”. Y así fue. Los goles de Bale, Marcelo y Cristiano redondearon el éxtasis.

Tras acabar con mis responsabilidades del curro (con el AS y mi entrada en El Chiringuito), a las 02:30 de la madrugada cogimos el autobús de vuelta. Cansados, sudados (no teníamos hotel y no pudimos cambiarnos en todo el día) pero con una paz interior difícil de explicar. Mi peque se quedó frito entre dos asientos (yo le llevé una almohadita imaginando la que se avecinaba) y mi mujer también. Yo no. Me bebía diez botellines de cerveza bien fría, uno por cada Copa de Europa ganada por el Madrid. A las siete de la mañana, 26 horas después de haberme levantado, caí roto. A las 12:30 llegamos a Madrid. Palizón de órdago, pero una experiencia única que quedará para siempre en nuestras memorias. Mi mujer, mi hijo y yo ya sabemos por qué el fútbol es mágico. Sólo por el fútbol se puede hacer semejante locura. Y encima, campeones. La vida es blanca y bella…


3 Comentarios

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Jesmar

Que artista, ¿no comentas nada de la final de copa? :)

Menuda temporada vais a hacer como no ganéis el sábado. Nadaplete, Penaldo sin pichichi y se os va el filial a segunda división... :)

05/24/2016 04:46:20 PM

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vicky

Eres grande roncero!! Como madridista desde la cuna que soy, me encanta tenerte como portavoz!!! VAMOS REAL!!!!

05/24/2016 10:51:45 PM

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Chalaneru

Las batallitas del abuelo Cebolleta.Para mear y no echar gota,ja,ja,ja,ja,ja,j...

05/27/2016 11:36:24 AM