Zidane corre, Setién piensa
Cuando vienen mal dadas, en la vida y en el fútbol, no dejan de sorprenderme dos cosas: las soluciones peregrinas que tantas veces se aportan y el dominio de las ideas primitivas (que las sustentan) por encima del talento. Ni Zidane, que es quien es por haber sido un mago del balón, ha logrado mantenerse firme ante esta moda. El francés, que está haciendo muchas cosas buenas y debería seguir (pase lo que pase) con este proyecto, me decepcionó tras caer ante el Atleti. Y no por la derrota ante otro grande. Más bien por su infidelidad a su estilo a la primera curva y por evidenciar que ahora no le importaría ser otro siervo en el banquillo. No quiero imaginar que dirá, hará y fichará si no logra la Champions. En su primera crisis en el Madrid, con todos los focos apuntando, dio la clave más sencilla y populista. La que quiere oír parte de la grada y de la directiva como prioritaria y mágica solución: “Hay que correr más”. Como si eso garantizara el éxito por si solo. Sin apuntar a otros males conocidos (baja forma de Ramos, el dudoso papel de Kroos, la mala presión...) ni a otras soluciones esperadas. Ni la goleada ante el Celta ni el pase a cuartos en Champions tras apear al Roma me ha quitado de la cabeza esta quemazón. Los amantes del buen fútbol esperamos más. Si no, el próximo fichaje galáctico sería Usain Bolt.
Siempre sucede lo mismo. El modus operandi con las crisis es idéntico. Hay que hacer más cosas y mucho más rápido sin importar, ni casi analizar, si se hacen mejor que antes. Por eso, durante días hemos leído maravillas difundidas por el club sobre el desgaste de Lucas Vázquez como su mayor virtud, con todas las que tiene, mientras se ha señalado a jugones como Isco o James y siempre se pone en duda a Benzema. Por eso, Casemiro ha vuelto a escena. Y por eso, los periodistas hemos sacado a relucir los kilómetros recorridos en los últimos partidos para señalar a conveniencia a los artistas que al final deben decidir y para sobrevalorar a los altares a los jornaleros que siempre les acompañarán. El ‘Juntos Podemos’, las cenas de equipo, las santiaguinas, los toques de corneta, las pretemporadas en febrero y los ultimatums muchas veces son justos y vienen bien. Pero como complemento. Aquí lo que vale y manda es hacer mejores cosas que el rival. Con y sin balón. Y este Madrid, por mucho que corra, ha dejado de mandar y gustar.
Como terapias en busca de la reacción de un equipo ya hemos visto de todo. Rudi Guntendorf, en el Valladolid, llegó a sacar a su plantilla a primera hora de la mañana a correr por la ciudad y les hizo parar ante un andamio para mostrarles dos cosas con el objetivo de recapacitar y esforzarse más: lo que de verdad es trabajar y el privilegio que tienen los futbolistas de no estar ahí subidos. También hay entrenadores que tiran de proyecciones en grupo que toquen la fibra y recuerden los orígenes. Guardiola ya lo hacía en los días clave de su Barça. Y hasta Caparrós, por ejemplo, llegó a poner una cinta porno a sus jugadores en el Mallorca en busca de la motivación. Vale todo y particularmente me gustaría ver más innovación, aunque siempre (repito) como aliño a un plan sesudo, trabajado y justificado en el que se escondan los defectos y se potencien las virtudes. Lo de correr por correr siempre me ha parecido mezquino y tribunero. Una solución tan sencilla como, antes las dificultades, ponerse a rezar. Un atajo a corto plazo. De ahí, que admirase al Woody Allen pausado y odie al que ahora filma publirreportajes de capitales europeas contrarreloj. Vendría a ser como si al cirujano, ante un tumor del paciente, le pidiéramos abrir a toda prisa y extirpar sin un chequeo previo. O como si en la noche de bodas hubiera sexo sin caricias. Correr por correr está sobrevalorado. Zidane fue un diez de leyenda al entenderlo. Y Messi, que corre cuando debe, es el rey.
Menos mal que aún hay muchos otros entrenadores y algunas escuelas que, por encima de todo, siguen dando preferencia a otro verbo: pensar. El Villarreal, club al que admiro, ya está empezando a utilizar el ajedrez en su cantera para que los chavales mejoren la atención, la anticipación y el engaño. Y Setién, rival del Madrid esta jornada, es uno de los entrenadores que mejor está entendiendo que el esfuerzo sin inteligencia sólo puede descarrilar. Llegó a Las Palmas hace justo una vuelta con una situación angustiosa por resolver, donde sería más lógico correr y luego pensar, con un equipo recién ascendido de Segunda en sus manos, con un vestuario díscolo agobiado en los puestos de descenso y con las limitaciones de siempre para fichar en invierno. Y jamás se ha traicionado. Su plan ha sido el descaro, la posesión como forma de vida, la unión de talento en medio campo, la solidez defensiva y la velocidad en los metros finales. Con gente joven gane o pierda (hasta juveniles) y sin importarle los nombres (Willian José sentó a la estrella, Araujo).
Setién es de otra pasta. Por eso ya subió en su día a un Racing en ruinas e hizo del Lugo un ejemplo. Y por eso tiene a Las Palmas a cinco puntos del pozo con tres victorias seguidas. Salvar a la Unión le (nos) daría la razón. Setién debutó como técnico en Primera con 57 años y como metáfora de su carrera, mientras él piensa como prioridad, a Zidane (del Castilla a la Champions) las circunstancias le están empujando a correr por obligación.
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